Opinión
Ana Obregón inaugura la compra de bebés contra la depresión
Periodista y escritora
-Actualizado a
¿Es una niña o un bien de consumo? ¿Es una niña o un producto? ¿Una niña o una fuente de ingresos? ¿Una niña o la normalización y publicidad de la compraventa de seres humanos con fines de paliar las carencias propias? ¿Una bebé o una solución clínica para la depresión?
La criatura que acaba de comprar Ana Obregón es todas esas cosas a la vez, y el retrato de una realidad que me resulta insoportable. También una forma de lucrarse, exclusivas mediante. Lo escribo y se me eriza el vello. Además, se trata una violación de las normas de nuestra sociedad, la española, aquellas de las que nos hemos dotado porque creemos que nos enmarcan dentro de una idea de decencia. ¿Dónde queda el sacrosanto “interés superior” de la menor? Por lo visto, saltarse la decencia y la ley es cuestión de pasta. Nada nuevo. Esto apesta.
Pero el hecho en sí, la compra de una bebé para satisfacer lo que sea que se necesite satisfacer, lo propio en cualquier caso, empieza a ser práctica habitual. Miles de parejas españolas compran criaturas en el extranjero pese a que aquí tal práctica es ilegal. Cabe preguntarse, de paso, por qué se les permite hacerlo, traer aquí a los frutos de una transacción penada por ley, y de ese modo regularizar su acto. Lo sustancial es la portada de Hola y su eco en todos los medios de comunicación patrios. La portada, y las razones, su argumentación. Y el seguidismo de la inmensa mayoría de los medios de comunicación en lo que a argumentos “clínicos” se refiere.
Empezando por Miguel Bosé y Nacho Palau, algunos famosos ya han paseado la compra de sus hijos por las revistas. En esos casos, el argumento para su adquisición de seres humanos se basa en razones que van desde el puro capricho hasta un supuesto (qué salvajada) derecho a ser padres o madres. Sin embargo, el caso de Ana Obregón añade el siniestro razonamiento de lo clínico, lo liga a la salud. Más concretamente, a la salud mental: “No encontraba razones para vivir”.
Esto que se puede leer en la crónica de Huffington Post resume bien a qué aludo:
“Así, Ana Obregón ha viajado hasta Miami para vivir el nacimiento de su nueva bebé que llevaría por nombre Ana. Con esta decisión, Ana Obregón habría encontrado las ganas de seguir viviendo y una nueva ilusión con la que levantarse cada día tras la pérdida de su hijo hace casi tres años.”
Sin duda, resulta difícil no sentir compasión, ternura, por Obregón y sus circunstancias tras la muerte de su hijo. Ha sido difícil desde que se empezaron a difundir las noticias sobre el cáncer que padecía el joven, de cuya enfermedad y fallecimiento tuvimos puntual noticia. El paso dado ahora para explicar la compra de la nueva criatura ya no se limita, pues, a una supuesta “necesidad” o “derecho” a ser madre. Se trata de “curarse”. Es decir, adquiere a la niña como una forma de sanación. Así lo recogen todos los medios de comunicación, que hacen referencia, por supuesto, a la muerte de su anterior vástago. En eso lo han convertido.
El siguiente paso podría ser la cría de bebés humanos con fines de sanación mental. Mascotas para el desequilibrio o el trastorno.
“Una pequeña que le ha devuelto la felicidad y la ilusión por vivir tras varios años dramáticos marcados por la desoladora muerte de su hijo Aless Lequio, con solo 27 años, a causa de un cáncer; pero también las pérdidas de sus padres, Antonio y Ana y , con apenas unos meses de diferencia. Unos años en los que la propia actriz reconoció que estaba viviendo los peores momentos de su vida, incluso llegando a perder la ilusión por continuar”, argumenta La Vanguardia. Y añade: “Ahora estoy apagada, pero sé que voy a salir. Siempre pude salir de las cosas y sé que voy a hacerlo, si no es por mí, lo haré por mi hijo”, aseguraba la actriz tras la muerte de su hijo. Así ha sido, porque parecía impensable tal y como estaba Ana Obregón hace apenas unos meses, pero la llegada de su segunda hija la ha colmado de felicidad.”
Cualquier paseo por los medios de comunicación, desde los diarios de referencia a la prensa de menudillos resulta hoy desolador. Incluso la revista El Mueble acaba de publicar una exclusiva con el título “Ana Obregón ha sido madre. Esta es la casa en la que vivirá con su hija en La Moraleja (Madrid). ¡Entremos!”. Ay.
El desprecio por la existencia de la criatura que acaba de adquirir Ana Obregón alcanza, en este marco, niveles inéditos. Su hermana Celia lo ha expresado de forma impecable: “Lo importante es que [Ana] está feliz”. ¿Y la niña? ¿Qué tanto tiene de “importante” la vida de esa niña? En España, las personas que padecen depresión –que “no encuentran razones para vivir”, por ejemplo– no pueden adoptar. Una niña no es un medicamento, una niña no es un remedio clínico, una niña no puede crecer con la responsabilidad de haber venido al mundo con el único propósito de reemplazar a un hijo fallecido y curar a la madre. Huelga explicar los porqués de tal medida.
Esto no es, en cualquier caso, una adopción ni mucho menos. En algún momento se decidió la compra de una hija, se contactó con una agencia destinada a tal efecto, se preñó a una joven, se vigiló minuciosamente su gestación, se le retiró a la bebé a cambio de una cantidad equis, y se le entregó a Obregón. Pero paralelamente, se construyó el discurso que convierte este caso en particularmente sobrecogedor: la recién nacida se vende a una mujer que no tiene ganas de vivir para que las recupere. La recién nacida se adquiere como medicamento, remedio, antídoto.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.