Opinión
Lesbos es tu futuro
Por Lucila Rodríguez-Alarcón
-Actualizado a
Lucila Rodríguez-Alarcón (@lularoal)
Existe una rama del marketing y el diseño denominada 'diseño especulativo'. Todo proceso de diseño conlleva una parte de imaginación de algo que no todavía no existe. Se diseña algo para el futuro, que puede ser un futuro probable, plausible o posible (Hancock y Bezold, 1994). El diseño especulativo va más allá, creando algo cuya existencia pertenece al futuro posible, es decir, que se crea sin poner límites a la imaginación de ese futuro.
El futuro no existe y por lo tanto se puede construir. El diseño especulativo imagina futuros y los hace posibles a través de sus creaciones. La pantalla táctil es el resultado del diseño especulativo, por poner un ejemplo terrenal, es una herramienta que se crea mucho antes de que exista una necesidad de tenerla. La necesidad se crea una vez que la pantalla existe y no al revés.
El diseño se puede aplicar también al relato social que queremos. Constantemente se imaginan futuros que son presentados a los ciudadanos en narraciones con diferentes formatos. Esas narraciones proyectan a las personas a unos futuros que a base de ser repetidos son finalmente interiorizados. Un ejemplo fácil de comprender es la narración de la invasión alienígena. Se ha contado tantas veces la historia de que vienen los extraterrestres e invaden la tierra que cuando el 30 de octubre de 1938 Orson Welles lanza su novela radiofónica La guerra de los mundos, anunciando un ataque a la tierra desde Marte, los radioyentes se lo creen y tiene lugar un episodio de histeria colectiva.
Las historias que nos cuentan definen el futuro que vamos a permitir que tenga lugar. Si analizamos los productos narrativos que nos rodean últimamente, podemos constatar que los futuros que nos ofrecen son en general bastante dramáticos. Últimamente abundan las distopías, por ejemplo. El cuento de la criada es un claro ejemplo de un futuro que en cierto modo estamos empezando a interiorizar. Estamos preparadas para un mundo en que las mujeres son aplastadas por un patriarcado rancio y destructor. Pero es difícilmente imaginable un futuro matriarcal en que todas las partes viven felices, básicamente porque nadie lo ha contado. La propia serie Years&Years presenta un futuro donde inevitablemente cruzamos todos los límites de la ley y destruimos nuestro patrimonio de derechos para luego iniciar una lucha por su reconstrucción. No hay narraciones utópicas que nos inspiren y nos ayuden a imaginar un futuro en el que todo lo que está sucediendo ahora acabe transformándose en paz y amor.
Estas versiones del futuro en formato distópico van acompañadas de cuentos de guerra. Guerra en los videojuegos, guerra en las películas, guerra en las series de televisión. Los caminantes blancos, los zombies, los vampiros, seres que vienen a quitárnoslo todo y convertirnos en uno de ellos, contra los que tenemos que luchar para preservar nuestra esencia humana. Historias que solo ofrecen escenarios de defensa y lucha.
Y así llega el gobierno de Grecia y anuncia que abandona la Convención de Ginebra para posteriormente empezar a agredir a personas, hombres, mujeres y niños que intentan llegar a Lesbos en barcas neumáticas y nos parece grave pero no nos sorprende. Forma parte del futuro que estamos dispuestos a aceptar, aunque no seamos siquiera conscientes de ello. Y sin darnos cuenta, no solo estamos permitiendo que se vulneren los Derechos de un grupo concreto de personas en Grecia, porque los derechos son para todas o para nadie. Un día querremos cruzar una frontera y nos agredirán y no podremos decir nada porque habremos destruido las leyes que nos protegían a nosotras también.
Necesitamos construir futuros posibles en los que el movimiento de las personas se naturalice, en el que el amor sea la base del desarrollo y el bienestar social, en el que la diversidad sea el factor de riqueza y fuerza de las comunidades, algo parecido a la propuesta de Sense8 de las hermanas Wachowski. Como explica el último informe de la Fundación porCausa sobre narrativas para contrarrestar el discurso del odio, necesitamos futuros que construyan narrativas alternativas que nos permitan salir de esta espiral de desafección y horror en la que nos estamos dejando meter. Y los necesitamos ya.
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