Opinión
La llave para el cambio en Madrid
Por Agustín Moreno
Activista de Ecologistas en Acción
Las campañas electorales no son precisamente los momentos más brillantes de la democracia. El ciudadano las ve como un teatro en el que la mayoría de los candidatos -no todos- representa una función dirigida a captar o mantener los votos que les permitan obtener el poder. La impostura, las consignas huecas, se multiplican. Los gestos falsos de proximidad como hablar con un pescadero, coger un bebé, dar un beso a una abuela o fotografiarse con una vaca hacen que nos sonrojemos. Lo más grave es que apenas se habla de soluciones a los problemas de la ciudadanía.
También hay una estrategia para la desafección política. Se busca fundamentalmente que no voten los contrarios. En esto es un genio Isabel Díaz Ayuso y quienes le asesoran. La aparente no-política de Ayuso pasa por despreciar la defensa de un programa. Es lo que hizo en 2021 con una hoja en blanco y no, precisamente, para que los electores escribieran en ella lo que quisieran, sino porque su maniqueo “comunismo o libertad” le parecía suficiente. La alternativa al programa son las astracanadas, las cortinas de humos y las mentiras. Tiestos, ETA o afirmar que está resuelto el drama de las víctimas de la Línea 7B de Metro.
Todo tiene la misma finalidad. Porque las mentiras, cuando son tan zafias, no buscan engañar, sino alejar de la política a los ciudadanos, excepto a la hinchada propia. Excitar las emociones busca un voto irreflexivo que muchas veces consigue el más difícil todavía: que los electores se abstengan o voten en contra de sus intereses. Como la gestión de Ayuso son las luces de advertencia de lo que significaría un nuevo mandato, el 28 de mayo habrá que hacer un esfuerzo para superar la pereza y votar en defensa propia. No hacerlo es peligroso.
Así las cosas, si Ayuso no va a los debates es porque-no-tiene-nada-que-ofrecer. Es difícil defender su modelo de Madrid para los ricos. Y porque cada vez es más descarado cómo utiliza Madrid para sus ambiciones políticas, confrontando con el Gobierno de coalición de España y haciéndole la cama a Feijóo. Ayuso es tan de ultraderecha como Trump y Vox y no le interesa que los electores lo constaten en los debates.
Los servicios públicos articulan nuestros derechos de ciudadanía. Los derechos sociales fundamentales que recoge la Constitución Española serían papel mojado si no los implementaran servicios públicos de calidad. Son la base del Estado de Bienestar. La ofensiva contra ellos que realiza el neoliberalismo aplica una receta tan simple como brutal: primero se deterioran y luego se privatizan. La consecuencia buscada es que los grandes grupos económicos encuentren un buen nicho de negocio y la ciudadanía queda desprotegida y obligada a moverse en los márgenes de la supervivencia. Qué claro lo tiene los franceses que luchan contra el desmantelamiento de lo público: “Cuando todo sea privado, estaremos privados de todo”.
Los electores deberían tener presente, especialmente, la gestión realizada. En este sentido, no merece el voto ciudadano quien no asume ninguna responsabilidad por dejar a su suerte a 7.291 personas mayores que murieron abandonados en las residencias por el Protocolo de la vergüenza y por no tener un seguro privado. Los que trabajan afanosamente para privatizar la sanidad pública, deteriorándola previamente, e ignorando manifestaciones de un millón de personas. Quien desmantela a la educación pública y se niega a construir las escuelas infantiles, colegios e institutos demandados por las familias. Los que apuestan por un modelo segregador, clasista y mediocre que coloca a Madrid a la cola de España en educación y universidad, a pesar de ser la comunidad con mayor renta per cápita. Los que dejan tiradas a 600 familias de San Fernando de Henares con sus casas y sus vidas rotas por la negligente política electoralista del Partido Popular. Quien atropella al sector del taxi, apoyando una uberización que supone la ley de la selva y deteriora el servicio. Ni quien regala 4.111 millones de euros al año a los ricos y a las rentas altas a través de los impuestos de Patrimonio, Sucesiones e IRPF.
El problema no es solo maltratar a la mayoría social o que se insulte a la inteligencia. Por ejemplo, negar el cambio climático y proponer la ocurrencia del tiesto en los balcones tiene consecuencias dramáticas en un espacio geográfico que va camino de convertirse en un Marrakech, pero sin palmeras. Sobre esta pavada hay que decir dos cosas:
a) Los árboles salvan vidas. Según The Lancet, hasta un tercio de las muertes por ola de calor se pueden evitar plantando un 30% más de árboles urbanos. Madrid ya ha perdido 78.600 árboles en estos tres últimos años. Por ello, en vez de dar tiestos, que deje de seguir talando árboles. Por ejemplo, los 1.433 previstos con la ampliación de la línea 11 de Metro en los parques de Madrid Río y Comillas.
b) Para poner un tiesto hay que tener un balcón, un piso. Frente a la política de viviendas públicas cero y de fomento de la especulación de un PP al servicio de fondos buitre como Blackstone y Goldman Sachs, Ps-IU-AV sí tiene alternativas. Para garantizar el derecho a la vivienda del artículo 47 de la Constitución, hay que aplicar la nueva ley estatal para bajar los alquileres; construir 50.000 viviendas públicas; crear una Inmobiliaria Pública Madrileña. Hay que facilitar que los jóvenes madrileños puedan independizarse y construir su proyecto de vida (el 85% no puede) y que nadie se tenga que ir de Madrid porque la vivienda está imposible (300.000 personas se han ido recientemente).
Si entra con fuerza Podemos-Izquierda Unida y Alianza Verde, sale la derecha o, al menos, hay garantía de que habrá una oposición potente y combativa. Son los únicos que han defendido la unidad como elemento para sumar ilusionando y movilizando a la izquierda, al espacio progresista. Son los que aportan propuestas concretas para mejorar la vida de las personas y transformar la sociedad madrileña. Y son, al fin y al cabo, la llave. La llave, por ejemplo, de una vivienda que permita a trabajadores y jóvenes emanciparse. La clave para lograr un Madrid que sea de todos y para todos y no de unos pocos.
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