Opinión
Una mala resaca (también para el Gobierno)
Por Sato Díaz
Coordinador de Política.
El jueves descorchamos el cava (catalán, claro) porque Público cumple 15 años. Lo hicimos a ritmo del Bella Ciao de Amparo Sánchez: con este tema cerró la cantante la gala de la fiesta, una de esas canciones que cuando se te mete en la cabeza no se puede parar de tararear hacia dentro, una y otra vez.
El viernes fue un día lento y pesado; teníamos, como se dice, una buena resaca... y todavía no había comenzado el fin de semana. Los recuerdos con los compañeros reapareciendo en la memoria constantemente y la cancioncilla sin dejar de sonar en la cabeza.
La resaca viene después de la juerga y el alboroto. Cuando todo está mejor que bien y se acaba, cuando la subida tiene un áspero final y todo culmina estrellándose contra el suelo, como una montaña rusa sin frenos. Después de la marejada, la calma. El contraste entre la sonrisa y mueca.
También en pocos días, la sonrisa del Gobierno ha ido mutando a mueca. Cuando arrancó el curso político, allá por septiembre, los gurús del análisis político y los videntes y predictores de futuro hablaban de que el otoño se le iba a hacer cuesta arriba al Gobierno, amenazado por la crisis inflacionista derivada de la guerra de Ucrania. Pero la realidad es tozuda y ha demostrado otra cuestión: al Gobierno se le está dando el otoño mejor que a la oposición.
A Alberto Núñez Feijóo le cuesta adaptarse al plató que es Madrid y a tener siempre el foco encima. El repentino giro en el PP cuando estaba a punto de cerrar un acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial evidenció una crisis de liderazgo sin parangón, donde Isabel Díaz Ayuso sigue teniendo una sombra muy alargada sobre la sede de la calle Génova. Las medidas para frenar la crisis de la inflación propuestas por el Gobierno han sido aplaudidas en Europa en contraste con las fuertes críticas que recibían por parte de la oposición.
Los errores de la oposición y el acierto en el giro comunicativo del Gobierno han hecho que las encuestas (que, tras la llegada de Feijóo al liderazgo estatal del PP allá por abril y, sobre todo, empujadas por la rotunda victoria de Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía, eran masivamente favorables a la derecha) hayan dado un giro en las últimas semanas. El Gobierno se recuperaba e invertía una tendencia en la que la victoria era para la derecha.
El Barómento del CIS hecho público este viernes corroboraba la tendencia comentada. El PSOE amplía en más de cinco puntos su ventaja sobre un PP que se desinfla. Los de Pedro Sánchez mantienen un 32,7% en estimación de voto, seguidos de los de Feijóo, que pierden más de un punto y medio respecto a octubre y se quedan en un 27,2%. Unidas Podemos es, por cuarto mes consecutivo, la tercera fuerza en estimación de voto por delante de un Vox que crece.
Pero a Sánchez le han crecido los enanos antes, siquiera, de haber montado el circo. Y le han surgido tres problemas que no estaban contemplados en Moncloa y que podrían agriarle la recta final del año. Primero, la derogación del delito de sedición ha venido acompañada de una propuesta de reforma del delito de malversación, que ha abierto una discusión sobre si esto puede beneficiar a los cargos públicos corruptos. Un debate que (como siempre que Catalunya está en el telón de fondo) es de difícil gestión para el PSOE.
Luego, la emisión a principios de noviembre de un documental en la BBC sobre la tragedia de la valla de Melilla de este verano (cuando murieron, al menos, una veintena de personas) dejó en evidencia cómo la policía marroquí actuó violentamente en suelo español, tal y como había desvelado Público en exclusiva meses atrás. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que siempre lo había negado, ha quedado en entredicho. Tendrá que comparecer en el Congreso, aunque, de momento, por el entendimiento entre PSOE y PP, no se abrirá una comisión de investigación parlamentaria sobre el asunto.
Por último, las reducciones de penas para algunos condenados por delitos sexuales que se han producido tras la entrada en vigor de la ley del 'solo sí es sí' impulsada por el Ministerio de Igualdad han generado una polémica y un revuelo que han agitado al Gobierno y, también, al feminismo. Una confrontación incómoda al calor de una de las leyes estrella del Ejecutivo de coalición, en general, y de Unidas Podemos, en particular.
El Gobierno ya había abierto el cava catalán porque las cosas no iban tan mal como algunos habían augurado. Pero puede que le llegue la resaca antes de Navidad. Al menos ya es sábado y, a los que celebramos el cumpleaños de Público, ya se nos ha pasado la nuestra.
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