Opinión
Del genocidio judío al genocidio palestino. Acusadas diferencias
Por Ramón Soriano
Catedrático emérito de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla
En los primeros meses de la guerra de Israel-Gaza no parecía adecuado hablar del genocidio palestino. Algunos, si no muchos, pensaban que genocidio no era una expresión acertada por su dureza. Era decir demasiado. Después se normalizó la expresión cuando se vio que realmente Netanyahu y sus secuaces iban a por todas en su política de exterminio y cada día aumentaban las cifras de civiles asesinados, sobre todo niños y mujeres.
Creo que estamos ante dos genocidios claramente -el judío y el palestino- y por ello en este diario precisé las semejanzas entre ambos: el judío a manos del régimen nazi en la segunda guerra mundial y el palestino a manos del régimen ultraconservador de Israel desde octubre de 2023. Las semejanzas se referían a la deshumanización y el desarraigo, la banalidad del mal, la omnipresencia de la muerte, el resentimiento y la perplejidad.
Con el desarrollo del genocidio palestino, en escalada ascendente, que sigue todavía ejecutándose, ya podemos divisar las diferencias entre ambos genocidios, más difíciles de precisar que las semejanzas. Es la tarea de sigue.
De la justicia reparadora a la justicia preventiva en la esfera internacional
Con ocasión del genocidio judío la justicia internacional tuvo que configurarse en el objeto y el procedimiento una vez terminada la segunda guerra mundial. Aparecieron los nuevos delitos graves de trascendencia internacional. El tribunal de Nuremberg representó la acusación contra los crímenes de los líderes nazis y se vio obligado a crear una nueva jurisprudencia de cara al futuro. Un tribunal surgido con posterioridad a la guerra y de carácter reparador.
Ahora en el genocidio palestino el Tribunal Penal Internacional, creado por el Estatuto de Roma en 1994, ha intervenido antes de la conclusión de la guerra de Gaza con un carácter preventivo. Y además cuenta con una amplia y consolidada jurisprudencia sobre delitos internacionales: crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y genocidio (art. 5 del Estatuto de Roma).
En el horizonte queda la duda de si el Tribunal Penal Internacional seguirá el rumbo de los tribunales europeos, que fueron pocos y escasamente eficaces en la persecución de los delitos del régimen nazi. Como muestra el tribunal de Frankfurt, que impuso a los acusados leves penas, cuando no absoluciones, a pesar de la gravedad de los crímenes. Ya tenemos un dato preocupante: algunos Estados, reconocedores de la competencia del Tribunal Penal Internacional, han comunicado que no cumplirán las órdenes de detención del tribunal contra Netanyahu y su ministro de Defensa, si pisan su territorio. Viktor Orbán, presidente de Hungría, el verso libre de la Unión Europea, ha llegado a decir que invitará al presidente de Israel a visitar su país.
Del ocultismo a la visión completa del exterminio
Se ha pasado de la oscura noche al luminoso día. El genocidio judío se llevó a cabo con una eficaz programación de su ocultamiento en el interior y el exterior de Alemania. Muchos alemanes aseguraron que no sabían nada y otros que era un rumor difícil de verificar. Los ejércitos aliados se asombraron al descubrir los campos de exterminio y la macabra situación de los supervivientes.
Lo contrario ha sucedido en el genocidio palestino. Todos hemos podido asistir en primera fila y en tiempo real al exterminio de la población palestina de Gaza encerrada en su territorio y sin posibilidad de escape.
Hemos conocido los crímenes del Gobierno alemán por medio de los testimonios y los documentos. Pero lo crímenes del Gobierno israelí han inundado con un sinfín de imágenes las televisiones del mundo. Sin necesidad de salir de casa, las crueles imágenes te impactan al tiempo que te tomas una sopa.
De la responsabilidad a la complicidad en la esfera internacional
Del genocidio judío podemos lanzar una acusación de responsabilidad en un doble sentido. Internamente la responsabilidad de la derecha política alemana en 1932-1933 que pactó dos veces con Hitler y le concedió la cancillería, a pesar de haber dado ya muestras los nazis de su método terrorista y el desprecio por la democracia. Externamente la ceguera de las potencias democráticas europeas, que no supieron ver el peligro nazi a tiempo, sino que pactaron y confiaron inocentemente en el régimen nazi. A destacar la ingenuidad del Gobierno inglés presidido por Chamberlain. Por lo demás es clara la enorme responsabilidad del Gobierno nazi, autor material de los hechos, en la perpetración del genocidio judío.
