Este artículo se publicó hace 4 años.
Los siete días en los que Trump estremeció a Estados Unidos
Ante las protestas más masivas en Estados Unidos desde finales de los 60, Trump ha reaccionado esta semana con una virulencia verbal y militar tan elevada que ha echado el país a las calles y ha puesto en su contra al Ejército, a líderes religiosos y hasta un amplio sector de su partido
"¡Yo soy vuestro presidente de la ley y el orden!", proclamó Donald Trump el pasado lunes en un discurso televisado a la nación. El país llevaba días en las calles gritando I can’t breath! (No puedo respirar) para purgar la angustia y la cólera desde que el lunes anterior circulara por redes el vídeo de la muerte en Mineápolis de George Floyd, un parado de 46 años, asfixiado bajo la rodilla del agente Derek Chauvin, que tardó tres días en ser detenido.
La gente miraba a la Casa Blanca, pero de allí sólo salía una retórica incendiaria. En Washington la situación empezó a estar tan tensa que el domingo se produjeron los primeros ataques de la policía a manifestantes pacíficos. Allí estaba el estudiante de medicina de la Universidad de Georgetown Michael Sobalvarro. Esa noche, mientras atendía a un herido en una manifestación, le dispararon con varias pelotas de goma y un policía le rompió la nariz con su escudo. Jamás pensó que eso podría pasarle en su propia ciudad, en la que nació hace 28 años.
El lunes volvieron a repetirse los ataques y la alcaldesa tuvo que decretar el primero de cuatro días con toque de queda. Fue el inicio de una semana en la que Washington llegó a estar militarizada y con helicópteros de guerra blackhawks volando bajo para asustar a los manifestantes, y que concluyó ayer con un tono completamente diferente: una manifestación multitudinaria y festiva en memoria de Floyd y reclamando un cambio en el país.
El crimen de Floyd: había intentado pagar en una tienda de alimentación con un billete falso de 20 dólares
"Había terminado de trabajar y por la tarde me quise a acercar a la zona de las protestas frente a la Casa Blanca, donde llegué sobre las 20.00 horas. Estaba todo tranquilo, había un ambiente festivo", dice Sobalvarro. "Yo quería involucrarme, como latino, para protestar por la muerte de George Floyd. La comunidad negra ha sido históricamente discriminada en este país y muchos de los derechos que se han conseguido y de que gozamos también los latinos, se han conseguido por sus luchas históricas", añade.
La tarde estaba transcurriendo con armonía y calma pero sobre las 22.30 horas, como sucedería de nuevo al día siguiente, la policía cargó contra los manifestantes. Sobalvarro acabó esa noche en el hospital con el tabique nasal de su nariz destrozado.
Fue la antesala de una semana en la Trump estremeció a Estados Unidos, con Washington como cobaya: el lunes, tras su discurso, la Policía y fuerzas militares disolvieron de nuevo con gases y pelotas de goma una protesta pacífica frente a la Casa Blanca antes del toque de queda. Había que hacerle espacio al mandatario para que posara con una biblia ante la Iglesia de San Juan, frente a la residencia presidencial. Fue el punto de no retorno para el presidente y lo que desató las protestas públicas y airadas de sectores amplios del Ejército, de líderes religiosos y hasta de su propio partido.
"Las protestas en Washington están siendo pacíficas", dice Sobalvarro. "En la del domingo, en que también cargaron contra nosotros, no pasó nada, nadie hizo nada y de pronto", prosigue. "Empecé a ver gente que no podía abrir los ojos, que vomitaba, gente sangrando… Habían lanzando gases y disparaban con pelotas de goma… Empecé a correr, me detuve porque vi a un chico tirado en el suelo sangrando y como tengo formación médica lo asistí. Traté de levantarlo, me arrodillé y lo puse en mi regazo. Empecé a oír el ruido de las pelotas de goma pasándome de cerca y me impactó una. Entonces apareció justo delante de mí un policía con un escudo. Pensé que dejaría que me levantara con el herido y nos fuéramos, pero me golpeó con el escudo en la nariz y me la rompió. Mientras huía otra pelota de coma me golpeó la espalda".
