Opinión
La libertad según Miguel Bosé y Pablo Motos
Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Una de las críticas teatrales más breves y contundentes que se recuerdan decía más o menos: “Anoche se estrenó en un teatro madrileño la nueva obra de Tal y Cual, y nosotros nos preguntamos: ¿por qué?” Es la misma pregunta que cabe hacerse ante la entrevista de Pablo Motos a Miguel Bosé en El Hormiguero, ante el estreno de una teleserie basada en la vida y milagros de Miguel Bosé y, en general, ante la carrera musical y artística de Miguel Bosé. Es probable que, siguiendo los razonamientos de peón caminero que manejan, Bosé y Motos -en el improbable caso de que leyeran esto- tacharan estas palabras de liberticidas, pero la libertad de expresión consiste en opinar lo que a uno le dé la gana, ya sea que el coronavirus no existe, que ahora no hay tanta libertad como antes o que el programa de Pablo Motos es una boñiga. Pocos conceptos fundamentales se habrán degradado tanto desde que la señora Ayuso lo cogió de los pelos para defender sus políticas criminales en nombre de la libertad de tomar cañas.
De este modo, llegados al momento crítico de la entrevista, Miguel Bosé y Pablo Motos concluyeron que la controversia de la covid se reducía a un problema de libertades, principalmente porque Bosé tenía su propio criterio y además mucha información, por lo visto, mucha más que todos los médicos y todas las autoridades sanitarias del mundo. En su día comentó que el coronavirus era un bulo, que la pandemia era un plan urdido por los millonarios psicópatas del foro de Davos y que las vacunas eran una gran estafa. Y de pronto se encontró con que la libertad de expresión de la que él hizo uso en el programa de Jordi Évole y en las redes sociales retornaba como un bumerán para pegarle en la cara. A este respecto, el punto clave de su exposición, donde demostró lo bien informado que está sobre el tema, llegó cuando dijo: “Yo vivo en México y ahí ni nos hemos enterado”. En su mansión de lujo quizá no, pero a día de hoy las cifras por coronavirus en México ascienden a 333.038 muertos, casi siete millones y medio de infectados y más de 82 millones de vacunaciones completas.
El problema de preguntar a un ignorante contumaz sobre un tema del que no tiene la menor idea es que necesita enfrente otro tipo tan ignorante como él para seguirle el juego; menos mal que al otro lado de la mesa estaba Pablo Motos, con lo que la conversación en seguida alcanzó el nivel del subsuelo. En otros tiempos la televisión servía para informar y uno podía encontrarse a Soler Serrano hablando con Borges, Onetti, Pla o Victoria Kent, o a Balbín rodeado de filósofos, políticos, científicos y teólogos; sin embargo, la decadencia de la caja tonta ha llegado a un extremo que tenemos a Pablo Motos en animada charla con Miguel Bosé aprovechando para disertar a gusto sobre el coronavirus y la pérdida de derechos fundamentales. Ahora da lo mismo encender la televisión que bajar al bar a oír una tertulia de cuñados.
No menos indignante que el negacionismo del coronavirus fue el momento en que Bosé comentó que había desaparecido el derecho constitucional a expresarse libremente (lo dijo ante las cámaras, delante de varios millones de telespectadores) y que en la Transición disfrutábamos de muchas más libertades de las que tenemos ahora. “Sin ninguna duda” replicó Motos, totalmente inmerso en su rol de cuñado, como si en cualquier momento fuese a aparecer en el plató una pareja de guardias civiles para llevárselos al cuartelillo. No estaría de más recordar que, durante la sacrosanta Transición, entre asesinatos, torturas, manifestaciones y represiones policiales, murieron casi seiscientas personas: una verdadera carnicería orquestada desde las élites institucionales en la que muchas veces los asesinos salieron impunes. No estaría de más que los cuñados se enterasen de estas cosas entre caña y caña.
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