Opinión
La guerra más mediática e irracional
Por David Bollero
Periodista
Actualizado a
En 1990 estalló la Guerra del Golfo. Andaba yo por entonces en el instituto y en la memoria aún conservo cómo se hablaba del primer conflicto retransmitido en directo por televisión, con la CNN al frente. Tres décadas después, se sufre otra guerra, esta vez en Ucrania, a pocos kilómetros de nuestros hogares que ya hemos hecho también el de millones de personas refugiadas. Honestamente, no sé cómo se explicará en el futuro esta guerra tan peculiar, a cuyo frente viajan los presidentes de otros países y el propio Volodímir Zelenski, mandatario ucraniano, aparece hasta en la ceremonia del festival de cine de Cannes.
El pasado lunes Zelenski volvió a soltar una lluvia de reproches contra la comunidad internacional. El escenario escogido para la ocasión fue la inauguración del Foro Davos, teniendo como audiencia a la élite política y empresarial. El presidente ucraniano lamentó la inacción que ha tenido Europa desde 2014, cuando realmente comenzó la guerra al este del país en el Donbás, al tiempo que reclamaba aumentar el estrangulamiento económico de Rusia, con más sanciones "convincentes", más éxodo empresarial de multinacionales occidentales en suelo ruso y el bloqueo bancario.
Con la mano derecha caían reproches y de manera simultánea tendía la izquierda para pedir más armamento y financiación de 5.000 millones de euros al mes. A cambio, puso en venta la reconstrucción de Ucrania cuando termine el país, un negocio que moverá mucho dinero y sobre el que seguramente ya ha habido puja, antes incluso del ofrecimiento de Zelenski. No se escucha hablar tanto ahora a los oligarcas ucranianos, que los hay, no todos van a ser rusos. A fin de cuentas, Ucrania pasaba por ser un país asolado por la corrupción.
Uno de estos oligarcas es Ihor Kolomoyskyi, el que fuera patrocinador de la campaña electoral de Zelenski, no sólo con una fuerte financiación, sino poniendo a su servicio su canal de televisión 1+1. No deja de ser curioso que, además de acabar con la guerra del Donbás, la promesa estrella de Zelenski fuera terminar con la corrupción y, para ello, se financiara en 2019 con quien huyó en 2016 a Suiza acusado de haber vaciado el mayor banco ucraniano, el Privat Bank -del que era supervisor-, haciéndose con más de 5.500 millones de dólares, lo que en palabras de la expresidenta del banco central de Ucrania Valeria Hontareva fue uno de los mayores escándalos financieros del siglo XXI.
Vinculado con el crimen organizado ruso-ucraniano, Kolomoyskyi se convirtió desde 2014 en un auténtico señor de la guerra financiando milicias nazis como el batallón Azov, integrado desde hace ocho años como unidad de intervención del Ministerio del Interior de Ucrania. Ahora ya se le escucha poco, apareciendo más en boca de terceros que aseguran que es quien realmente maneja los hilos de Zelenski que, para muchos, es su títere. Sea como fuere y pese a haberse sentado a la misma mesa en sus fiestas de cumpleaños en Suiza, el presidente ucraniano parece ahora haberse distanciado del oligarca.
A este cúmulo de contradicciones se suman las de la Unión Europea (UE) y la propia OTAN, que mientras por un lado asumen que nosotros también estamos en guerra contra Rusia, pues nutrimos de dinero y armas a su enemigo y se busca su asfixia económica, por otro continuamos haciendo negocios con Moscú, financiando esta guerra. Todo ello entremezclado que movimientos tan insólitos como la invitación por parte de Pedro Sánchez a Zelenski de venir los próximos 29 y 30 de junio a la Cumbre de la OTAN de Madrid. Ucrania en la OTAN, precisamente, el detonante de esta guerra, qué locura.
La dependencia del gas ruso es la justificación para seguir financiando a Rusia, pero cuando un país está en guerra, los sacrificios son necesarios, algo que no se asume en la UE. Si no fuimos capaces de hacerlo cuando luchábamos contra una pandemia mundial, prolongándola artificialmente en lugar de haberla atajado de raíz con mayores restricciones durante menos meses y la universalización de las vacunas, cómo vamos a cortar el grifo del gas ruso a Alemania. Impensable.
En el otro bando, Putin juega también con esta dualidad, asumiendo que no sólo está en guerra contra Ucrania, sino con la UE y la OTAN, pero contra quienes no tensa demasiado la cuerda. Inexplicablemente, incluso, para los expertos que han ido cambiando de teorías para intentar explicarlo, el segundo ejército más poderoso del mundo no ha sido capaz de invadir un país de 40 millones de habitantes, algo que parecía que sería capaz de hacer sin ni siquiera agitar el fantasma nuclear. Se cumplen ya tres meses de guerra y los servicios de inteligencia como el británico hace semanas que ya han hecho cálculos de su extensión más allá del verano.
Esta guerra tan mediática, tan repleta de contradicciones y de intereses cruzados que nada tienen que ver con el bienestar de la población ucraniana, será estudiada dentro de muchas décadas pero, sinceramente, no estoy seguro de cómo se abordará. Si metidos en faena e involucrados en el día a día del conflicto se atraganta su explicación única, en el futuro, cuando se tome distancia y se juzgue con la óptica de generaciones posteriores, creo que su planteamiento será aún más complejo si cabe.
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