Opinión
La ejecución es pasarse
Por David Torres
Escritor
Actualizado a
Winston Churchill aseguraba que “la democracia es el peor invento de gobierno posible, con excepción de todos los demás”. A lo mejor exageraba, pero lo cierto es que el mecanismo de las elecciones apenas ha evolucionado desde aquellos lejanos tiempos en que los candidatos recorrían el país en carromato, daban discursos al son de una charanga de pueblo y se ponían a besar y abrazar niños entre el público como si fuesen suyos. Por lo demás, la tecnología inherente a los comicios sigue siendo decimonónica: fotos ensuciando las calles, lastimosos eslóganes, urnas en las que depositar las papeletas, listas kilométricas con nombres y apellidos que hay que ir tachando uno por uno, etc. Da la impresión de que la política en pleno siglo XXI camina marcha atrás. Cualquier día nuestros próceres van a descubrir el orinal.
Digo yo que, entre los trasplantes de corazón, los aviones supersónicos y los teléfonos inteligentes, podían haber inventado algo que reemplazara al mitin, al cartel electoral y a ese tartamudo recuento de votos digno de un bingo en un hotel de Benidorm. Sobre todo ahora que la publicidad digital está a un paso de emular aquella novela de Philip K. Dick en la que los anuncios parlantes se colaban a través de la ventanilla abierta de un automóvil y se ponían a zumbar como abejorros ante los ojos del conductor. Sin embargo, las campañas electorales se resisten a cualquier avance científico, quizá porque Churchill tenía razón y en materia de democracia todavía no hemos descubierto nada mejor que el orinal.
En estos días estamos asistiendo a un verdadero derroche de astracanadas en el que no importa lo más mínimo hacer el ridículo siempre y cuando se puedan rebañar unos cuantos votos por aquí y por allá. Si la plana mayor del PP, con Feijóo, Ayuso y Almeida a la cabeza, usaron de telonera a una pastora evangelista colombiana, Begoña Villacís intentaba disputarles el electorado latino de la capital disfrazándose de rapera con camiseta y gorra de béisbol: dos ejercicios de travestismo étnico en el que unos repetían el número de Warren Sánchez de Les Luthiers y la otra parecía la prima blanca del príncipe de Bel Air.
En Segovia, la candidata socialista a la alcaldía, Clara Martín, no se ha quedado atrás al aludir a la canción de Shakira contra Piqué partiendo un adverbio en dos para fabricar un eslogan que le está haciendo la competencia al acueducto: “Clara mente comprometida con Segovia”. La frase ha entrado por derecho propio en el apretado ranking de las más hilarantes consignas electorales a nivel nacional, muy cerca de los mayores desatinos que recientemente han campado por la geografía española. “Madrileños por Edmundo” fue lo que se les ocurrió a los asesores de Edmundo Bal, de Ciudadanos, en las elecciones del 4 de mayo de 2021. “Vota con un PAR” era el lema del Partido Regionalista Alicantino. “Con cabeza y corazón… ¡vota Ignacio Cabezón”, obra insigne de los populares de Leda.
Sin embargo, ninguno de estos dislates puede compararse a la actuación estelar de Miguel Ángel Revilla en un hospital cántabro, cantando a pleno pulmón, sin mascarilla, “Dame la mano, morena” a un paciente que estaba a punto de pedir la extremaunción. Al acabar de berrear, Revilla estaba tan orgulloso que le dijo qué le parecía. Fue una suerte que no le preguntara qué le parecía la ejecución, porque el pobre hombre, que no sabía dónde esconderse, bien podía haber respondido lo mismo que Paco de Lucía a aquel padre que le obligó a escuchar cómo su niño martirizaba una guitarra: “Hombre, la ejecución es pasarse; yo creo que con dos hostias bien dadas va bien”. Por lo menos podía haberle llevado una lata de anchoas. Menos mal que todavía no ha empezado la campaña, porque a este paso tampoco vamos a saber dónde escondernos.
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