Opinión
Apocalipsis zombi
Por Pepe Viyuela
Actor
-Actualizado a
Si repasamos los hechos ocurridos hace pocos días en Brasilia, con esa turbamulta ocupando las sedes de los pilares de un estado democrático, encontramos concomitancias evidentes con lo ocurrido en el Capitolio de Washington hace dos años, cuando las hordas trumpistas se lanzaron al ataque para reclamar un triunfo electoral que no se había producido en las urnas, pero que el gran inflamador y creador de bulos reclamaba.
Su poder de convicción no radicaba en la verdad de los hechos sino en la mentira sembrada en las redes, un embuste bien aliñado con toques populistas que le otorgaba la capacidad de llegar a las entrañas de sus seguidores; quienes, lejos de pensar, actuaban desde las tripas.
Calcado es lo ocurrido con los bolsonaristas, después de que su gurú saliera del país con el fin de no participar en la ceremonia del traspaso de poderes, deslegitimando el triunfo de su oponente e instigando desde la distancia a la orgía de una ocupación obscena, burda y peligrosa.
Las imágenes de ambas escenas recuerdan a las películas de zombis de serie b, esas procesiones de difuntos privados de pensamiento que, desde un estado de muerte cerebral, se lanzan a devorar a todo ser viviente que encuentren en el camino.
De las palabras y hechos de los gurús políticos, de sus descaradas mentiras apelando al instinto, nacen estas procesiones. Tras apenas salir de una pandemia biológica, parecemos estar viviendo otra de tipo ideológico-visceral, en la que con bulos y mentiras se hipnotiza a unas masas que arremeten contra la convivencia y las libertades.
Conviene mirarse al espejo y estudiar si los síntomas podrían estar dándose en latitudes más próximas. Hace pocas semanas, en circunstancias bien distintas pero igualmente preocupantes, fue Alemania quien desmanteló una conspiración ultraderechista que pretendía subvertir el orden democrático. Cuando hechos como estos se dan a nuestro alrededor, quizá deberíamos empezar a poner nuestras barbas a remojar.
El avance zombi ultraderechista a escala mundial no nos es ajeno y no estamos exentos de sufrir algo parecido. No estamos libres por aquí de energúmenos y energúmenas incansables en su afán, por ejemplo, de tildar al gobierno de ilegítimo. ¿Llegarán a ser capaces de negar también un resultado electoral que les resulte adverso?
La siembra constante de mentiras y bulos practicada por la ultraderecha política y mediática va, poco a poco, generando un caldo de cultivo que podría terminar por abrasarnos. La virulencia y las mentiras con las que hablan ahora podrían ser la semilla de algaradas posteriores.
Ya hemos visto que quien llega a la derecha con deseos de templanza acaba siendo engullido por el discurso incendiario. Del Finis Terrae ibérico, desde donde parecen llegar los salvadores de España, -el Apóstol Santiago, Manuel Fraga o M punto Rajoy-, llegó la pasada primavera un hombre templado, llamado por el destino, a poner orden y mesura en la derecha.
Sin embargo, a través de un extraño hechizo, el hombre templado ha ido endureciendo su discurso, quizá con el fin de estar a la altura de sus ultrahermanos.
Ahí lo vemos en mitad del ruedo, mirando de reojo al tendido de sombra, desde donde le observa la derecha cavernaria, intentando ofrecer una gran faena electoral, que, de no resultar a su gusto, podría llevar a que le cortaran a él mismo la coleta.
Feijóo es el objetivo de las flechas y el yugo de esa mirada escrutadora y vigilante de la ultraderecha a la que tanto necesita, pero que tan incómoda, arbitraria y peligrosa resulta cuando se recurre a ella para gobernar. Ya hemos visto estos días como funciona el maridaje en Castilla y León.
Feijóo sabe que sin ellos lo tiene difícil, quizá imposible, para alcanzar la presidencia del Gobierno y por eso ha propuesto lo de la lista más votada, en un claro ejemplo de saltarse la pluralidad que ahora mismo ofrecen las encuestas y la realidad del país.
Le asustan, sin duda, las altas posibilidades que tienen de llegar a acuerdos los partidos que conforman el arco de la izquierda. El mensaje que oculta su propuesta es que si el resultado de las urnas no le conviene, podemos leerlo de otra forma.
De ahí a negar la validez de unas elecciones que no respondan a sus intereses no hay demasiado trecho, y una vez instalados en el negacionismo las procesiones de zombis son de lo más probable.
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