Opinión
Censura tú, que a mí me da la risa
Por David Torres
Escritor
Actualizado a
A primeros de diciembre se publicó un artículo en The Economist donde el autor mostraba su asombro ante la desconfianza de los españoles en su gobierno, cuando los datos objetivos -desde las cifras del paro hasta el precio de la luz- indican que las cosas no van tan mal. Claro que las cosas se ven distintas desde la BBC o la radio francesa que desde los informativos de RTVE o de Antena 3, no digamos ya desde esos cotarros mañaneros de Susanna Griso o Ana Rosa Quintana, donde parece que el país vaya a partirse en dos en cualquier momento o que van a okuparte el piso en cuanto bajes a tirar la basura. Entre los analistas de The Economist o los analistas de la Cope y El Hormiguero no sabe uno de quién fiarse.
Es lógico que, antes de que la situación mejore todavía más, la derecha en bloque haya decidido movilizarse y tronar como savonarolas para anunciar desastres, terremotos, plagas, hecatombes e incluso el apocalipsis en tres tomos si Sánchez sigue en el poder. En lo que no están muy de acuerdo los líderes de la derecha es en el modo de desalojarlo del poder, ya que Feijóo opta por esperar a las elecciones mientras que Abascal prefiere la moción de censura, una auténtica especialidad de la casa. En octubre de 2020 ya presentó una bien gorda, cocinada con trolas espectaculares que combinaban las estadísticas trucadas, las acusaciones de fraude electoral y la invención de un virus made in China importado vía feminista. El cocido le quedó tan apetitoso que al final decidió comérselo él solo.
Al igual que hace dos años Casado no se atrevió a coger de la mano a Abascal y tirarse junto a él por un barranco, Feijóo también ha elegido dar marcha atrás por esa escalera dialéctica en que los gallegos unas veces suben y otras bajan. Deben de escocerle bastante los revolcones que se ha llevado en el Senado como para prepararse a recibir otro en el Congreso, aunque sea por poderes. Le ha contestado a Abascal al estilo de aquel viejo chiste en que unos quinquis pretenden desvalijar una casa; uno va a entrar por la ventana cuando se lleva un garrotazo en la boca y, sujetándose los dientes ensangrentados, le dice a su compañero: “Entra tú, que a mí me da mucho la risa”.
A Abascal, por su parte, todavía le pitan los oídos del vapuleo que le pegó hace poco Sánchez en el Congreso, cuando le dijo que en Vox eran tan gandules que ni siquiera habían presentado una sola enmienda a los Presupuestos. La España que madruga se levanta a las siete de la mañana a correr: a correr las cortinas, que les da el sol en la cara, y a acostarse otra vez. Que lo acusen de machista, de embustero y de envenenar la convivencia ciudadana, pase, pero que lo tachen de vago y de nulo rendimiento laboral, hasta ahí podíamos llegar. Así que, frotándose las manos, el líder de Vox se ha reunido con Inés Arrimadas y con Cayetana Álvarez de Toledo para cocinar otra moción de censura con la que ponerse las botas.
Sin ir más lejos, el pasado viernes Arrimadas dio una rueda de prensa ante un montón de sillas vacías en las que calificó a Sánchez de “aprendiz de dictador” y de haber perpetrado un “autogolpe de Estado” para perpetuarse en el poder. Teniendo en cuenta que justamente la semana pasada se desmanteló un intento de golpe de Estado en Alemania -que implicaba a terroristas de extrema derecha y monárquicos nostálgicos del Reich- y que el presidente de Perú, Pedro Castillo, dio un discurso en que disolvía el parlamento peruano y decretaba un gobierno de excepción, hay que felicitar a Sánchez por haber llevado a cabo su autogolpe con tanto sigilo que no ha salido una sola noticia en la prensa internacional. Una lástima que Mariano haya abandonado sus crónicas futbolísticas porque podía haber escrito la última con la victoria de España en el Mundial de Golpes de Estado celebrado la semana pasada: “Alemania es Alemania, Perú es Perú, y Pedro Sánchez en realidad es Pablo Iglesias”. Santiago González escribió una columna en El Mundo el pasado sábado en un tono similar, el mismo periodista que publicó el obituario de la enfermera Teresa Romero, infectada de ébola, cuando todavía estaba viva y coleando.
El problema es que no parece haber muchos candidatos para capitanear la moción de censura presentada por Vox. De momento suena el nombre de Carlos García Adanero, quien fue expulsado de UPN por saltarse la disciplina de partido y votar en contra de la reforma laboral de Yolanda Díaz, pero Toni Cantó ha propuesto también a Joaquín Leguina, recién despedido del PSOE tras su larga deriva hacia la derecha, y de Rosa Díez, a quien tiene mucho cariño. Probablemente esto es lo más gracioso que haya dicho Cantó desde su estreno como bufón en Telefacha (y antes también), pese a que podía haber sido más gracioso todavía si hubiese propuesto además a Toni Cantó. También están sonando fuerte los nombres del Oso Yogui, de José Manuel Soto y del chino del bar franquista en Usera, aunque con la caraja que llevan encima Arrimadas y Abascal, lo mismo presentan la moción de censura contra Luis Enrique.
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