Este artículo se publicó hace 17 años.
Planeta Lula
Brasil se ha convertido en uno de los países más influyentes del mundo gracias a su líder
Samba con tango. Soja con pasaporte a China. Petróleo de raíz africana. Astronauta brasileño en un cohete ruso. Turbantes árabes en la bolsa de Sao Paulo. Brasil se quiere comer el mundo. Y en los cuatro primeros años de Gobierno de Lula, se convirtió en uno de los países más influyentes del planeta. Con 53 países visitados y más de 100 viajes oficiales, Lula ha conseguido un difícil equilibrio que agrada tanto al primer mundo como al tercero. Y ha logrado una serie de movimientos del sur para y por el sur, casi inéditos en la historia.
Brasil se transformó en la pieza clave para la moderación política de la izquierda latina (Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega). En el cabecilla indiscutible del G-20 que lucha contra los subsidios agrarios del Primer Mundo. Y en impulsor del G-3 (junto a India y Suráfrica), que representa a las potencias en desarrollo. Todo, sin enojar en exceso a EEUU y a Europa. El Brasil de Lula es por inercia el interlocutor del Tercer Mundo con el foro de Davos.
Y el nuevo rico invitado a las reuniones del G-8. Cuenta incluso con el apoyo de Francia para ocupar un puesto en la ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU. Con la Unión Europea, Brasil consiguió el hito de ser considerado como economía preferente. Entró como miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Y, por si fuera poco, ha abierto inéditos pactos con los países árabes, Rusia, China, Israel y África. De momento, logros políticos aparte, Brasil duplicó en el primer mandato del Gobierno de Lula sus exportaciones, alcanzando los 132.000 millones de dólares y colocándose como décima economía del mundo. Éstas son las nuevas direcciones políticas de la era Lula.
Sin complejos
Después de siglos de dar la espalda a su propio continente, Lula miro sin complejos hacia América Latina, con la que apenas tenía relación. Frenar las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) con EEUU fue su primer movimiento. E inmediatamente, el guiño al Mercosur. El intercambio comercial con los países del bloque aumentó en un 254%. Y después de que Lula y Cristina Kirchner decidiesen hace unos días eliminar el dólar como divisa comercial de las transacciones del bloque, la moneda única del sur está más cerca.
Por si fuera poco, Venezuela está a punto de entrar al Mercosur, gracias a su apoyo, después de pasar el filtro del Congreso brasileño. Con el país de Hugo Chávez, Brasil mantiene una luna de miel particular. En febrero de 2005 firmó un pacto, llamado Alianza Estratégica, para la construcción de una refinería binacional en el estado de Pernambuco y el intercambio de tecnología militar. Brasil ha impulsado con insistencia el nuevo eje Venezuela-Brasil-Argentina. Y el gaseoducto que recorrerá el continente de norte a sur será la verdadera y metafórica columna vertebral del eje.
Integración
Pero sin lugar a dudas el nacimiento el 8 de diciembre de 2005 de la Comunidad Suramericana de Naciones fue su gran logro. El impulso del mandatario brasileño fue fundamental para la cristalización de este punto de encuentro político y económico entre el Mercosur y la Comunidad Andina.
Los acuerdos firmados recientemente con Nicaragua, principalmente relacionados con la producción de etanol, y con Bolivia, sobre explotación conjunta de petróleo y cooperación, también son importantes. El anuncio de la construcción de la carretera interoceánica que comunicará Brasil, Bolivia y Chile, que tendrá lugar en La Paz, el próximo 11 de diciembre, es un paso importante en la integración física de Suramérica. El corredor Manaos-Manta (Ecuador) y la construcción de la carretera hacia Perú son otros movimientos importantes del Gobierno de Lula.
México continúa siendo la oveja negra de la integración latinoamericana. Sin embargo, Lula ha sembrado las semillas de la aproximación política y económica en sus tres visitas a México. El intercambio comercial entre ambos países ha crecido un 100% en el último lustro.
La misión de paz de la ONU que Brasil lidera en Haití desde 2004 es otro claro ejemplo de la apuesta apaciguadora de Lula en el continente. Brasil acaba de enviar el octavo contingente de soldados al país caribeño, donde ya hay 1.230 soldados de su Ejército.
Por otro lado, la visita oficial de Lula a China y la devolución del detalle de Ju Hintao, el presidente chino, a Brasil sellaron una alianza comercial y política estratégica. Brasilia reconoció en 2005 a China como economía de mercado, en contra de los intereses de su industria. En la jugada contradictoria hay dos palabras claves: soja y uranio.
Si China apostase por la soja de Brasil, el país de Lula sería imbatible por muchos años como principal exportador mundial. China, además, quiere comprar el uranio enriquecido que Brasil ya produce con el beneplácito de la Agencia Internacional de la energía Atómica (AEIA).
Rusia ha sido otra apuesta clara del Gobierno Lula. En sus dos visitas a Moscú, el presidente brasileño cerró acuerdos importantes en el área energética y en la aeronáutica. Uno de ellos propició el lanzamiento del primer astronauta brasileño al espacio.
El denominado G-3, que Brasil lanzó con Suráfrica y la India, ha sido vital en la lucha contra las multinacionales farmacéuticas. El G-3, de nuevo liderado por Brasil, lucha por el acceso de medicamentos contra el sida y aboga por la utilización de medicamentos genéricos. La ruptura del Gobierno brasileño de la patente del medicamento Efavirenz, en mayo de 2007, fue celebrada como un triunfo. Además, los genéricos fueron comprados principalmente de India.
Portavoz agrícola
Brasil se ha convertido en el portavoz más importante de los países agrícolas del Tercer Mundo. Lula impulsó en 2003, junto a Argentina e India, el denominado G-20, grupo de países que luchan contra los subsidios agrarios de las economías occidentales. El G-20 ha conseguido dos importantísimas victorias. La Organización Mundial del Comercio (OMC) condenó los programas de subsidios del algodón en EEUU y los del azúcar de la Unión Europea.
Lula visitó en noviembre de 2003 Siria, Líbano, Egipto, Libia y Emiratos Árabes Unidos. Y consiguió importantes acuerdos comerciales. Además, en 2005, Brasil fue el anfitrión de la Primera Cúpula América del Sur y Países Árabes, que concluyó con la firma de acuerdos entre el Mercosur y los países del Golfo Pérsico. Uno de ellos fundamental: la explotación y el comercio de petróleo y derivados.
Sin embargo, aquella cumbre acabó con una declaración conjunta de condena de la ocupación de Palestina, pero no del terrorismo árabe, que causó malestar en Israel. Entonces salió a relucir la habilidad diplomática de Lula, que no tardó en enviar a Tel Aviv a Celso Amorim, su infatigable ministro de Asuntos Exteriores, y a Luiz Fernando Furlan, ex ministro de Desarrollo, para limar asperezas, intercambiar conocimientos tecnológicos y negociar un futuro de libre comercio con el Mercosur queya es una realidad.
La conexión negra es otro de los detalles interesantes de la nueva política internacional de Brasil. El presidente ya ha visitado 17 países africanos. Y ha firmado acuerdos de cooperación social, explotación de recursos naturales, principalmente con Nigeria, e infraestructura. Además, ha reforzado la alianza con los países de lengua portuguesa, con Angola y Mozambique.
Lula impulsa con el presidente de Nigeria, Olusegun Obasanjo, la instauración de una reunión anual entre países de América Latina y África. Brasil se ha ofrecido
para ser la sede.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.