Este artículo se publicó hace 14 años.
"De niño quería lanzar bombas atómicas a EEUU"
El régimen intenta amaestrar a la juventud desde la cuna, a través de las escuelas, la televisión y los juegos masivos
Kim Hyok-chol es un chaval simpático, amable y con un gran sentido del humor. Sin embargo, hablar con él resulta chocante en ocasiones. Nació en 1987, cuando Michael Jackson rompía las listas de éxitos de medio planeta con Smooth Criminal. Pero Hyok-chol no sabe quién es el rey del pop. Dice que ha escuchado "alguna vez algo de rock", pero que no le gusta. Su tema favorito es No hay patria sin ti, el himno oficioso de su país, Corea del Norte. La canción-constantemente en la televisión, en los altavoces de furgonetas que recorren Pyongyang, la capital- proclama: "Somos incapaces de vivir sin ti, nuestro país es incapaz de sobrevivir sin ti, camarada Kim Jong-il".
Hyok-chol es un ciudadano perfecto del régimen norcoreano. Su padre es maestro en una escuela de educación primaria. Imparte la asignatura estrella de la formación de cualquier niño: Historia Revolucionaria de los Tres Generales del Monte Paektu, el relato de hazañas atribuidas al fundador del régimen, Kim Il-sung; a su mujer, Kim Jong-suk; y a su hijo, el actual dictador Kim Jong-il.
La familia de Hyok-chol vive en las afueras de Pyongyang, en un piso de un edificio de 14 plantas. Por la noche, todos juntos en el sofá ven la serie Tecnología Punta, una especie de Los Serrano a la norcoreana. Los capítulos giran en torno al Control Numérico por Computador, un avance tecnológico para automatizar la producción industrial. "También hay amor e intriga", matiza Hyok-chol, de 23 años.
Jamás ha salido de Corea del Norte, pero habla español con fluidez. Estudió cultura hispánica en la Universidad Kim Il-sung gracias a su interés por la revolución cubana y la Guerra Civil española. Leyó El Quijote y vio, algo sorprendente en un país que veta las películas occidentales, Tesis, la película de Alejandro Amenábar sobre la grabación de asesinatos reales. "Es interesante", opina.
La propaganda dice que en la Gran Casa de Estudio del Pueblo, un enorme edificio en Pyongyang, hay millones de libros occidentales a disposición de los estudiantes. No están a la vista. Como demostración de su existencia, las autoridades muestran a Público un par en castellano: El masaje para bebés según el método ayurvédico y un poemario del sacerdote sandinista Ernesto Cardenal.
Una insignia del dictadorHyok-chol lleva sobre el corazón, como los 24 millones de norcoreanos, una insignia con el retrato de Kim Il-sung, fallecido en 1994. Se la ganó con 14 años, la edad a la que los estudiantes más brillantes y leales al régimen ingresan en la Unión de la Juventud Socialista de Kim Il-sung, una organización con cinco millones de miembros. Desde allí, a partir de los 28 años, los más fieles pueden dar el salto al Partido de los Trabajadores, que gobierna Corea del Norte aplicando el Juche, una ideología creada por el fundador de la dinastía comunista agitando en una coctelera el estalinismo y una exaltación radical de la patria. "En el partido sólo entran las élites", suspira Hyok-chol.
El joven proclama su lealtad al tirano que gobierna su país desde 1994: "Yo daría mi vida por el Querido Líder camarada Kim Jong-il". Es imposible saber si es sincero o no tiene más remedio que pregonar su obediencia ciega. Decir lo contrario puede suponer su ingreso en un campo de reeducación.
De niño, Hyok-chol no quería ser astronauta ni bombero. Soñaba con convertirse en oficial del Ejército Estratégico, "de los que disparan misiles atómicos a EEUU, como todos los niños de Corea del Norte". Dice que, si estallara una guerra entre Pyongyang y Washington, todo el pueblo, salvo los bebés y los ancianos, tomaría las armas. "Pero nunca mataríamos civiles, porque eso es de terroristas. Los civiles no tienen la culpa, el pueblo estadounidense es bueno. Los políticos son los reaccionarios", argumenta.
Finalmente, Hyok-chol apenas hizo seis meses de mili, en la artillería antiaérea. Pero su hermana, de 20 años, es subteniente del ejército. Hyok-chol abandonó su plaza en la universidad al ser "movilizado" como traductor de Público durante el recorrido de diez días de este periódico por el país más aislado del mundo. En una de las actividades programadas, el festival gimnástico de masas Arirang, Hyok-chol, desde el público, reconoció a su hermana.
El Gobierno norcoreano asegura que en estos juegos espectaculares, dedicados a ensalzar la figura del dictador y de su familia, participan unas 100.000 personas. Intervienen niños de apenas 6 años, estudiantes e incluso militares, obligados a entrenar "durante más de 20 días, toda la jornada", según Hyok-chol. En la sede del festival, el estadio Primero de Mayo de Pyongyang, miles de personas bailan con una sincronización perfecta, impensable en otro país que no fuera Corea del Norte. De fondo, en un graderío, unos 15.000 estudiantes levantan cartulinas de colores para crear dibujos animados. Como píxeles humanos.
Para un profano, las imágenes que componen no tienen mucho sentido: un sol, una casa, una flor roja. Pero el sol representa a Kim Il-sung, "el sol de la Patria"; la casa es el sagrado lugar de nacimiento de Kim Jong-il, y la begonia roja es la kimjongilia, la flor dedicada al déspota. La hermana de nuestro traductor, junto a otros batallones, baila con la corta falda del uniforme militar y blande un sable. Decenas de miles de voces corean loas al dictador. Mientras, Hyok-chol muestra las inquietudes propias de cualquier persona de su edad: "En España, ¿cómo se liga?". Y también otras propias de un norcoreano: "¿Y cómo son los blindados Pizarro del Ejército español?"
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