Este artículo se publicó hace 4 años.
UruguayPocos fallecidos y sin cuarentena obligatoria en el epicentro de la pandemia: el milagro uruguayo contra la covid-19
Uruguay mantiene una baja prevalencia sin cuarentena obligatoria en medio de una región que es el nuevo epicentro de la pandemia. Con un amplio consenso político y social, camina hacia la nueva normalidad con algunos peligros al acecho: una porosa frontera con Brasil, hacinamiento en las cárceles y escasos recursos en muchas de sus residencias de mayores.
Loreto Mármol
Montevideo-Actualizado a
América Latina supera ya a Europa y Estados Unidos en número de casos diarios de coronavirus. La OMS ha declarado la región como nuevo epicentro de la pandemia. Mientras sus vecinos escalan hacia el pico de la epidemia, Uruguay transita hacia la nueva normalidad con una curva de contagios aplanada, una letalidad baja (23 fallecidos) y una disminución de casos (casi 900 en total, de los que solo 100 están cursando la enfermedad).
Detectó sus primeros cuatros positivos el 13 de marzo y el mismo día declaró la emergencia sanitaria. Para contener el virus, que entró en avión y se diseminó en una boda con invitados de clase alta, se aplicó el martillo. Hasta el paciente número 200, el foco se localizaba en uno de los barrios más ricos de Montevideo.
Además del cierre parcial de fronteras y la cancelación de vuelos, de las clases presenciales en los centros de educación y de espectáculos multitudinarios, llamó a la población a quedarse en casa, apelando a la libertad individual en aras del bien común, con la intensificación de medidas de higiene y distanciamiento físico.
El modo de operar uruguayo
Se estipuló cuarentena obligatoria solo para casos positivos y sus contactos. Bajo la premisa de que no se podían apagar los motores de la economía, el país permaneció a medio gas, sin parar del todo, y las familias y amigos se siguieron reuniendo.
El país permaneció a medio gas, sin parar del todo, y las familias y amigos se siguieron reuniendo
Ahora se encamina hacia una progresiva apertura total de las actividades, y lo hace con la calma que caracteriza a la sociedad uruguaya. "Nos ayuda nuestra propia lentitud", dice Miguel Fernández Galeano, especialista en administración de servicios de salud y consultor de la Organización Panamericana de la Salud, que también habla de "una internalización del paisaje, una penillanura de leves ondulaciones".
Respira con una relativa tranquilidad y con la sensación de que hay ciertos puntos calientes que son una olla a presión, como la frontera, las residencias de mayores y las cárceles. Siempre asegurándose de esquivar la espada de Damocles, se definen "protocolos claros de actuación" para pasar a la siguiente fase, explica el médico Julio Vignolo, que integra el grupo asesor científico que desde el 16 de abril aconseja al Gobierno en la toma de decisiones. Cada nueva medida se sustenta en "progresividad, monitoreo y evidencia", añade.
Su baja prevalencia hace que se hable de oasis, excepción, ejemplo, rara avis, solvencia... Incluso ha dado pie a toda clase de especulaciones más o menos hilarantes sobre sus posibles causas, como la garra charrúa o el consumo de mate.
Fernández Galeano es tajante: "No hay milagro uruguayo. Se tomaron medidas tempranas con el diario del lunes; es decir, a la vista de lo que estaba ocurriendo en otras partes del mundo. Tampoco hay garantía de futuro. Lo que hoy resulta positivo mañana se convierte en un problema. La covid-19 llegó para quedarse con acciones de control permanente. Mientras no exista tratamiento, el virus está circulando y podemos correr la misma suerte que los países que están incendiados".
Fernández Galeano: "Mientras no exista tratamiento, podemos correr la misma suerte que los países que están incendiados"
Un punto débil es que Uruguay está encajonado entre dos gigantes: Argentina, con una larga y estricta cuarentena, y el negacionismo y el caos de Brasil, donde el virus está desbocado y ya es el segundo país del mundo con más contagios por detrás de Estados Unidos.
"Somos un algodón entre dos cristales", en palabras de Fernández Galeano. Del primero lo separa un gran río, pero con el segundo comparte mil kilómetros de frontera, con el añadido de que en algunas ciudades basta cruzar la calle para estar en territorio brasileño.
Precisamente, días atrás las alertas estallaban en la limítrofe Rivera, donde el número de casos ha llegado incluso a empatar a Montevideo, que hasta ahora concentraba el mayor registro, y hay nuevos repuntes en cuatro de los cinco departamentos fronterizos.
El virus en Brasil
Sin quitar el ojo al vecino brasileño desde el comienzo de la pandemia, Fernández Galeano alerta de algo que todos temen: "La permeabilidad y porosidad de la frontera es nuestro mayor peligro".
Pero el trasiego constante y multitudinario, tanto comercial como de personas que viven de un lado y trabajan del otro, ha seguido con cierta normalidad, a pesar de los reclamos constantes de más puestos de control para reducir la circulación.
No fue hasta el miércoles pasado que comenzó a funcionar una comisión entre Uruguay y Brasil para coordinar acciones de vigilancia que contengan el avance de la covid-19, después de que el propio presidente, Luis Lacalle Pou, y otras autoridades del Gobierno tuvieran que hacer cuarentena y realizarse el test -que dio negativo- tras su visita a Rivera.
