Opinión
Ayuso y el aborto de alquiler
Por David Torres
Escritor
Hay una expresión muy particular de Díaz Ayuso cuando le preguntan algo y se ve que mastica la respuesta con los ojos, preparada para saltar a bomba a un charco bien gordo y salpicar a todo el mundo. Es complicado imaginar lo que le pasa por la cabeza en ese momento, si es que le pasa algo, porque lo más probable es que diga lo primero que se le ocurre, pero en su mirada se instala una especie de mecanismo, de mira telescópica, al estilo de la muñeca gigante de El juego del calamar mientras los pobres jugadores se quedan quietos como conejos. Casi da la impresión de estar pensando: “Hostia, qué fuerte lo que acabo de pensar, qué fuerte, pero no sé si decirlo o no. Venga, va, lo digo”.
Esta semana volvió a hacerlo, además en el programa de Ana Rosa Quintana, su presentadora amiga, quien hasta llegó a recular cuando la presidenta habló de “las feministas profesionales, las que están en los entornos del PSOE y de Podemos, que lo venden como una fiesta, como una celebración”. Se refería al aborto y dijo que se trata de una decisión que "hay que tomar una vez, no cada cuatro veces, que lo hacen muchas mujeres”. Sí, es muy complicado imaginar lo que pasa por la cabeza de una mujer que piensa que hay muchas otras que ven el aborto como una fiesta y que lo hacen cada cuatro veces. Vete a saber si quería decir que abortan una vez de cada cuatro que se quedan embarazadas o si han abortado cuatro veces.
En la entrevista hubo otro momento, no menos inquietante, en que Ayuso explicó el problema de la vivienda al señalar que la gran cantidad de pisos vacíos en Madrid, unos ciento cincuenta mil, se debe a que los propietarios temen que los inquilinos se los ocupen, no paguen el alquiler y los destrocen. Si las palabras de Ayuso tuvieran algún viso de realidad, la capital sería algo así como una película de Alex de la Iglesia, con regimientos de delincuentes saqueando viviendas por deporte al tiempo que aquelarres de mujeres abortan fetos uno detrás de otro entre alegres borracheras, al estilo de las brujas de Zugarramurdi. Puede que estuviera pensando en el aborto cuando habló del alquiler y en el alquiler cuando habló del aborto, es difícil decirlo. En la cabeza de Ayuso todo es posible y en la de sus votantes, quién sabe.
Lo cierto es que lo más parecido a este libertinaje mortal madrileño tuvo lugar en las residencias de ancianos durante los primeros meses de la pandemia, cuando, gracias a la gestión de Ayuso, la orden de no trasladar a los enfermos a los hospitales produjo una verdadera masacre. Que la presidenta fue la responsable máxima de esta decisión lo demuestra no sólo el protocolo que fijaba los criterios de exclusión firmado por Carlos Mur sino el bloqueo de la comisión de investigación que tuvo lugar en la Asamblea de Madrid el pasado julio, por obra y gracia de Ayuso y de sus socios de la ultraderecha. Lo de las residencias sí que fue un aborto multitudinario de fetos de ochenta y noventa años de edad, aunque a lo mejor, en vez de fetos, eran okupas.
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