Opinión
Camarada Edmundo Bal
Por Sato Díaz
Coordinador de Política.
James Hugh Calum Laurie toca la guitarra y el piano, también canta. No puede quitarse esos aires de rockero aunque realmente sea internacionalmente conocido por su faceta actoral más que por la de músico. Hugh Laurie ponía rostro, voz y piel al amado personaje Dr. House de la homónima serie norteamericana producida por la Fox, House. Un médico anestesista sobrellevaba la labor en el hospital con desparpajo, ironía y humor ácido. Un ejemplo de una gran creación de personaje.
Quien también conserva unos dejes rockeros parecidos es el portavoz parlamentario de Ciudadanos Edmundo Bal, que desde este viernes es también candidato a liderar el partido naranja, una opción que ha sentado como un jarro de agua fría en el entorno próximo de Inés Arrimadas, quien tendrá que decidir en los próximos días si se presenta al cónclave naranja del mes de enero, del que saldrá dirección y sentido del partido para un nuevo ciclo político, si es que el partido lo soporta.
Este abogado del Estado ha logrado bastante protagonismo político en la legislatura, desde que Inés Arrimadas asumiera el liderazgo tras la marcha de Albert Rivera en noviembre del 2019. El catalán dejó al partido con tan solo diez escaños tras la repetición electoral de noviembre de aquel intenso año político, en las generales de abril habían entrado 57 diputados naranjas en el Congreso, eran la tercera fuerza política, puesto en el podio que regalaron a la ultraderecha unos meses después. Y es que Rivera se vio fuerte y creyó que podía ser el primero en la dura competición que se vivía en el ámbito de las derechas y ultraderechas. Quiso adelantar al PP de Pablo Casado, que veía con temor cómo le crecían los enanos más ultras, Vox, a su diestra.
Era el conocido "trifachito", que tuvo su representación gráfica en la inmortalizada 'foto de Colón' de febrero de aquel 2019. Una concentración en la céntrica madrileña plaza contra el diálogo entre el Gobierno y los independentistas, que fue más ruidosa (por los altavoces mediáticos madrileños) que multitudinaria y unió para siempre en el recuerdo a PP, Cs y Vox. Rivera posó sin despeinarse con la ultraderecha, en un acto de blanqueamiento de la misma sin igual. No estuvo bien visto por los liberales europeos. Rivera quiso ser Emmanuel Macron, pero cada vez se parecía más a Marine Le Pen.
Cuando llegó Arrimadas a la presidencia de Ciudadanos en marzo de 2020, tuvo un amago de quitarle a su partido el tufillo nacionalista español e impulsar un aspecto liberal. Duró poco el intento. Los medios conservadores de Madrid, con Federico Jiménez Losantos a la cabeza, evidenciaron que aquel camino no era el que deseaban. Arrimadas se mantiene hoy en día en competición con Vox en dureza en el lenguaje contra el Gobierno de coalición y contra los socios parlamentarios soberanistas del mismo.
De esta legislatura, Bal cuenta a su favor con haber sido el alma del grupo parlamentario en el Congreso durante buena parte de ella, pues Arrimadas ha estado alejada de la política un tiempo por permiso por maternidad. El actual aspirante a liderar el partido naranja negoció importantes acuerdos durante la pandemia, lo que ofrecía a Sánchez la posibilidad de pactar con distintos actores, la geometría variable. Poco a poco, esos pactos se fueron enterrando.
En su contra, tuvo un pésimo resultado en las elecciones autonómicas de Madrid de mayo de 2021, convocadas anticipadamente por Isabel Díaz Ayuso. Fue cabeza de cartel, como si de un festival de rock se tratara, pero no fue a ver el concierto ni el apuntador. Ciudadanos pasó de tener 26 diputados y estar en el Gobierno de la Puerta del Sol con Ignacio Aguado, a no tener ningún representante en el parlamento vallecano. La culpa no fue solo de Bal, la gestión de su antecesor como vicepresidente de Ayuso dejó mucho que desear. Todavía se recuerda a Aguado inaugurando un dispensador de gel hidroalcohólico en alguna estación de metro.
Dice Bal que quiere imprimir en Ciudadanos el talante progresista que ha perdido, dejar de lado la senda conservadora que el partido abandonó desde, casi, sus comienzos en Catalunya. Aspira a referenciarse en los liberales europeos, grupo del que forma parte la formación naranja. En Alemania, los liberales forman parte de la coalición gubernamental junto a socialistas y verdes. Aquí Aguado tuvo la oportunidad de gobernar la Comunidad de Madrid con el PSOE de Ángel Gabilondo y el Más Madrid de Íñigo Errejón en 2019, pero prefirió hacerlo con el PP que llevaba en la Puerta del Sol desde 1995, para lo que necesitaron del visto bueno de Vox. Algo similar ocurría en el Ayuntamiento, los protagonistas habrían sido Manuela Carmena, Pepu Hernández y Begoña Villacís. Ni hablar, esta última prefirió a José Luis Martínez-Almeida con el apoyo de Javier Ortega Smith.
Los viejos rockeros nunca mueren, señala la tradición. A Bal le consideran entre las filas de Ciudadanos "el rojo" del partido, "Edmundo el rojo", "Camarada Bal". En su intención está, si los medios de derechas no le doblaran antes el pulso, llegar al liderazgo para desviar a la formación de la senda conservadora, separarse del nacionalismo español que ha sido su leitmotiv durante los años e imprimirle algo de liberalismo. "Situarnos entre el PSOE y el PP, no disputarle la derecha al PP, al lado de Vox". "La única forma de que el PSOE no mire a ERC y EH Bildu es abriéndonos a pactar con ellos".
Quizás todo esto suene irónico, como un chascarrillo del Dr. House. Pues quizás la única duda que podamos plantearnos a estas alturas es si Ciudadanos se puede renovar todavía, si está a tiempo de cambiar de dirección y caminar hacia otro lado, si todavía hay partido o si, como señalan las encuestas y la deriva en las urnas, está ya condenado a la desaparición e irrelevancia política. Quizás ha venido Dr. House a revivir a un muerto.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.