Opinión
Farsa y licencia de la reina castiza
Por Pepe Viyuela
Actor
En mitad del descampado se levanta la barraca del prodigio político del momento. Tras un redoble de cajas destempladas y una aguda y chillona fanfarria, el heraldo de la feria de los horrores presenta la nueva atracción que arrasa en los mentideros:
- ¡Señoras y señores, damas y caballeros! No se pierdan en nuestra barraca electoral a la fiera más temida; la mujer capaz de decir cualquier cosa sin despeinarse ni un poquito; aquella a la que temen más los ProPios que los extraños; la maja vestida con armadura y lanza en ristre del Madrid de los chulapos; la reina de la caña libertaria; el azote de la sanidad y la educación públicas; la mujer al mando de una política sanitaria que pudo haber arrastrado a la muerte durante la pandemia a numerosos ancianos en las residencias; el prodigio que acusa a los profesionales de la medicina de estar haciendo campaña contra ella solo por defender una sanidad pública digna; la maga descomunal que se sacó de la chistera un hospital cuyos costes triplicaron el presupuesto inicial y que después, según los datos, ha servido para más bien poco o directamente para nada; contemplen, no se la pierdan, a la dama sin escrúpulos ni pelos en la lengua, al portento humano que va echando fuego por la boca y provoca incendios a su paso.
¡Damas y caballeros! No pierdan detalle, asistan al espectáculo de este prodigio natural, que desde la más profunda caverna tuitera, empezó su carrera hacia el éxito como ventrílocua del perrito de su jefa, hasta conseguir, en un increíble salto mortal, llegar a su trono; la misma emprendedora que consiguió defenestrar a otro jefe por haberse atrevido, incauto, a plantarle cara y sembrar sospechas sobre su castiza honradez y la de su hermano.
Aquí la tienen, entren a ver a la reina de corazones del PPaís de las maravillas, con su guillotina particular a cuestas; la que desfila marcial mientras recibe honores en universidades, la que patrimonializa el concepto de libertad, la creadora del nacionalismo feroz del Madrid es España dentro de España, la flechita de Falange, según afirman los que saben de eso.
Respetable público, este asombroso caso de política de las mil caras, capaz de defender la libertad mientras la agrede, en un alarde de ferocidad sin límites y sin escrúpulo ninguno, acaba de realizar una cabriola increíble en sus declaraciones sobre el Holocausto. Y lo ha hecho nada menos que denunciando en otros lo que ella practica con soltura. Cuando vocea el señalamiento, la criminalización, la deshumanización y la discriminación ejercidos y fomentados desde el poder público y con los recursos del Estado, es a ella misma y a su propia forma de gobernar a quien está denunciando. Y todo eso sin que se le mueva un solo músculo de la cara.
La instrumentalización que es capaz de hacer esta artista del sofisma, en su propio beneficio y con un acontecimiento tan espeluznante como el Holocausto, resulta estomagante y hace alcanzar la nausea al público asistente; pero, sin duda, consigue su objetivo porque sirve para que todos los ojos se posen una vez más en ella. ¿Quién da más?
No se pierdan las maravillosas acrobacias de la estrella del momento, quizá no tengan ningún valor artístico, pero son capaces de hacer mucho ruido, levantar polvareda, embarrar el campo y fomentar la crispación. Aprendan con ella la mejor forma de hacer antipolítica: la que aparta el foco de los hechos y hace que nos fijemos exclusivamente en la mano del trilero, mientras nos roban la cartera.
Lo que nos queda por oír hasta el 28 de mayo no nos lo podemos ni imaginar. Aquellos que le desordenan los discursos han conseguido implantarle una hidra que puede decir una cosa y la contraria. La política por artistas como ella, está dejando de ser un lugar para el debate sosegado y convirtiéndose en un ring donde valen los golpes bajos, los salivazos y los mordiscos.
Este fenómeno natural, que a veces recuerda a Regan MacNeil, necesita un exorcismo que haga que sus demonios interiores la dejen vivir tranquila a ella y a nosotros. El mejor de los exorcismos sería, sin duda, un resultado electoral adverso que la enviara al rincón de pensar.
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