Este artículo se publicó hace 3 años.
EEUULa regla del filibustero: la herramienta que puede echar por tierra la presidencia de Joe Biden
La minoría republicana en el Senado se está acogiendo a ese escudo para bloquear las propuestas legislativas demócratas. El partido de Biden se propone eliminarla pero no cuenta con el apoyo de todos sus senadores.
Manuel Ruiz Rico
Joe Biden ha logrado sacar adelante su ambicioso paquete de ayudas de 1,6 billones de euros después de que el plan fuera aprobado el sábado en el Senado y ayer lo refrendara la mayoría demócrata de la Cámara de los Representantes. Sin embargo, ésta puede acabar siendo una de las últimas grandes victorias de su mandato en vez de una de las primeras. El motivo se llama la regla del filibustero y amenaza con dejar casi de vacío el saldo del Partido Demócrata esta legislatura del tridente: con el presidente Joe Biden en la Casa Blanca y el partido controlando las dos cámaras del Congreso (la última vez que los demócratas estuvieron en esta situación fue allá por 2011).
La llamada regla del filibustero afecta el Senado, una cámara con cien escaños (dos por estado) y consiste en que, para sacar adelante la mayoría de las iniciativas de calado, no basta sólo con tener una mayoría simple sino que se ha de contar con el apoyo de al menos 60 senadores; así que una minoría de 41 escaños puede bloquearlo todo. Y aquí empiezan las malas noticias para Biden: el Partido Republicano tiene 50 asientos en esa cámara y ya los están usando para aplicar el escudo del filibustero y que el saldo a favor de Biden y de los demócratas sea el menor posible.
La jugada es doble: por un lado, usando esta estrategia de bloqueo sistemático les permite argumentar que no apoyan las propuestas demócratas por ser supuestamente radicales, sectarias y hasta antiamericanas; por otra parte, cuando el partido de Joe Biden no logre sacar adelante muchas de sus promesas electorales, llegará la segunda acusación: la de que los demócratas son inoperantes y no están capacitados para gobernar. Es la narrativa que están tratando de construir desde el primer día de esta legislatura.
Pero el Partido Demócrata tiene una esperanza, aunque ésta sea un arma de doble filo. La paradoja de la regla del filibustero es que para cambiarla no se aplica la regla del filibustero: se puede cambiar con una mayoría simple del Senado, una condición que ostenta el partido de Joe Biden.
Los demócratas tienen, como los republicanos, 50 escaños en la cámara alta, si bien en caso de empate la ley estipula que la vicepresidenta del país, Kamala Harris, puede inclinar la balanza a un lado o a otro. Sin embargo, aquí reside otro problema añadido: aunque las cuentas le salen al partido de Biden, hay senadores demócratas que no están dispuestos a cambiar dicha regla.
Sanders y su propuesta de salario mínimo
El sábado pasado y después de días y días de negociación (fundamentalmente entre los propios demócratas) el partido de Joe Biden logró sacar en el Senado el nuevo paquete de ayudas para la crisis económica y social desatada por la pandemia del coronavirus. El plan, en forma de ley federal, salió adelante con una dotación de 1,9 billones de dólares (1,6 billones de euros). La aprobación final de este paquete la validó ayer miércoles la Cámara de los Representantes en una votación de trámite. Según informaron ayer fuentes de la Casa Blanca, Joe Biden firmará el plan mañana viernes y lo convertirá en ley federal.
Este paquete de ayudas ha sido el segundo punto a favor de la administración Biden en los menos de dos meses que lleva en la Casa Blanca después de superar de sobra el objetivo de vacunación de un millón de dosis diarios para los primeros cien días de mandato: desde la semana pasada el país va ya a un ritmo de más de dos millones de vacunas cada 24 horas.
Sin embargo, ninguno de estos dos casos estaba afectado por la regla del filibustero en el Senado. Para el paquete de ayudas, sólo hubo que negociar el voto en bloque entre los senadores demócratas (50) para que el plan saliera adelante, necesitado sólo de la mayoría simple de la cámara alta. Pero a partir de ahora se acaban las buenas noticias para el Partido Demócrata: reformas como el salario mínimo interprofesional que impulsa Bernie Sanders, las reformas climáticas, reformas de leyes sobre derechos civiles y un largo etcétera, requerirán de la mayoría de tres quintos en el Senado. Así que el buen arranque de la legislatura de Biden puede tener los días contados.
De hecho, la propuesta de Bernie Sanders de establecer un salario mínimo para todo el país en 15 dólares a la hora está sufriendo la regla del filibustero y por ese motivo ni siquiera se ha podido llevar aún al pleno de la cámara. Sanders intentó el atajo de incluirla a través de una enmienda en el paquete de ayudas aprobado para la pandemia, pero la idea fue tumbada por los republicanos con el apoyo de nueve senadores demócratas.
