Opinión
La decepción
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
"Algunos de sus dirigentes [del independentismo] siguen aferrados a un exceso de gesticulación poco realista. Todo ello les ha pasado factura en las urnas, ya que en las elecciones de febrero de 2021 los partidos independentistas perdieron unos setecientos mil votos, aunque mantuvieran el poder en la Generalitat. A buen seguro que esos electores no dejaron de abrazar la idea de una Cataluña independiente, pero castigaron las peleas de sus líderes y sus mentiras quedándose en casa". El muro (Península) es el último libro de la periodista Lola García, directora adjunta de La Vanguardia y esta reflexión pertenece casi al final. Desconozco si García ha publicado este libro a propósito de lo que sucede estos días en Catalunya, para tratar de situar en el lugar que le corresponde a cada una de las piezas del choque contra el muro que separa a España y Catalunya y que se produjo en 2017. Es improbable, pero lo parece y es francamente útil.
Este sábado se cumplen cinco años del 1-O y mientras el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos, con su táctica de diálogo e indultos, ha ganado tiempo de paz en la resolución o convivencia con el conflicto catalán, además, con el apoyo de la apuesta de ERC por un independentismo pragmático, el Govern se cuece estos días en su propia salsa hasta una previsible evaporación o concentracion en una esfera muy pequeña. ¿Son conscientes los socios díscolos del Ejecutivo catalán de cuánto están dejándose por el camino con este desafío a ERC? Es posible que Junts viva en tal situación de estrés con las peleas internas, la situación judicial de Laura Borràs o la pérdida de apoyos electorales en las últimas elecciones, que en su contacto con la calle -más allá de sus militantes muy cafeteros-, hayan perdido la perspectiva sobre el momento en que estamos. También Catalunya, pese al muro de García, como el resto de Europa.
El movimiento independentista catalán -sus líderes políticos en 2017, los juzgados y encarcelados, las que se fueron, los que se quedaron, los humillados y arrasados por el poder del Estado, los muy torpes, los más listos (nunca lo suficiente para aguantar la arremetida desde Madrid), los crédulos, los indultados, los señalados, los apaleados, los que votaron sí el 1-O, los retiradas del activismo o los aún presentes ...- sigue vivo, pero como diagnostica García, se identifica cada vez menos con sus representantes políticos e institucionales.
Creo que desde posiciones democráticas, en Catalunya es más que posible pasar de ser no independentista a ser independentista, aunque suene frívolo, como respuesta a las injusticias y violaciones de derechos políticos cometidos, sobre las que la Justicia europea aún no se ha pronunciado en sus puntos más sensibles. También, ahora, es más que probable que un independentista no se sienta representado por un Govern independentista; ni siquiera por todos los politícos y políticas de los partidos independentistas. ¿Qué herramientas quedan a un independentista que no se siente representado políticamente para lograr su legítimo objetivo mediante las vías democráticas? De inicio, más frustración. De continuación, un Govern no independentista para una mayoría parlamentaria que sí lo es. Y dejarlo ir hasta un nuevo choque, que lo habrá.
La crisis del Govern es incomprensible, en este momento sobre todo. No se entiende, y hace daño, incluso a aquellas que sin compartir postulados soberanistas, respaldaron cada acción de este movimiento como parte de la expresión democrática en Catalunya y fuera de ella. Pues también a éstas las están perdiendo.
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