Pero en relación con el genocidio palestino la acusación es más extensa. En primer lugar la responsabilidad de Israel y Estados Unidos. La mayor responsabilidad cae del lado de Israel, autor material de los hechos. Pero le sigue y a escasos pasos la responsabilidad de Estados Unidos por tres razones. Primera: ha sido el configurador del extraordinario ejército israelí dotado de una tecnología militar punta. El primer suministrador de armamentos en calidad y cantidad, suministro que ha seguido en alza durante toda la guerra contra Gaza. Segunda: es la única potencia que podría haber detenido el genocidio. Tercera: ha sido un dique de contención de una respuesta favorable de los países del mundo para conseguir un alto el fuego y contener las intenciones genocidas del Gobierno Netanyahu. Los últimos presidentes de Estados Unidos, especialmente Georges Bush, nos han echado en cara a los europeos que nos tuvieron que salvar de la tiranía en dos ocasiones. Y ahora con evidente contradicción mantienen en el poder a un nuevo tirano, su “fiel amigo Israel”, que contraviene todas las resoluciones de Naciones Unidas, un tirano que poco tiene que envidiar a los métodos de destrucción de los nazis, al convertir el territorio de Gaza en un campo de exterminio, el Auschwitz palestino.
Junto a los responsables directos los cómplices del exterminio y en primera fila la Unión Europea. Todos hemos asistido al bochornoso espectáculo de una Unión Europea cruzada de brazos, con Alemania a la cabeza, mientras el Gobierno israelí seguía su imparable política de aniquilación del adversario: bombardeando a la población civil de Gaza, cerrando sus fronteras para que nadie pudiera escapar de la encerrona y matándoles de hambre impidiendo la entrada de alimentos.
De la banalización del mal a la normalización de los asesinatos masivos
“Banalización del mal” es una expresión atribuida a la filósofa judía Hannah Arendt, asistente al juicio contra el nazi Adolf Eichmann, condenado a muerte. La estupefacción que le provocó la visión del juicio la llevó a redactar su libro Eichmann en Jerusalén. Refería Arendt que los líderes nazis habían banalizado el mal, porque mostraban en el proceso penal una actitud indiferente e indolente ante el mal causado a los judíos. Recibían órdenes y las ejecutaban mecánicamente sin ningún atisbo de reproche moral.
Ahora la banalización del mal ha pasado al espectador del genocidio palestino, quien de tanto ver en la televisión y los videos escenas de asesinatos masivos en Gaza, a diario, cada vez le presta menos atención y se extrañaría si a la hora del telediario, reposado en su reconfortante sofá, no recibiera su dosis diaria de imágenes de exterminio. ¿Qué raro? ¿Qué habrá pasado?.
El espectador, al contemplar en tiempo real y en toda su acritud la ejecución del mal, como un hecho habitual, ha llegado a normalizarlo y con ello ha bajado la fuerza de la respuesta moral. Sabemos que, si los medios dejan de narrar la crueldad en un conflicto bélico concreto, con el paso del tiempo el mal desaparece de nuestras mentes. ¿Quién se acuerda de tantas guerras, hoy tan atroces como cuando ocupaban la atención de los medios, porque en estas fechas las guerras de Ucrania y Gaza son las únicas proyectadas a la opinión pública por los medios?
Reflexión final
Después de precisar en breves retazos las semejanzas y diferencias de ambos genocidios, veo con claridad la naturaleza subjetiva del mal. El mal no está fuera, sino en nosotros. Nosotros lo creamos, unos por acción y otros por omisión. Quien no hace nada contra el mal ajeno, es cómplice de su mantenimiento y en cierta medida coautor de la creación del mal. Banalización y normalización del mal son, a la postre, dos facetas de la supervivencia del mal. Y nadie puede predecir su evolución. La víctima de ayer puede convertirse en el verdugo de hoy. La historia lo demuestra. El Gobierno israelí de los judíos, víctimas del genocidio nazi, es ahora el verdugo del genocidio palestino. ¿Y mañana?
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