Opinión
"Todo esto nunca pasó, caballeros"
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
-Actualizado a
En la película Monsters, Inc. -tener niños pequeños proporciona estas alegrías, Feijóo debe saberlo-, los monstruos de la empresa que fabrica energía con los gritos asustados de los niños y niñas descubren un día que las risas de los pequeños son mucho más rentables. Lo consiguen gracias a las carcajadas de una cría, Boo, que se les cuela en la compañía y que cambia su percepción de la realidad infantil humana, convirtiendo esas lucrativas risas en el combustible de su fábrica energética. La cinta concluye con un "Todo esto nunca pasó, caballeros", de Roz, una autoritaria administradora de la planta de sustos y guardiana policial secreta, que se dirige a los dos monstruos protagonistas que dejaron colarse a Boo. Sulley y Mike devuelven a la niña a su habitación y logran revertir los beneficios a la baja de la empresa Monsters S.A. (en castellano) haciendo reír en vez de llorar.
La moraleja made in USA es aplastante y la película, una delicia de horribles y tiernos monstruos. Me he acordado de ella durante estos dos últimos días de congreso extraordinario del PP, y no por los monstruos, aunque alguno habría, foro al que Aznar -vía plasma- y Rajoy acudieron prestos a tratar de levantar a un auditorio a veces lloroso, a veces entusiasmado, con esa ciclotimia propia del duelo. Llegaron los dos expresidentes del Gobierno a enterrar una etapa del partido que, según él mismo, nunca tendría que haber existido: la etapa Casado. Su cadáver, el del ya último expresidente del PP, fue dignamente amortajado y perfumado en el congreso de Sevilla durante unas 24 horas antes de ser enterrado para siempre. "Todo esto nunca pasó, caballeros".
Habló Aznar de proyecto ganador y nada más, advirtiendo contra una especie de última oportunidad para el partido y poniendo más presión sobre Feijóo, sin acordarse el cómplice del desastre de Irak quién llevó a una derrota segura a su partido y a su sucesor en 2004 con mentiras que traspasaron todos los límites morales. "Todo esto nunca pasó, caballeros".
Habló Mariano Rajoy -segundo gallego de tres al frente de AP-PP- y, mucho más divertido, pero igualmente duro, pidió hacer lo que se tenía que haber hecho y no se hizo en 2018, cuando Casado ganó las primarias del PP contra la candidata de las bases, Soraya Sáenz de Santamaría. El candidato de Rajoy a relevarle era Feijóo, siempre lo había sido, pero la moción de censura que echó a aquél del Gobierno por la corrupción del PP impidió una elección a dedo y forzó unas primarias a las que Feijóo no quiso presentarse. Si no iba por aclamación, el presidente de la Xunta no iba. "Todo esto nunca pasó, caballeros".
Fue Rajoy y no Aznar -el candidato de éste era Casado, antes de cambiarlo por Ayuso y aplaudir ahora a Feijóo- quien hizo reír al auditorio con su retranca marca de la casa y dejó los deberes señalados a su delfín: "Es la economía, hijo", vino a subrayar. El expresidente de la moción de censura por corrupción habló, a través de la segunda lectura que siempre hay que hacerle, de liderazgos de centro-derecha ausentes hasta ahora; se refirió a una España en quiebra inminente que tendrá que levantar el PP con su gestión que él cree exitosa pese a ser el suyo el único Gobierno que recibió un rescate -el bancario, sin devolver aún-; reclamó una política para adultos, como el título de su último libro, que consiste, básicamente, en pasar de puntillas por los temas territoriales y sociales, haciendo como que se hace en igualdad, pero recortando y privatizando servicios públicos o financiando a los Hazte Oír de turno por debajo de la mesa y diciendo que hay que bajar impuestos a los trabajadores en la oposición para subírselos -solo a éstos- cuando se gobierna con la disculpa de la herencia recibida. No fallan.
A Feijóo, no obstante, se le vio concentrado y bastante más serio de lo que sería de prever durante su aclamación en Sevilla. El aún presidente de la Xunta de Galicia, abrumado por los tiempos que vivimos, siendo consciente de su responsabilidad y riesgo -inteligencia no le falta y Ayuso ya le avisó de que el PP estaba allí para ganar elecciones, no solo un congreso-, ha apostado por ampliar el peso de un partido herido en torno al núcleo de barones, porque aunque nadie los mencionó en sus discursos, el elefante Vox estaba en la habitación, y pesa mucho.
Feijóo quiere responsabilidades compartidas, de forma que, como ha hecho Mañueco en Castilla y León, las decisiones autonómicas sean soberanas en pro de la estabilidad interna y externa, porque el poder es lo primero. Ya lo avanzó el presidente de Andalucía, Juanma Moreno, en una entrevista en la mañana del viernes: tal vez sea una buena opción meter a Vox en los gobiernos para que se moderen o, traducido a la calle, para que pierdan votos ante la difícil realidad ejecutiva.
En el PP creen que a los de Santiago Abascal les puede ocurrir en Castilla y León o en Andalucía, si llega el caso y hay coalición con Moreno de presidente, como a Unidas Podemos en las comunidades, ayuntamientos o en el Gobierno central donde han estado: que se vayan disolviendo. Olvidan fácilmente que la historia de España tuvo una derecha liberal republicana y demócrata -lo suficiente para el carajal entonces-, que fue la que se esfumó en la Guerra Civil con el golpe de Estado del franquismo. Aún estamos esperando a que aparezca esa derecha liberal republicana de este siglo. Suerte para esto, pero solo para esto.
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