Según Vignolo, el aumento progresivo del número de test ha permitido identificar casos y realizar un seguimiento permanente, aislando los positivos y rastreando de forma exhaustiva su red de contactos. "Seguimos una metodología parecida a lo que se hizo en Corea del Sur, Singapur, Alemania y Costa Rica", matiza.
Varios organismos del país trabajaron contra reloj para validar un kit de diagnóstico según las recomendaciones de la OMS, lo que ha permitido autonomía para hacer hasta el momento 46.000 (15.000 por millón de habitantes), "una buena tasa no solo a nivel regional, sino también mundial", opina Fernández Galeano, que piensa que "hay capacidad de producción para seguir realizando en las próximas semanas entre 800 y 1.000 test por día, algo fundamental para la desescalada".
No se están testeando por el momento a colectivos ni lugares de riesgo como las residencias de mayores. Sandra Burgues, de la dirección técnica de dos centros de bajos recursos económicos en la zona suburbana de Montevideo, comenta que, aunque no tienen ningún caso, "el personal, un enfermero para todos los residentes -algunos establecimientos ni eso- y dos o tres cuidadores por turno, siempre es poco ante una alerta sanitaria".
No obstante, la médica, que también trabaja en el Hospital de Cínicas, el más grande del país, y en el Pasteur, sin registro de pacientes con coronavirus, señala que en cuanto aparecieron los primeros positivos en un hogar de ancianos, viendo la lección de otros países, "el Ministerio de Salud Pública envió a todos los residenciales de escasos recursos un equipo de enfermeros que cada día controla la temperatura, la saturación y la presión arterial de los residentes".
Fernández Galeano indica que hay una serie de condiciones preexistentes favorables en la contención del virus, como una sociedad con una educación de disciplina natural hacia las medidas sanitarias, lo que facilitó una adhesión temprana a la cuarentena voluntaria, y "nuestro propio ecosistema"; esto es, una baja densidad poblacional y sin grandes urbes (3,5 millones de habitantes, de los que la mitad se concentra en la capital).
"Todo eso conjuga", prosigue Daniel Márquez, médico de familia y referente en la atención a la salud de poblaciones vulnerables, que explica que "el factor demográfico hace que no se produzcan aglomeraciones masivas prácticamente en ningún lado. Los pocos puntos que deben de existir son las cárceles", y su abordaje es otra flaqueza.
"Si bien hasta hoy no tenemos ningún caso, no se están tomando las precauciones suficientes", continúa, por su hacinamiento, con unas 12.000 personas privadas de libertad, una de las tasas más altas de América Latina en relación al número de habitantes, y por la imposibilidad a veces de tener jabón y mascarilla.
Las virtudes contra la emergencia
Fernández Galeano, que fue en la anterior legislatura adjunto a la Presidencia del principal prestador público de salud, destaca que el nuevo Gobierno -de otro signo-, que lleva tres meses en el poder, se ha encontrado con la herencia de los últimos 15 años: un sistema de cobertura universal que es el resultado de una inversión en el ámbito sanitario del 9,5% del PIB, que supera el mínimo del 6% que recomienda la OMS. (España ha pasado de un 6,4 en 2010 a un 5,9 en 2018).
Vignolo, especialista en medicina familiar, resalta que hay un buen nivel de atención primaria para resolver casos en domicilios, así como una gran capacidad de camas en unidades de cuidados intensivos.
Otro activo del país, según Fernández Galeano, también viceministro de Salud Pública (2005-2010), es la conexión a internet (el 86% tiene acceso), lo que ha facilitado el teletrabajo. Sin olvidar que las clases se han podido seguir online gracias al plan Ceibal, por el que desde 2007 todos los niños de los centros de educación estatales tienen un portátil con wifi tanto dentro como fuera del aula, añade Burgues.
Hay, además, un amplio consenso político. El principal partido de la oposición ha entregado al reciente Ejecutivo un documento de trabajo en distintas áreas. "No cabe duda de que lo primero es una mano tendida", manifiesta Fernández Galeano, que ha participado en esta propuesta que busca un acuerdo nacional que vaya más allá de lo inmediato: "Construir un camino mejor para salir de esta crisis".
En lo cercano, "distanciamiento físico sostenido" y "tiempo de exposición breve" son los nuevos baluartes que repite el grupo asesor para evitar contagios, en un momento en que la población, que acató las medidas de control sobre todo el primer mes, ha ido flexibilizando su confinamiento voluntario.
Toca redoblar esfuerzos con el invierno austral llamando a la puerta. "Siempre alerta, esto es día a día y permanente, sin creer que la situación está controlada", comenta Vignolo. "Un exceso de confianza puede complicar todo", advierte Fernández Galeano, que concluye: "Uruguay está jugando un partido de fútbol contra la covid. Es como si estuviéramos en Bolivia, aguantando 0 a 0, y el mal de altura va causando estragos. Empieza el segundo tiempo. Podemos hacer un gol y comernos tres".
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.