MADRID
El Kremlin ha mostrado los dientes ante la inminente entrada de Finlandia en la OTAN esta semana y la también anunciada adhesión de Suecia. Aprovechando que ha asumido este mes de abril la presidencia temporal del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia ha anunciado una nueva doctrina de política exterior que sentencia lo que ya se ve en los campos de batalla de Ucrania: Estados Unidos es una amenaza para Rusia y es tarea de su diplomacia erradicar la influencia de Washington en el nuevo mundo multipolar por el que aboga el Kremlin.
La nueva diplomacia agresiva de Moscú va de la mano del estruendo de sus tanques y la inquietud que provocan sus armas nucleares. Este lunes, el Ministerio de Exteriores de Rusia informó de que su ejército fortalecerá su capacidad militar en las fronteras del oeste y noroeste como respuesta a la adhesión de Finlandia a la OTAN esta semana. Este paso se une a la reciente decisión del Kremlin de desplegar armas nucleares tácticas en Bielorrusia y de estacionar en este país diez bombarderos con capacidad para lanzar bombas atómicas, además de dotar al ejército bielorruso con sistemas de misiles tácticos Iskander y baterías de defensa antiaérea S-400.
El pasado domingo, el embajador ruso en Bielorrusia, Boris Grizlov, disparó la tensión: esas armas nucleares tácticas "serán llevadas a la frontera occidental" bielorrusa para garantizar la seguridad de los dos países. Es decir, se extenderán hasta la frontera con la OTAN.
La punta de lanza rusa sobre el norte de Europa
Bielorrusia es fronteriza con Ucrania al sur, Polonia al oeste y Lituania y Letonia al noroeste. Estos tres últimos países son miembros de la OTAN. Bielorrusia es un territorio que se adentra en los dominios de la Alianza Atlántica y su eventual utilización por Rusia como punta de lanza en ese costado oriental aliado preocupa mucho en Washington y Bruselas. Tras el estallido de la guerra en Ucrania, la OTAN reforzó sus unidades en los citados países, pero pocos consideraban la posibilidad de que Rusia llevara sus armas nucleares tácticas hasta la frontera.
Como ha dicho ya el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, su país está dispuesto a admitir en su territorio incluso misiles intercontinentales rusos armados con ojivas nucleares. Ese despliegue de armas nucleares tácticas "se llevará a cabo, a pesar del ruido que pueda levantar en Europa y Estados Unidos", amenazó Grizlov. El embajador ruso no indicó dónde estarán estacionadas las armas, pero recordó que Putin había prometido que para el 1 de julio estarían listos los silos de almacenaje de este tipo de armamento y que entonces se podrán llevar "al oeste de Bielorrusia".
Con este movimiento de fichas en el tablero militar europeo, Ucrania sigue siendo el punto caliente y bélico, pero el Báltico, la península escandinava y Finlandia se consolidan como áreas de alta tensión entre Rusia y un Occidente representado por la OTAN ampliada con EEUU a las riendas, las fuerzas a abatir por la nueva concepción geopolítica de Moscú.
La nueva doctrina exterior rusa aborrece a EEUU
Un día antes de que Rusia, miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, asumiera la presidencia rotatoria de este organismo (un mandato más simbólico que efectivo), el presidente ruso, Vladímir Putin, firmó ese decreto que pretende mostrar la posición de Moscú ante la nueva realidad geopolítica mundial, incluida la nueva ampliación de la OTAN ante las mismas narices de Rusia.
La doctrina exterior de la Federación Rusa fue puesta en marcha en 1993, dos años después de la caída de la URSS, y se renovó por última vez en 2016. El ahora recauchutado concepto de la diplomacia del Kremlin apunta a Estados Unidos, líder de la respuesta occidental a Rusia en Ucrania, como "la principal fuente de riesgo" para la seguridad rusa y "para la paz y para el desarrollo justo de la humanidad en su conjunto".
Al presentar esta doctrina geopolítica, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, señaló que el nuevo concepto de la diplomacia rusa "refleja los cambios que se han producido en la agenda de la política exterior" tras la invasión de Ucrania, entre ellos esa ampliación de la OTAN a Finlandia y Suecia.
El apoyo de Occidente a Ucrania con armas, bajo el liderazgo de EEUU, ha mostrado, según la nueva doctrina de exteriores de Moscú, que Washington es "el principal inspirador, agitador y ejecutor de la animosidad antirrusa", con el ánimo de debilitar a Rusia. Por eso, los principales objetivos del concepto diplomático del Kremlin son "fortalecer la cooperación militar con los aliados de Rusia" y "desmantelar el dominio de EEUU y otros estados hostiles en los asuntos internacionales".
