Después de más de tres lustros desempeñando un poder absoluto, Mahmud Abás sigue sin aclarar qué ocurrirá cuando desaparezca, lo que a estas alturas parece que solo será por muerte o incapacitación. A sus 85 años el presidente palestino sigue aferrado a su silla en la Muqataa de Ramala, de donde sale en muy pocas ocasiones.
Su mandato se ha caracterizado por una sumisión completa a Israel y por la estrecha colaboración con el ejército de ocupación, en gran parte porque Abás sabe perfectamente que si los soldados israelíes pusieran fin a las redadas diarias en Cisjordania, apenas aguantaría a lo sumo algunas semanas o meses en Ramala.
Si hubiera estado interesado en resolver el conflicto con Israel, hace años que habría dimitido y entregado las llaves de Cisjordania al estado judío, que según la ley internacional es quien debe encargarse de administrar los territorios ocupados. Abás ha amenazado varias veces con hacerlo pero nunca ha dado ese paso, prefiriendonservir concienzudamente a Israel.
No solo ha reprimido a los milicianos que combaten la ocupación y a los disidentes en general, sino que ha hecho en cada momento todo lo que le convenía a Israel. En las circunstancias derivadas de la ocupación, Abás es un voluntarioso y obediente empleado que deliberadamente ha ignorado las señales que indican que Israel solo busca la anexión de Cisjordania, asumiendo la administración de la ocupación y quitándole ese peso a Israel.
Lo ha hecho con la bendición de EEUU y Europa. La desastrosa política europea hacia Oriente Próximo dictada por la canciller Angela Merkel y el presidente Emmanuel Macron ha consistido en financiar la ocupación y ha conseguido que Abás entre en ese juego suicida. Lo que tenía que hacer Israel, lo han hecho Europa y EEUU, que solo atienden a los intereses de Israel y no a sus propios intereses, y mucho menos a los intereses de los palestinos.
En lugar de soportar el peso civil de la ocupación, como es su obligación de acuerdo con las leyes internacionales, Israel solo utiliza a sus soldados en los territorios ocupados sin ensuciarse las manos más allá. Es más, los israelíes dedican ingentes cantidades de dinero a la expansión de sus colonos a la vista de todos, especialmente de Abás, EEUU y Europa, que lo aceptan con docilidad como algo inevitable.
Las redes sociales palestinas e israelíes se han hecho eco de que el presidente Abás sufría una grave enfermedad
En este contexto que no conduce a nada bueno, en los últimos días las redes sociales palestinas e israelíes se han hecho eco de que el presidente Abás sufría una grave enfermedad y hasta le daban poco tiempo de vida. La noticia, aparentemente sin fundamento, se diseminó ampliamente por la región lanzando al aire especulaciones sin fin.
Las autoridades israelíes salieron al paso declarando que la salud del presidente palestino era buena, y lo mismo hicieron las autoridades palestinas desde Ramala. Los rumores que inundaron las redes sociales han cedido en intensidad pero han servido para recordar que no hay un plan de sucesión, algo que debería preocupar a todos, no solo a israelíes y palestinos sino también a americanos y europeos.
Desde la muerte Yaser Arafat en 2004, Abás ha gobernado al servicio de Israel sin designar un sucesor, lo que indica que está decidido a continuar en la Muqataa hasta el final de sus días, a pesar de los numerosos sondeos que señalan que una amplia mayoría de palestinos quiere que se vaya dado que su presidencia ha sido negativa para los intereses de Cisjordania y Gaza.
Algunos analistas creen que la desaparición de Abás conducirá a un estallido de violencia y que nadie será capaz de sustituirlo en los términos que hoy día dicta Israel. Es una idea razonable si se considera que los posibles sucesores se enfrentarán a una situación más complicada por culpa de la política de EEUU y Europa durante los últimos 16 años.
Según el diario Haaretz, Israel no quiere ser visto como quien designa al sucesor de Abás, de ahí que trate que otro país de los que Israel manipula dé un paso adelante y convenza a Abás de que es necesario designar a un sucesor cortado a su medida. Este papel podrían desempeñarlo Arabia Saudí o Egipto, dos países que obedecen a ciegas al estado judío.
En búsqueda del candidato idóneno
En esta inamovible situación, varios nombres circulan como sucesores, si bien la lista suele fluctuar de tanto en tanto. El candidato idóneo sería Marwan Barghouthi, de 62 años, quien ha hecho su carrera en el seno de Fatah y desde 2002 se encuentra en una prisión israelí condenado a cinco cadenas perpetuas. Los sondeos muestran que Barghouthi es el político más popular y carismático. Es partidario de la paz, pero también es partidario del uso de las armas de la resistencia hasta que Israel acepte retirarse de los territorios ocupados.
Un segundo candidato es el actual jefe de gobierno, Mohammed Shtayyeh, de 63 años. Es un político articulado y moderado que se expresa como un académico y que probablemente continuaría el trabajo de Abás, es decir no hacer nada fuera de declaraciones huecas. Su problema es que cuenta con poco respaldo y carece de carisma y del temperamento adecuado para esas funciones. Es un buen número dos, pero seguramente no sería un buen número uno.
Un tercer candidato es Mohammad Dahlan, un ambicioso político de 59 años que trabajó a las órdenes de Arafat pero que el fundador de Fatah expulsó de su entorno por considerarlo un infiltrado de Israel. Desde 2011, cuando Abás lo acusó de haber participado en la muerte de Arafat, se encuentra en un dorado exilio en los Emiratos Árabes Unidos, desde donde mueve los hilos que le interesan. Sin duda es el candidato favorito de Israel, pero muy probablemente conduciría a los palestinos a una guerra civil.
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