Los milmillonarios de Estados Unidos aumentaron su riqueza en 282.000 millones de dólares (261.000 millones de euros) en sólo 23 días
El crimen de Floyd: había intentado pagar en una tienda de alimentación con un billete falso de 20 dólares. La Policía llegó y menos de diez minutos después, Floyd estaba muerto. No era un hecho aislado, sino otro más que se sumaba a un balance nefasto con muchos telones de fondo además del racismo. Uno de ellos, los 1.100 personas que mata la Policía cada año. Otro: los 40 millones de parados y más 100.000 muertos por la pandemia de covid-19. Otro más: la covid-19 llegó a un país que había salido cojo de la crisis de 2008, con una sociedad más desigual (70 millones de personas no tienen seguro médico o tienen uno muy malo) y una clase media cada vez más empobrecida mientras que la bolsa está por las nubes y las grandes fortunas (los Bezos, los Musk, los Gates, los Yuan, los Ballmer) amasan más y más dinero: los milmillonarios de Estados Unidos aumentaron su riqueza en 282.000 millones de dólares (261.000 millones de euros) en sólo 23 días, los que van desde el 18 de marzo hasta el 10 de abril.
Además del contexto de desigualdades estructural del país y la crisis desatada por la pandemia, el detonante de estas protestas, opina Sobalvarro, "ha sido la brutalidad policial. La comunidad negra ha sufrido mucho maltrato de la policía durante años y el caso de Floyd lo ha hecho saltar todo por los aires".
La semana concluyó con un país encendido y con su capital, Washington, sede de la Casa Blanca, atestada de todo tipo de fuerzas policiales y militares: el ejército, la guardia nacional, el FBI, la DEA, la CIA, la policía de fronteras... Trump había llegado a acusar a los gobernadores de "débiles" y los amenazó con invocar la Ley de Insurrección para desplegar al Ejército en los Estados del país. Durante varias noches, varios helicópteros militares, entre ellos un blackhawk, patrullaron desde el aire y a poca altura las calles de la capital para intimidar a los manifestantes.
Unos 1.600 militares en activos habían sido trasladados a la capital desde varias bases militares, entre ellos, miembros de la 82ª división aerotransportada, que han pasado a la historia porque estuvieron en Normandía en junio del 44. Todo esto para que en los cuatro días que Washington estuvo bajo el toque de queda, la Policía detuviera a unas 400 personas; la práctica totalidad de ellas, manifestantes pacíficos que habían ignorado la orden de irse a casa. Según un recuento de la agencia AP, en las casi dos semanas de protestas en todo el país, han sido detenidas unas 10.000 personas. Cifras no muy significativas ni ésta ni aquélla teniendo en cuenta que, según los datos de 2018, en Estados Unidos se producen, en una situación normal, 28.000 detenciones diarias.
La familia de Sobalvarro llegó a Estados Unidos procedente de la localidad nicaragüense de Granada en los años 70, en los inicios de la revolución sandinista. Michael nació ya en Washington, una ciudad históricamente de mayoría negra en la que los latinos representan ya el 11% de la población. En Estados Unidos representan ya el 18% de la población. Son la mayor de las minorías ya que los negros son el 13% del censo.
"Muchos latinos han venido a este país y se han beneficiado de la lucha histórica de los negros por la conquista de los derechos", explica. "Familias como la mía, que huyó de una guerra, han vivido con paz y progreso en este país por esa lucha que ellos hicieron. Por eso me sumé a las protestas el domingo y fue muy triste ver que fuera la policía la que comenzara la agresión y que atacaran nuestro derecho a manifestarnos", dice Sobalvarro.
El Pentágono, contra la estrategia de Trump
El miércoles, el ministro de Defensa, Mark Esper, ya no pudo más y clamó: "Digo esto no sólo como ministro de Defensa sino también como exsoldado y exmiembro de la Guardia Nacional: la opción de utilizar fuerzas en activo para aplicar la ley sólo debe utilizarse como último recurso y sólo en las situaciones más urgentes y graves, y no estamos en una de esas situaciones ahora".
Esper llegó a ordenar esa mañana el regreso a sus bases de origen de unos 200 soldados, pero horas después canceló la orden. La agencia AP aseguró que esto se produjo tras una reunión de Esper en la Casa Blanca. En cualquier caso, el jueves se volvió a dar la orden y la capital dejó de estar ocupada por su propio ejército, un asunto que es tabú en Estados Unidos y ha despertado un enorme malestar.
El mismo día que Esper rechazó la estrategia militarista de Trump, el ministro de Defensa del presidente en 2017 y 2018, el general James Mattis, emitió un comunicado durísimo. Acusó a Trump de autoritario y añadió: "Es el primer presidente que he visto a lo largo de mi vida que no intenta unir al pueblo americano, ni siquiera finge intentarlo. Intenta dividirnos".
“No se puede caer más bajo que manipulando a dios”
Mientras ambas declaraciones hacían evidente el malestar en el Pentágono, lo mismo sucedería entre los líderes religiosos y en el seno del Partido Republicano. Tras la foto del lunes blandiendo una biblia ante la Iglesia de San Juan, Trump decidió repetir la apuesta el martes y acudió al templo católico de San Juan Pablo II de la capital para fotografiarse. Los responsables de ambas iglesias cargaron contra el presidente sin ambages.
