MOSCÚ
El Imperio Ruso y la Unión Soviética ya se fijaron tiempo atrás en Afganistán compitiendo con el Imperio Británico y Estados Unidos respectivamente por ejercer su influencia en esta región. Y con Washington ahora fuera de juego tras la retirada de las tropas norteamericanas, Moscú gira su mirada otra vez hacia las tierras montañosas afganas. Una mezcla de temor y de interés recorre el Kremlin, que ve como un cambio de jugador en la región crea un nuevo escenario con nuevas amenazas, que le recuerdan a lo que pasó en ese mismo territorio en los años 80.
Conocida como la guerra afgano-soviética en Occidente, también es conocida como el "Vietnam de la URSS" por el impacto que tuvo en una generación de ciudadanos soviéticos. Más de 50.000 soldados fallecieron durante la guerra, según calculan los expertos. Oleg Ignatov, investigador del think tank Crysis Group, afirma que "se suele relacionar la derrota soviética con la disolución de la URSS".
Alexander Razumov, veterano de la guerra de Afganistán, tuvo más suerte que muchos de los que formaron parte de la intervención soviética y abandonó el país antes de que el conflicto se acabara. Explica que "esta fue nuestra primera gran guerra, pero no la última. Otros [soldados] volvieron de diferentes formas" de la guerra. Se refiere a los que fueron conocidos como "muchachos del zinc" en la obra homónima de la escritora Svetlana Alekseivich, polémica por hablar de un tema que fue tabú y por el retrato que dio de los soldados en Afganistán. Otros regresaron con profundos traumas psicológicos por la experiencia de la guerra, especialmente los que vivieron los últimos años del conflicto. Las amputaciones eran un castigo habitual a los prisioneros que atrapaban los muyahidines y dejaron secuela en los veteranos.
Ignatov añade que "se dice que la guerra de Afganistán fue uno de los desencadenantes de la desilusión con el sistema soviético". En Rusia y otros países que formaron parte de la URSS llaman a este conflicto "la guerra civil afgana" y entienden que Moscú intervino para ayudar al gobierno legítimo afgano.
Tras la revolución de Saur en Afganistán, que echó del poder a Mohammed Daoud Khan, un gobierno de corte socialista llegó al poder por primera vez en el país. Con múltiples medidas destinadas a combatir los problemas afganos, estos nuevos gobernantes consiguieron impulsar la alfabetización de la población y una mejora en los derechos de las mujeres, entre otras medidas. Pero no pudieron evitar el estallido de un conflicto en sus fronteras. El gobierno contaba con el apoyo de la Unión Soviética, que no quería perder a un aliado. Al otro lado había mujahidines, radicales islámicos apoyados por diferentes países como Estados Unidos, Pakistán, Reino Unido o China, entre otros.
A pesar de la adversidad en el campo de batalla, entre las tropas nunca falló la fe en sus líderes. "Creímos tanto, tanto en nuestro gobierno, en los altos cargos que nos dirigieron y nos criaron, que cumplimos absolutamente sin cuestionar las órdenes de los comandantes, jefes, nuestros líderes", explica Razumov. Razona que esto se debe a la educación que "se recibía desde la guardería" en la URSS.
El apoyo soviético a la República Democrática de Afganistán se convirtió en la recepción de una parte significativa de la diáspora afgana en el mundo. La de Rusia es una de las más grandes del mundo, con 150.000 afganos, 40.000 de ellos en Moscú, siendo la sexta mayor del planeta. El llamado pequeño Kabul de la capital rusa alberga un centro comercial donde trabajan antiguos soldados, profesores, periodistas y otros profesionales reputados que huyeron de los talibanes en los años 90.
Esta comunidad incluso cuenta con un presidente electo, Mohamed Ghulam Jalal. Vino a principios de los años 90 para huir del caos de Afganistán. Él era un mando del Ejército afgano que eligió ir a Rusia porque había estudiado en la Unión Soviética. Explica a Público que "nos recibieron muy bien en 1993, nosotros hablamos ruso y eso nos facilitó la adaptación". El exmilitar cuenta que "la comunidad afgana siempre ha intentado unir a los afganos para que haya paz en nuestro país". Añade que llevan "más de 20 años contribuyendo a la paz desde Rusia". Él mismo fue uno de los grandes impulsores de las conversaciones de paz que se llevan celebrando en Moscú desde el año 2018 en los que gobierno y talibanes se reunieron para intentar tender puentes entre ambos.
Moscú – Kabul en la actualidad
La mayor preocupación de Rusia respecto a Afganistán actualmente es la seguridad y estabilidad de lo que considera su zona de influencia en Asia Central. Dentro de ésta se incluye los stanes que formaron parte de la URSS (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán), de los cuáles los tres últimos comparten frontera con el país que ahora controlan los talibanes. Según narra Ignatov, hay diferentes razones para que Moscú mire con preocupación hacia Kabul: "El primero de ellos es que (...) Afganistán no suponga una amenaza para sus vecinos de Asia Central". La situación en el país montañoso fue el punto principal de la reunión del Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva del pasado 16 de septiembre. Esta alianza de seguridad reúne principalmente a algunos de los países que formaron parte de la Unión Soviética, entre ellos están Rusia, Kazajistán, Bielorrusia, Armenia, Kirguistán y Tayikistán.
En la capital de este último, Dushanbé, se celebró la reunión. Los países de Asia Central ven con inquietud tener como vecino al Afganistán de los talibanes. El más preocupado de la zona es Tayikistán, que teme que se infiltren milicianos extremistas en su territorio. Los que sí se han atrevido a dar unos tímidos primeros pasos han sido Kazajistán y Kirguistán, que no comparten frontera con Afganistán. Representantes de ambos países se reunieron con los talibanes, con los que discutieron la posibilidad de hacer negocios con Kabul.
Intereses del Kremlin en Afganistán
Rusia, además, también quiere evitar que se exporten terroristas a la región y a Rusia, como ya sucedió en 2001. El principal miedo que tiene el Kremlin es que el extremismo arraigue entre los 9,4 millones de rusos que tienen como religión principal el Islam. La mayor parte de estos viven en las repúblicas del Cáucaso, una de las partes más conflictivas y pobres de la Federación Rusa. A pesar de que históricamente el islamismo en el Cáucaso ha sido más bien moderado, la mayor parte de los aproximadamente 6.000 rusos que se enrolaron en el Estado Islámico provenían de esta parte del país.
Otro de los focos importantes para Moscú es frenar el tráfico de drogas, ya que "Rusia es uno de los países de tránsito para las drogas afganas", según explica Ignatov. Además, el mayor consumidor de heroína del mundo es el país euroasiático, por lo que el tráfico de este estupefaciente es un problema importante. Aunque las leyes antidroga rusas son muy estrictas, se siguen consumiendo en el país, generando problemas de criminalidad y salud pública.
Las relaciones entre los talibanes y el Kremlin hoy en día tienen diferentes matices. Así lo explica Ignatov, que asevera que "en general la política de Rusia hacia Afganistán es bastante ambivalente, como su política exterior". Dentro de la Federación Rusa, los talibanes siguen registrados como "extremistas" y está prohibida su formación y sus símbolos. A pesar de ello, Moscú se ha acercado a los talibanes y fue uno de los pocos que no abandonaron Kabul cuando los extremistas confirmaron su conquista de todo el país. Cabe recordar que aún no ha reconocido el gobierno talibán, aunque ha recibido a emisarios de los talibanes en la capital rusa para establecer conversaciones de paz.
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