Este artículo se publicó hace 5 años.
VenezuelaLa última chavista de Chacao resiste en el barrio más opositor de Caracas
La llamada Revolución premió a ‘caperucita’, una anciana que se hace llamar así porque siempre va de rojo, por su papel durante el golpe de estado que sufrió Hugo Chávez en 2002. Ella es la última chavista del barrio de Chacao (Caracas).
Santi Piñol
Caracas (Venezuela)-
Aun cuando el carisma de Hugo Chávez causaba furor por toda Venezuela, el barrio de Chacao de Caracas siempre se resistió a sus encantos. Veinte años después, las pintadas contra Maduro y la “dictadura” forman parte del paisaje urbano del distrito junto con murales de presos opositores. La zona es territorio comanche para el chavismo como ningún otro punto de la ciudad y, sin embargo, ahí permanece un Astérix bolivariano. Se la conoce como la ‘caperucita’ porque siempre va de rojo. Bien entrada en la tercera edad, ella es la última chavista de Chacao.
Su apodo se lo puso el mismísimo comandante después de percibir que la mujer asistía a todos sus actos vestida completamente del color del socialismo. A primera vista, su extravagante ‘look’ de manifestación: americana, estampados de la cara Chávez en la camiseta y en los pendientes, y unos pompones escarlata, a juego con todo lo demás, invitan a no creer ninguna de las palabras que salen de su boca. Hasta que te lleva a su casa y te enseña sus dos medallas y reconocimientos a nombre de ‘caperucita’.
La llamada Revolución premió a ‘caperucita’ por su papel durante el golpe de estado que sufrió Hugo Chávez en 2002. Durante el 11, 12 y 13 de abril de aquel año, Gloria Marleny —su nombre real—, ya abuela en aquel entonces, estuvo recorriendo Caracas arriba y abajo con los llamados ‘colectivos’, las bandas armadas motorizadas que el chavismo usa para controlar los barrios, animando a la gente a salir a la calle para protestar contra el pronunciamiento para hacer caer al líder socialista. No solo lo corrobora el diploma que la reconoce como “pilar fundamental de la Revolución en dos ruedas”, sino los mismos vecinos, que aseguran que a día de hoy sigue montando en moto con los colectivos cuando se dedican a hostigar en las manifestaciones opositoras.
Los otros reconocimientos no tienen un motivo claro pero parecen del todo oficiales. Los luce orgullosa en el altar dedicado a Hugo Chávez que preside el recibidor de su casa. Toda la vivienda parece un homenaje al socialismo. A las pegatinas electorales con lemas y consignas bolivarianos, se le unen retratos y fotografías de Chávez, Maduro y el Che Guevara. En una habitación guarda todos los sombreros —obviamente rojos— que ha usado en sus marchas de apoyo al gobierno. Ella le llama su “colección de sombreros”.
De entre todas sus reliquias, guarda con especial orgullo el número de una revista de 1992 en la que aparece Chávez en la portada y se explican los detalles de su golpe fallido. Cuando el comandante hizo su presentación a los venezolanos con su alzamiento del 4 de febrero, ella exclamó desde el televisor: “Este es el hombre que le hace falta a Venezuela”, y a partir de aquel entonces se enamoró y no ha dejado de estarlo.
Sin duda se trata de un amor ciego. De ‘caperucita’ no se oirá un comentario crítico con la revolución. Dice sin rubor que la comida del CLAP, la caja de alimentos que reparte mensualmente el gobierno, alcanza para todo el mes y que gracias al chavismo en Venezuela no faltan comida ni medicina. Cuando se le hace ver la realidad, tira de las consignas oficiales y no se mueve de ahí. “Ahorita no hay porque estamos bloqueados”, y así con todos los temas: “Maduro es el hijo de Chávez y hay que dejarle sus seis años”, “hasta el aire que respiramos les interesa a ellos [a los americanos]”, por poner unos ejemplos.
Ella le dio casi todo a la revolución y criticarla sería ser desagradecida
Gloria se quedó viuda pronto y la revolución fue su segundo marido. Ella se lo dio casi todo y criticarla sería ser desagradecida. El hogar donde vive fue expropiado cuando antes pagaba un alquiler “abusivo”. También recibió un coche —también rojo— como premio junto a una de sus medallas. Está profundamente agradecida a la pensión que recibe después de haber trabajado toda su vida en la taquilla de un cine y en una heladería y, a juzgar por sus condiciones de vida, —mejores que las del venezolano medio— no vive solo de ella.
Aunque como para muchas abuelas, su mayor tesoro son sus nietos. Se la ve orgullosísima por como han salido y también de que también sean igual de chavistas. Cuando ella no está, uno de ellos reconoce que la política le da igual y no le interesa, pero la acompañan a manifestaciones o cuando va al programa de televisión ‘Con el mazo dando’ que presenta cada noche el número dos del chavismo, Diosdado Cabello. Ante una multitud de fieles, el programa se basa en criticar y ridiculizar a la oposición de una manera bastante agresiva.
Irse de Chacao
“Soy un animal de costumbre. He vivido aquí toda mi vida y no pienso mudarme”, asevera ‘caperucita’ cuando se le pregunta si ha pensado en mudarse a otro barrio de la capital venezolana en el que se sienta más a gusto ideológicamente.
Su fervor revolucionario le ha llevado más de un problema por Chacao. En 2014 uno de sus hijos fue acuchillado mientras conducía una camioneta por el simple hecho de ser “el hijo de ‘caperucita’. Los vecinos aseguran que otro de sus hijos murió asesinado, pero ella al menos no lo reconoce.
No solo sus hijos han recibido violencia por parte de detractores del chavismo. Gloria exhibe con arrogancia la herida que tiene en la pierna de cuando le dispararon en una manifestación. También le golpearon en la cara durante un desfile religioso en el barrio al grito de “maldita chavista”. En ambos casos, los agresores fueron detenidos.
Pero los vecinos dicen que ella también tiene tela, especialmente cuando acompaña a los colectivos montada en sus motos. Marta dice que cuando en el barrio se intentó boicotear las pasadas elecciones en las que el grueso de la oposición decidió no concurrir, ella y los colectivos se abrieron paso en las barricadas dispersando a los manifestante que se encontraban ahí. Mientras en antiguos bastiones bolivarianos ya echan pestes de Maduro, ’caperucita’ cada vez está más sola y aislada en territorio hostil. Pero no renunciará a ser la última chavista de Chacao, y ni de Venezuela si hace falta.
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