Mariann Budde, la obispo de Washington de dicha diócesis (una rama americana de la iglesia anglicana), afirmó: "No quiero que el presidente Trump hable en San Juan. Han limpiado con gas lacrimógeno la zona para poder usar una de nuestras iglesias… [y con Trump] sosteniendo una Biblia, una que declara que Dios es amor, cuando todo lo que ha dicho y hecho ha sido para encender la violencia".
"Creo que no se puede caer más bajo que cuando uno intenta manipular a dios"
El arzobispo Wilton Gregory, responsable del segundo templo, encontró "desconcertante y censurable que cualquier instalación católica sea tan atrozmente mal utilizada y manipulada de una manera que viola nuestros principios religiosos, que nos llaman a defender los derechos de todas las personas".
El pastor bautista y activista Jesse Jackson señaló el jueves, tras participar en el memorial por George Floyd en Mineápolis: "Necesitamos reconciliación, no polarización. La biblia es un libro sagrado y creo que no se puede caer más bajo que cuando uno intenta manipular a dios".
McConnell pide que “el pueblo pueda ejercer sus derechos”
También el martes fue el día clave en el Partido Republicano, cuyos senadores estaban en Washington y se levantaron ese día con la resaca de los ataques a la manifestación pacífica del día anterior para que Trump se hiciera la foto de la biblia. Una de las primeras en levantar la voz fue la senadora por Alaska Lisa Murkowski: "No creo que la militarización sea la respuesta a la ansiedad y el miedo que sentimos en este momento. Ésos no son los Estados Unidos que conozco". Al día siguiente, Murkowski llegó a dudar de si apoyaría a Trump para su reelección en las elecciones de noviembre.
Casi ningún senador republicano quiso defender públicamente al presidente y muchos se pusieron de perfil
Una vez abierta la veda, casi ningún senador republicano quiso defender públicamente al presidente y muchos se pusieron de perfil, incluso hubo quien negó que hubiera visto los hechos… pero entre los críticos explícitos, destacan las voces de Ben Sasse (Nebraska) y Lindsey Graham (Carolina del Sur), éste asiduo colaborador del presidente, y, sobre todo, del líder de los demócratas en el Senado, Mitch McConnell.
Este último prefirió expresarse el jueves no hablando a los periodistas sino mediante un hilo de Twitter, en el que defendió al ministro de Defensa frente a la estrategia de Trump. McConnell celebró "la experta asesoría y liderazgo de personas como Esper". "Aprecio su trabajo dedicado en este momento difícil para la nación y su firme compromiso con sus deberes constitucionales para preservar la paz y el orden, defender la libertad, y proteger al pueblo de Estados Unidos para que pueda ejercer libremente sus derechos", añadió.
En cuanto a Graham, reconoció que "el uso de tropas militares en servicio activo en circunstancias como ésta es un hecho bastante raro", mientras que Sasse se despachó el miércoles con un comunicado extenso y directo: "Hay un derecho fundamental y Constitucional a la protesta. Estoy contra el desalojo de una protesta pacífica para hacerse una foto y tratar la palabra de dios con un propósito político. Cada servidor público en Estados Unidos debería estar rebajando la temperatura", señaló, para cerrar la declaración con una sentencia fulminante dirigida tanto a los abusos policiales contra los negros como los que se están produciendo contra los manifestantes estos días: "La injusticia policial es repugnante".
Tras acudir al hospital el domingo con la nariz rota por la policía, Sobalvarro permaneció convaleciente en su casa los siguientes cuatro días. Desde el viernes ha vuelto a sumarse a las protestas que se encadenan en la capital un día tras otro. Trump desenfundó desde el pasado lunes una muy contestada estrategia militarista que no ha hecho sino despertar aún más las conciencias de los norteamericanos. El presidente llamó a "dominar" a los manifestantes. Ese intento de dominación fue el que destrozó la nariz de Sobalvarro. "Los ataques que recibimos me hicieron estar muy triste y muy preocupado por la libertad en Estados Unidos", asegura.
El viernes, la alcaldesa de Washington, la demócrata Muriel Bowser, ordenó cambiar la nomenclatura del tramo de vía frente a la Casa Blanca, en el cruce de las calles 16 con la H. Justo en ese cruce se ubica la Iglesia de San Juan, la zona donde fueron atacadas las protestas pacíficas y donde Trump quiso hacerse una foto con una biblia el pasado lunes. En la acera de esa esquina, a unos 150 metros de la Casa Blanca, un poste lleva ya el letrero con el nuevo nombre. Dice: Black Lives Matter Plaza (Plaza Las vidas negras importan).
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