Pero abraza a China
El documento de 42 páginas apuesta por reforzar los lazos con China e India, a los que denomina "socios estratégicos". La reciente visita en marzo del presidente chino, Xi Jinping, a Moscú dejó muy claro a todo el mundo que, si bien Pekín defiende el alto el fuego en Ucrania para recuperar la estabilidad de los mercados mundiales, China considera a Moscú como su socio estratégico y no comparte las sanciones que le ha impuesto Occidente.
Esa condición de "socio estratégico" es la misma que ahora reclama el nuevo ideario de política exterior del Kremlin para China e India, los dos países que se están viendo beneficiados por la reducción de las compras de hidrocarburos rusos por parte de Occidente. "En el concepto (de política exterior) hemos explicado nuestra visión de los principios de un orden mundial más equilibrado y justo. Incluyen el policentrismo, la igualdad soberana de los Estados, su derecho a elegir modelos de desarrollo y la diversidad cultural y de civilizaciones del mundo. La promoción de un orden mundial multipolar se define como una tarea marco en todas las tácticas de política exterior", aseguró Putin al comentar la nueva diplomacia rusa.
El pasado 24 de febrero, cuando se cumplió el primer aniversario del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, China anunció un plan de doce puntos para abrir un proceso de negociaciones. Rusia aceptó como punto de partida esa hoja de ruta china, durante la visita de Xi Jinping a Moscú el 21 de marzo. Ucrania y sus aliados occidentales ven con mucha desconfianza el plan chino, por la cercanía de Pekín a Moscú, pero los últimos acontecimientos podrían empujar a Washington y Bruselas a reconsiderar la eventual mediación o, cuanto menos, los buenos oficios chinos para abrir esa mesa de diálogo.
La contraofensiva de Ucrania se demora
A la escalada de tensión en torno al Báltico, Polonia y los nuevos socios de la OTAN se añaden las dificultades para lanzar la esperada contraofensiva ucraniana sobre la línea del frente en el este del país. El propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha indicado que desconoce cuándo estará preparado el ejército de su país para avanzar contra las posiciones rusas.
Los combates siguen encarnizados en torno a la ciudad de Bakhmut, en la región de Donetsk, cuya posesión reclaman unos y otros. Y no parece tan factible como se creía hace unas semanas la apertura de una brecha en las posiciones rusas en otras zonas de la larga línea del frente con el apoyo de los carros de combate enviados por Estados Unidos y varios países europeos. El estado del terreno, con el principio de la primavera y el barro de la nieve derretida por doquier, dificultaría el avance de los tanques y la línea de defensa rusa ha tenido tiempo de fortalecerse en estos últimos meses.
Además, en lugar de lanzar su propia ofensiva a gran escala, también anunciada una y otra vez este pasado invierno, lo que han hecho los rusos es atrincherarse a la espera de que la ruptura de bastiones como Bakhmut pueda permitir ataques muy localizados y completar la toma del Donbás. "En cuanto a nuestros progresos en el frente, no puedo decir cuándo estaremos listos para dar pasos muy concretos. Pero nos estamos preparando para ser fuertes en la batalla y desocupar nuestra tierra. Es difícil decir cómo y cuándo lo haremos", ha explicado Zelenski.
La toma de Bakhmut, una ventaja política para Rusia
El líder ucraniano ha advertido en diversas ocasiones sobre las consecuencias de que caiga Bakhmut en manos rusas y, en concreto, de las fuerzas paramilitares del oligarca Yevgueni Prigozhin. Aunque es una localidad con una gran importancia estratégica, pues guarda el avance hacia ciudades como Kramatorsk y Sloviansk, cuya toma por los rusos les daría de hecho la posesión de prácticamente todo el Donbás, en realidad Bakhmut tiene un fuerte componente simbólico y político.
La caída de Bakhmut mandaría el mensaje al mundo de que Rusia está ganando la guerra y habría muchas más presiones para abrir una negociación más favorable a las tesis rusas y a la conservación de buena parte de los territorios ocupados y anexados. Zelenski explicó en una reciente entrevista con la agencia de noticias AP que, si Bakhmut es conquistado por los rusos, Putin "venderá esa victoria a Occidente, a su propio pueblo, a China, a Irán" y podría producirse esa presión internacional para iniciar unas negociaciones en el momento menos oportuno para Ucrania. Y el líder ruso, "al olor de la sangre, al sentir que somos débiles, seguirá empujando", agregó el presidente ucraniano.
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