Opinión
Calima del Sáhara
Por Pepe Viyuela
Actor
Del Sáhara llegaron estos días toneladas de arena que cayeron sobre nosotros convertidas en barro, como una especie de mal augurio; como un anticipo de la tormenta política que ha desatado el Gobierno de España con su decisión de consumar la traición al pueblo saharaui, comenzada hace 47 años. Nuestro país ha quedado cubierto por una sucia polvareda que nos mancha a todos. Eso sí, a unos más que a otros.
Hete aquí que al presidente no se le ha ocurrido otra cosa que anunciar lo que llama "nueva etapa" en las relaciones con Marruecos, dando un giro más de tuerca al abandono histórico del pueblo saharaui por parte de los Gobiernos de nuestro país.
Tanto él como el ministro Bolaños y el recién llegado ministro Albares, intentan explicar este giro aludiendo a todo aquello que les conviene aludir y evitando hablar de las víctimas, así como de las consecuencias negativas de su decisión.
Hacen especial hincapié en lo que presentan como una mejora en las relaciones con Marruecos. Pero, ¿ha oído alguien a alguno de ellos referirse a la situación de los refugiados saharauis que viven en el desierto o a los que son reprimidos con brutalidad en los territorios ocupados o torturados en las cárceles marroquíes?
Y es que el chantaje al que Marruecos lleva sometiendo a los sucesivos Gobiernos españoles sigue dando sus frutos. Las constantes presiones de nuestro vecino del sur llevaron hace meses a la destitución de la ministra González Laya por el mencionado Albares. Este cambio tenía como objetivo mejorar las relaciones diplomáticas con Marruecos, pero lo que conseguido es arruinar nuestra adhesión a los principios de la legalidad internacional.
Mohamed VI decide desde Rabat cuándo es necesario cambiar un ministro del Gobierno de España, una bajada de pantalones que coloca a la diplomacia de nuestro país a la altura de ese barro de calima que oscurece la vista y contamina el ambiente.
La historia del abandono del pueblo saharaui a lo largo de casi medio siglo de conflicto alcanza con esta “nueva etapa” un nuevo récord en la cota de ignominia. ¡Enhorabuena, presidente!
Cuando estos días le hemos visto recorrer el orbe hablando de los derechos de los refugiados ucranios, (¡bravo por ello!) algunos no hemos podido dejar de advertir que padece de amnesia selectiva, al olvidar la situación de los refugiados saharauis, los que podríamos llamar refugiados Made in Spain.
Su absoluto silencio respecto a estas personas, el deliberado ninguneo al que los somete, suponen una bajeza moral sin paliativos. ¿O es que quizá en su concepto de lo que es la legalidad internacional existen refugiados de primera y de segunda?
El pueblo saharaui se ha convertido en moneda de cambio para, pretendidamente, mejorar las relaciones con el vecino abusón, un régimen dictatorial, que seguirá viniéndose arriba y utilizando las bazas de la extorsión con la inmigración ilegal y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
Y lo hará, no nos quepa duda, cada vez que le resulte porque es su forma de hacer política, porque lleva décadas pisoteando los derechos humanos y porque su estrategia nace de la cabeza de Mohamed VI, alguien que ha demostrado sobradamente carecer de escrúpulos.
Resulta ingenuo o muy estúpido pensar que el monarca alauita dejará de extorsionar a España si, cada vez que lo hace, consigue sacar tajada. Marruecos ha sido históricamente un vecino incómodo y no va dejar de serlo porque el Gobierno de España se pliegue a sus deseos.
Marruecos es consciente de ser el país del Magreb con mejores relaciones con Estados Unidos y con Francia, sus grandes valedores y ante quienes los Gobiernos españoles no han tenido voluntad de enfrentarse y esgrimir argumentos y principios para negociar una salida digna para este asunto.
Hablemos claramente: Marruecos invadió ilegalmente en 1975 el Sahara Occidental, del mismo modo que Putin está invadiendo Ucrania; se ha apropiado del territorio, de sus recursos, vulnera los derechos de los saharauis, es el responsable del exilio de miles de personas en los campamentos de Tinduf, desoye la legalidad internacional, ha burlado y evitado la celebración de un referéndum y ha provocado un conflicto bélico que se está desarrollando en la actualidad, aunque lo niegue... ¿Hay quién dé más? Y pese a todo ello, ¿el Gobierno español se pone de parte de Marruecos?
Esta decisión gubernamental es un auténtico diluvio de lodo sobre el prestigio de España. Este barro del Sáhara no podrá limpiarse nunca de la conciencia de quienes han decidido abandonar a los saharauis en manos de una monarquía medieval.
Avergüenza ver cómo se anteponen intereses materiales a los más elementales derechos y es repugnante comprobar cómo la realpolitik se convierte en la bandera de la diplomacia.
Los aprendices de Maquiavelo se sientan en el Gobierno y con Sánchez a la cabeza, se han convertido en replicantes de Trump y siguen sus pasos, dando la razón a un estado represor que se niega a aceptar la legalidad internacional.
Para acabar, detengámonos un momento en las consecuencias de este brillante paso de la diplomacia patria. La primera de todas es que Argelia ha llamado a consultas a su embajador y que probablemente acabe retirándolo, con lo que el pretendido arreglo de las relaciones con Marruecos, se descose por el lado de las relaciones con Argelia; que resulta, ¡oh cielos!, que nos nutre de gas y que quién sabe si podría dejar de hacerlo o si tomará medidas que yo al menos no puedo prever.
Nuevamente quien va a salir ganando en este río revuelto no es España y, ni mucho menos, el pueblo saharaui, sino una vez más el dictador que se sienta en el trono de Rabat. Debe estar frotándose las manos, mientras a Sánchez y Albares se les va quedando cara de póquer a medida que pasan las horas.
Por otra parte, la osadía política de Sánchez y Albaresles ha les ha llevado a tomar esta decisión sin consultar con sus socios de Gobierno ni con la oposición, y ni siquiera habiendo tanteado previamente la respuesta de Argelia. ¡Qué desastre!
Si no fuera por lo dramático del asunto, podríamos decir que esto es un error diplomático de libro y, lo que es peor, un gesto cobarde y miserable que sitúa a nuestro país en el listado de los que no se toman en serio los derechos humanos, y que se desentiende de las obligaciones que le atribuye el derecho internacional como potencia administradora de un territorio por
Quizá sea bueno recordarle al presidente el precio que puede pagar en las próximas elecciones por esta decisión que, por otra parte, supone también una traición a su propio compromiso electoral.
De los polvos esparcidos por aquel González, al barro en que se ha enfangado este Sánchez, pasando por las botas de los Zapatero, Aznar y Rajoy, nuestros sucesivos Gobiernos están dejando el felpudo de la historia manchado con la mugre de la desvergüenza.
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