Opinión
Cuatro apuntes y una conclusión sobre las elecciones legislativas en Francia
Por Pablo Castaño
Periodista
-Actualizado a
1. Derrota de Macron (245 escaños, 38,6% de los votos). Por primera vez desde 1998, un presidente recién elegido no tendrá la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Todo está preparado en el sistema institucional francés para reforzar el poder del presidente: las legislativas justo después de las presidenciales y un sistema electoral a dos vueltas que favorece a los grandes partidos. Ni así ha conseguido superar la mayoría simple Ensemble!, la candidatura de Emmanuel Macron, un signo inequívoco de que su elección en abril fue más por defecto (para evitar la victoria de Marine Le Pen) que por adhesión a su programa. Ahora el presidente tendrá que intentar llegar a la mayoría absoluta seduciendo tránsfugas de la derecha tradicional, se verá obligado a negociar las iniciativas legislativas… o a gobernar sistemáticamente por decreto, lo que podría acabar de hundir la popularidad de un presidente que ya es percibido como excesivamente autoritario.
2. Éxito de Mélenchon (131 escaños, 31,6% de los votos). La unión de la izquierda, una alianza inédita desde 1998, será la primera fuerza de oposición bajo el liderazgo de Jean-Luc Mélenchon, con 144 escaños. Después de quedarse a las puertas de la segunda vuelta de las presidenciales, el líder ‘insumiso’ consiguió forjar una coalición con el Partido Socialista, Los Verdes y el Partido Comunista, una alianza inédita desde 1997. La popularidad de Mélenchon, un programa ambicioso centrado en cuestiones cotidianas (como el bloqueo de los precios o la subida del salario mínimo) y la ilusión creada por la unión de las izquierdas han permitido resucitar un campo político que hace pocos meses parecía desaparecido del mapa. Con el eslogan “Mélenchon, primer ministro”, la coalición de izquierdas ha conseguido convertir la campaña en un duelo con Macron. Como afirmó Mélenchon en la noche electoral, el “objetivo político” de romper la mayoría presidencial está conseguido, aunque el resultado es inferior al pronosticado por algunas encuestas y se ha visto ensombrecido por el inesperado crecimiento del Reagrupamiento Nacional de Le Pen. Mélenchon no será primer ministro, pero será el líder de la oposición.
3. Subida de Le Pen (89 escaños, 17,3% de los votos). El Reagrupamiento Nacional (RN), que ya obtuvo el 19% de los votos en la primera vuelta de las legislativas, ha pasado de tener 8 a 89 diputados. Un salto espectacular que no habla tanto de incremento de apoyos a la extrema derecha como del fin del “cordón sanitario” republicano: hasta ahora, el grueso del electorado se movilizaba en las segundas vueltas para eliminar a los candidatos de la extrema derecha. Esta vez, RN ha ganado la mayoría de sus duelos territoriales tanto contra Ensemble! como contra la NUPES. Ha actuado más el anti-macronismo y el anti-mélenchonismo que el miedo a la extrema derecha, un presagio siniestro para los próximos ciclos electorales. El buen resultado de Le Pen es especialmente preocupante considerando la débil campaña de la líder ultra, que desde el principio dio por hecha la victoria de Macron y se vio marginada en los medios por la centralidad del enfrentamiento entre el presidente y Mélenchon.
4. Crisis política. La V República se parece cada vez más a la imagen del que intenta tapar una fuga de agua con cada mano, pero siguen apareciendo cada vez más chorros de agua hasta que se ahoga. Cada elección que pasa, Francia parece más cerca del abismo. Este domingo ha votado menos de la mitad del electorado, un récord de abstención superado solo por las legislativas de 2017. La fragmentación de la Asamblea Nacional augura un bloqueo político que ha llevado a algunos portavoces macronistas a evocar la posibilidad de disolver el Parlamento en un año. Y para colmo, la extrema derecha tendrá un grupo parlamentario propio que multiplicará su visibilidad y le permitirá maniobras parlamentarias como presentar mociones de censura. El sistema político de la V República sacrifica la representatividad en favor de la estabilidad, con un sistema electoral profundamente mayoritario y un presidente normalmente todopoderoso, hasta el punto de que las protestas en la calle son a menudo la única forma de expresar demandas populares, como ya explicó Perry Anderson en The New Old World (2009). Cada vez más, el sistema es incapaz de garantir ni la representatividad ni la estabilidad. Quizá por eso resuena con tanta fuerza la propuesta de Mélenchon de pasar a una VI República.
Conclusión. Las elecciones del domingo confirman la división del tablero político francés en tres bloques: el centro liberal macronista, la extrema derecha y la izquierda liderada por la Francia Insumisa. El primero cada vez más débil, el tercero cada vez más fuerte. Es una buena noticia respecto al escenario de hace solo unos meses, cuando parecía que Francia se deslizaba a un escenario “a la italiana”, sin izquierda reconocible. El sistema político francés está en una crisis profunda y orientado hacia la derecha, pero el surgimiento inesperado de la NUPES muestra que hay espacio para una izquierda transformadora que, como dijo Mélenchon en la noche electoral, “no renuncia a la ambición de gobernar y llevar el país a otro horizonte”.
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