Opinión
El exnovio de Tamara y la gentrificación de los festivales
Por Silvia Grijalba
Escritora y Periodista
Se ha hablado mucho estos días del “Tamaragate”. Que si la hija de Isabel Preysler no se casa, que si se veía venir, que si el novio se besó con una chica, que si estaba en un festival… pero creo que en los océanos de tinta que han corrido por nuestros ojos estas semanas se ha obviado la clave del asunto, que va mucho más allá del tema de la fidelidad, la lealtad y todos esos eufemismos que usamos cuando nos ponen los cuernos (siento la expresión anticuada) y nos viene bien pasarlo por alto. Para mí el titular de todo esto es que el exnovio de Tamara (en adelante EDT para abreviar) estuviera en el Burning Man y todo lo que esto conlleva respecto a una clara destrucción de Occidente (es un poco exagerado pero no tanto, no crean).
Ese vídeo de un chico bailando música electrónica que se ve asaltado por la efusión de una joven con pinta de modelo y preceptivo sombrero vaquero rompe con todos los mandamientos del festival más presuntamente alternativo, contracultural, autosuficiente, ecológico y antisistema del universo. La presencia de EDT en este encuentro de cinco días en el desierto de Nevada donde las transacciones comerciales están prohibidas y uno debe reciclar o llevarse de vuelta a casa su propia basura (incluida la fisiológica) es la peor publicidad que se puede hacer a esta marca que empezó siendo algo realmente revolucionario. Es como si mi admirada Carmen de Mairena saliera en una revista diciendo que viste de Prada, a los dueños de la marca les daría un síncope y secuestrarían toda la tirada de la publicación. Pues bien, que el epítome de pijo, el adalid del capitalismo, prometido con una aristócrata, veraneante en Sotogrande sea uno de los miembros de la “comunidad” de Burning Man es una muestra de cómo esa reunión se ha gentrificado de una manera radical. Sin posible vuelta atrás. Ya había pasado con otros festivales como Lollapalooza que empezó siendo un reducto del punk californiano de los 90, para acabar apareciendo en el juicio de Depp y Heard como prueba de que la actriz quizá no estaba tan disgustada si se fue al citado evento a tomar píldoras del amor con sus amigos. Pero bueno, ya habíamos visto a Paris Hilton disfrutando por allí y haciendo como que veía a algún grupo. Lo de Lollapalooza es entendible hasta cierto punto, pero es que Burning Man es (se supone) más que un festival. Como todo lo importante en Estados Unidos empezó en el garaje de unos jóvenes en San Francisco que decidieron hacer una fiesta en la playa y quemar una figura hecha con material reciclable. Sí, ustedes dirán que eso es una hoguera de San Juan y sí, en efecto. Pero en California son muy de inventar “una narrativa” detrás de todo lo que hacen y de ponerle nombres raros a las cosas. Tras varias vicisitudes, el asunto iba creciendo de año en año y en plena explosión del renacer de la música de los 90, del éxtasis y del nuevo “verano del amor” aquello se convirtió en algo enorme, un festival al que iban los nuevos hippies que en esa época se llamaban “travelers”, una especie de nómadas nacidos del verano del amor de unos padres que oían a Grateful Dead.
El asunto tuvo que cambiar de localización por problemas con las autoridades, así que se fueron al desierto de Nevada y empezaron a instaurar una serie de normas para, durante una semana, crear algo así como una ciudad utópica donde cada uno ofrece lo que tiene. Hay carpas donde regalan abrazos, otras hacen tatuajes, otras con gente actuando, shows de acrobacia… comida y, por supuesto, mucho reiki, yoga, masajes y meditación. En ese sitio no hay electricidad, así que el que quiere usarla debe llevar un generador (esto se autorizó en 1997) y la gente se mueve normalmente en bicicletas o vehículos que ha construido para la ocasión. Los asistentes pueden estar todo un año preparando lo que van a ofrecer, cómo se van a vestir o cómo van a organizar su estancia. Es una especie de Shangri-La o Mad Max que durante años fue una experiencia realmente interesante para el que le gusten este tipo de experiencias interesantes y no le importe tener que llevarse su orín de vuelta a casa. La estancia, si uno se lo toma en serio y no hace trampa, es dura y en su página web ya se advierte que es algo duro. Y lo es.
Pero poco a poco se ha ido introduciendo gente que no acaba de casar (perdón por la palabra) con este tipo de filosofía vital. De hecho, muchos de los que estuvimos en los 90 ya no vamos porque nuestra vida ha cambiado, no sólo por edad. Así que empieza a haber subgrupos que lo toman más como una “rave”, un sitio donde uno tiene una considerable libertad y puede bailar hasta que se acabe el generador (real y metafóricamente hablando). EDT pertenecía a ese grupo.
Pero este fallo de Matrix, que transforma la cultura de finales del siglo XX, nos lleva a lo que se apuntaba al principio. La noticia no es que alguien se dé un beso en plena euforia festiva en Burning Man (el festival de paz y amor excelencia). Los caminos del Señor a veces son inescrutables, pero en este caso eran de lo más predecibles.
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