Este artículo se publicó hace 5 años.
El 'movimiento de las sardinas', los jóvenes contra Salvini
Los jóvenes italianos quieren plantarle cara y no caer en el anzuelo del soberanismo del líder de la Liga, Matteo Salvini. Cuatro amigos treintañeros han desencadenado un nuevo movimiento "desde abajo" y espontáneo para frenar el nacionalismo transalpino.
Roma-
Sin líder, sin banderas, sin partidos, sin insultos. Todo ha surgido de una forma rápida y espontánea, en cuestión de días. El objetivo es no caer en el anzuelo del "populismo de derecha". Y por el momento está funcionando, ya que el nombre de este colectivo de manifestantes empieza a ser muy conocido dentro y fuera de Italia. No quieren apropiarse del logo de ningún partido, pero los medios de comunicación del país, también los progresistas, aseguran que son más cercanos a la izquierda. Desde luego, quieren mostrar su disentimiento contra el soberanismo italiano del líder de la Liga, Matteo Salvini. Para periódicos transalpinos de tirada nacional como La Repubblica, se trata de un movimiento "desde abajo", cuyos organizadores lo tienen claro: "Seremos tantos que pareceremos sardinas".
Italia observa el nacimiento del movimiento de las sardinas, el nuevo fenómeno de protesta anti Salvini en el país con forma de bota. Roma, Palermo, Turín, Nápoles, Florencia, Milán. Las grandes ciudades italianas, en las próximas semanas, vivirán de cerca el protagonismo de un nuevo fenómeno social y político que ya está ocupando las portadas de las principales cabeceras del país.
Todo surgió sobre la marcha el pasado jueves, cuando miles de jóvenes se reunieron en Bolonia para demostrar su rechazo al nacionalismo hoy imperante en la derecha soberanista transalpina y que tiene como líder símbolo a Matteo Salvini. Por ello, una de las sardinas, "que no podía dormir" sabiendo que iba a haber un mítin del leguista en la capital boloñesa; decidió llamar a tres amigos más y organizar un flash mob a través de las redes sociales con el objetivo de alcanzar las 6.000 personas. No obstante la lluvia, se llegaron a concentrar más de 15.000 personas. Lo mismo se llegó a repetir en la ciudad de Módena, con otras 7.000 personas, que cantaron el ya célebre Bella Ciao.
No es casual que la primera gran concentración de las sardinas tuviera lugar precisamente en Bolonia. Dicha ciudad es la capital de la región de Emilia-Romaña, un territorio tradicionalmente de izquierda. El próximo 26 de enero tendrán lugar las elecciones que determinarán el auge por ahora imparable del soberanista Matteo Salvini. O su primer freno político.
Aunque la gran parte de la prensa italiana señala que la región de Emilia-Romaña está "bastante bien administrada", debido sobre todo a los amplios recursos de los que dispone al ser una zona altamente industrializada, la lectura de las próximas elecciones en clave nacional podría hacerle perder muchos puntos a los reformistas. Aunque, por el momento las encuestas colocan al centro izquierda en situación de ligera ventaja.
Salvini no ve la hora de ganar dichas urnas porque de conseguirlo, sería algo inédito en la Italia republicana. Lo cual invitaría al débil Gobierno del actual primer ministro, Giuseppe Conte –formado por una coalición forzada entre el Movimiento 5 Estrellas (M5E) de Luigi Di Maio, el Partido Democrático (PD) de Nicola Zinagretti e Italia Viva (IV) del ex premier Matteo Renzi–; a lo mejor se vería moralmente encaminado hacia las dimisiones.
Salvini, por el momento, se está mofando con cautela de las "sardinas" mientras termina de estudiar el real alcance que podrían tener, no sólo en los próximos días, sino en los próximos meses, incluso después de las elecciones en Emilia-Romaña. El líder leguista ha aprovechado para reírse del movimiento de las sardinas, invitando a sus seguidores, bajo el lema "Gattini con Salvini" –en italiano, "Gatitos con Salvini"–, que inunden las redes sociales de "gatitos", porque "ellos se comen a las sardinas".
En un momento en el que la Liga convence a uno de cada tres italianos, Matteo Salvini sabe que, de cobrar fuerza, las sardinas podrían conventirse en el desahogo anti Liga en todo el país. Y que no necesitará ni siquiera a los partidos de izquierda, como el Partido Democrático (PD), para organizarse. Gianni Cuperlo, representante destacado de la formación socialista, llegó a admitir estos días que "si hubiera sido el PD quien hubiera convocado dicha manifestación seguro que no habría tenido tanto éxito".
Cuatro amigos treintañeros: un politólogo (Mattia Santori), un guía turístico (Andrea Garreffa), una fisioterapeuta (Giulia Trappoloni) y un ingeniero (Roberto Morotti). Ninguno se dedica directamente a la política. "No pensamos que Matteo Salvini sea el mal absoluto", explica Mattia Santori, que poco a poco empieza a cobrar visibilidad como líder de facto del movimiento de las sardinas: "Al contrario, es un hombre frágil, hasta el punto que ha sido derrotado por cuatro chicos que usaban un teclado no obstante la Bestia", aseguró Santori en referencia a la máquina de propaganda digital al servicio de Salvini y de la Liga en las redes sociales. Santori, en una entrevista al Corriere della Sera hace pocos días, aseguró que el objetivo es el de "lanzar un mensaje y no el de hacernos los héroes".
La última vez que los italianos se manifestaron de forma transversal y aparentemente sin ideologías fue hace unos 10 años, antes del surgimiento del Movimiento 5 Estrellas. Hoy, al contrario respecto a entonces, no hay un líder carismático como Beppe Grillo al frente. Habrá que ver, finalmente, en qué quedará este movimiento de protesta, que por el momento se caracteriza por su espontaneidad.
Presume de no ser ideológico, pero incluso la prensa del país reconoce que son más bien de izquierda. Pero al contrario respecto a hace una década, el movimiento de las sardinas, en pleno auge progresivo del leguista Matteo Salvini, apuesta por no una defensa sino una oposición a la política anti establishment. Italia, como suele ser habitual, es de nuevo escenario de experimentos políticos, donde una nueva generación de jóvenes podría estar defendiendo, a contracorriente, la política de toda la vida.
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