Así que en cuanto 41 de los 50 escaños republicanos empiecen a aplican la regla del filibustero el partido de Biden corre el riesgo de no poder sacar adelante nada de nada, salvo que convenzan a once republicanos de que se salten sistemáticamente la disciplina de voto de dicho partido, un escenario altamente improbable en estos momentos de extrema polarización.
Un dique contra el rodillo de las mayorías simples
La regla del filibustero fue una tradición estadounidense hasta 1917: nació como un cerrojo para los rodillos de las mayorías simples en el Senado. Tiene diferentes versiones. Una de las más conocidas es aquella artimaña para alargar indefinidamente un debate con el fin de evitar que se traten ciertos asuntos en la cámara y que nunca se lleven a votación. Ésta es la versión más popular de la regla del filibustero popularizada sobre todo con la película de 1939 Caballero sin espada, dirigida por Frank Capra y en la que James Stewart interpretaba el papel de un senador que tomaba la palabra y hablaba durante horas y horas para bloquear la actividad de la cámara alta.
Según la web del Congreso de los Estados Unidos, a partir de 1917 el Senado adoptó formalmente la regla y se estableció en una mayoría de dos tercios (67 escaños) los votos necesarios para aprobar una determinada medida de calado. En 1975, se redujo el número de votos requeridos a tres quintos (60 escaños). Y ése es el límite desde entonces: es decir, si un partido logra tener 41 escaños en la cámara alta, puede bloquear las propuestas de la otra parte en multitud de ocasiones en las que dicha regla es aplicable.
Es el cerrojo contra la tiranía de la mayoría simple, como se la conoce en Estados Unidos y, de hecho, ese cerrojo, ese escudo, es el que usaron no pocas veces los demócratas en la era Trump para bloquear muchas de las propuestas del presidente y de su partido. Ante esa situación, el ahora expresidente tuvo que recurrir en multitud de ocasiones a buscar atajos legales como las órdenes presidenciales (una especie de equivalente en España a gobernar por decretos-ley).
Paradójicamente, la regla del filibustero no es requerida para alterar la regla del filibustero: se necesita sólo la mayoría simple de la cámara, es decir, el voto de 51 senadores o de 50 senadores y el desempate del vicepresidente del país, la demócrata Kamala Harris en este caso.
Las cuentas, de momento, no salen
De no poder contar los demócratas con el apoyo de diez senadores republicanos o de no tumbar la regla del filibustero, la presidencia de Biden se enfrentaría a ese mismo escenario: un mandato muy basado en el atajo de las órdenes presidenciales, que al final son herramientas de menos envergadura, durabilidad y calado que una ley federal aprobada por el Senado.
Pero ese mismo es el motivo por el que ahora varios senadores demócratas se oponen a cambiar la regla del filibustero: porque se trata, argumentan, de una garantía contra el poder absoluto de un presidente como Trump. Ahora, dicha regla les viene mal a los demócratas, pero si en el futuro Trump o alguien como él llega de nuevo a la Casa Blanca, la regla del filibustero sería un dique de contención contra posibles abusos de poder. Y si los demócratas lo tumban ahora, se pueden arrepentir en el futuro porque en la Casa Blanca, antes o después, acabará habiendo un presidente republicano.
Con todo, quienes llevan el timón del Partido Demócrata están en ello. Necesitan que el partido vote en bloque a favor de acabar con dicha regla, puesto que tiene 50 de los cien escaños del Senado y la vicepresidenta Kamala Harris desharía el desempate. Y, de momento, estas cuentas no le salen.
Al menos dos senadores demócratas se han mostrado explícitamente en contra de tumbar la regla: Kyrsten Sinema, de Arizona, y sobre todo Joe Manchin, de Virginia Occidental. "No quiero eliminar ese poder de la minoría porque he estado en la minoría", dijo Manchin el pasado domingo en el programa Meet the Press de la cadena NBC. Manchin, con todo, no se opuso a su reforma y sugirió hacerlo "más doloroso", al modo del personaje de Stewart en Caballero sin espada: "Haz que el senador [que quiera bloquear un asunto] tenga que estar ahí hablando [en medio de la cámara indefinidamente]".
El uso de una herramienta inicialmente pensada contra el abuso indiscriminado de una mayoría de senadores de un mismo partido y una herramienta que la minoría puede usar para obligar a la mayoría a pactar con ella, se está convirtiendo en un mero escudo para bloquear y repeler ciegamente cualquier propuesta que venga del otro partido, con lo que se corre el riesgo de que bloquee la acción política en Estados Unidos en un momento de crisis sistémica con el actual.
Así lo ha visto esta semana el líder de los demócratas en la cámara alta, Dick Durbin, senador por Illinois, quien ha justificado en eso la intención demócrata de tumbar la regla del filibustero: "Desafortunadamente, hemos llegado a ese punto, así que si hay suficientes miembros en el Senado que se ponen de acuerdo, cambiaremos la regla".
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