Este artículo se publicó hace 16 años.
Todos contra la Cuarta Flota
América Latina no comprende por qué Estados Unidos envía buques de guerra a sus costas
El clamor contra el despliegue militar estadounidense en América Latina, simbolizado en el renacimiento de la Cuarta Flota, no cesa. Quien encendió el fuego de la polémica fue Hugo Chávez, en la reciente cumbre del Mercosur celebrada en Tucumán (Argentina). “El Mercosur debería preguntarle al Gobierno estadounidense qué hace en una región que está en paz”, afirmó entonces el presidente venezolano.
La Cuarta Flota de la Armada de EEUU comenzó a operar en 1943 hasta que fue absorbida por la Segunda en 1950. Reanudó oficialmente sus servicios el pasado 12 de julio en una ceremonia celebrada en la base de Mayport. Tendrá bajo su responsabilidad las costas del Caribe, Centroamérica y Suramérica.
Brasil, con Lula al frente, se cuestionó rápidamente el verdadero por qué del despliegue en la región. Lula dirigió las sospechas hacia un asunto clave: “Descubrimos petróleo en toda la costa y, obviamente, queremos que los Estados Unidos nos expliquen la lógica de esa flota”.
Cristina Fernández, presidenta de Argentina, trasladó su malestar a Washington. Otros mandatarios de la región, como el boliviano Evo Morales o el ecuatoriano Rafael Correa, también manifestaron su profundo malestar con el renacimiento de la Cuarta Flota, inoperante desde 1950.
La prensa, especialmente la brasileña, sigue incendiando la polémica con ríos de tinta. La Folha de São Paulo, que envió reporteros a la base de la flota en Mayport (Miami) para la ocasión, abría hace unos días una amplia información con el titular: “Bajo polémica, Estados Unidos reactivan la cuarta flota”. Hasta el conservador O Estadão de São Paulo publicó un reportaje titulado “La reactivación de la cuarta flota agudiza los sentimientos antiamericanos” y ha manifestado editorialmente su malestar con Estados Unidos.
La excusa estadounidense para reactivar una flota que nació en 1943 para frenar una posible expansión nazi en la región no está convenciendo mucho a América Latina. La mismísima Condoleezza Rice, secretaria de Estado de Estados Unidos, llamó por teléfono el pasado martes al Celso Amorim, ministro de Exteriores de Brasil.
Condoleezza Rice, en palabras del ministro, le comunicó que la misión de esta división será “la cooperación y siempre con respeto al derecho internacional, especialmente el derecho del mar”.
Thomas Shannon, subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, dio explicaciones en Buenos Aires. Shannon resaltó el carácter pacífico de la Cuarta Flota y resaltó su “compromiso con la democracia y la justicia social, para combatir la pobreza, desigualdad y exclusión social”.
Las garantías
Cristina Fernández compareció en público para comunicar que Shannon había garantizado la soberanía de los países de la región: “La Armada no va a entrar en ningún río ni en ningún agua territorial”.
Estados Unidos, sin embargo, en abril, había justificado su renacimiento de otra manera: la seguridad de la región y la lucha contra el narcotráfico.La sombra de la duda planea por América Latina. Hugo Chávez acusó a Estados Unidos de querer codiciar los tesoros naturales de la región: “¿Es por lo que dicen? No, es por los alimentos, el petróleo y las reservas de agua”.
Fidel Castro también ha cuestionado los motivos: “Los portaaviones y las bombas nucleares con que se amenaza a nuestros países sirven para sembrar el terror y la muerte, pero no para combatir el terrorismo y las actividades ilícitas”.
Recuperar la influencia perdida
Los gobiernos de Suramérica afirman, casi al unísono, que Estados Unidos está intentando recuperar el espacio perdido en el continente. En un momento en el que Estados Unidos está a punto de perder su base naval de Manta –el presidente de Ecuador ha afirmado que no renovará el contrato–, el imperio se ve obligado a contraatacar.
La Folha de São Paulo va más allá. Y rescata unas polé-micas declaraciones de James Stavridis, almirante del Comando Sur (Southcom) estadounidense, responsable de las actividades militares en América Latina, de quien depende la Cuarta Flota. Stavridis solicitó en el Congreso en marzo, que “un portaaviones nuclear fuese incorporado al comando naval”.
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