Casas destruidas, toneladas de escombros, tierra amputada sin contemplación. Las imágenes del terremoto de magnitud 8,9 que ha golpeado este viernes Japón escupen un paisaje desolador.
Sin embargo, las imágenes macabras (ver fotogalería) podrían haber sido de destrucción total si, en vez de la isla del Pacífico, se hubiera producido en otro punto del planeta.
No es un consuelo, pero nunca tanto como ahora, se podría decir esa frase hecha de 'podría haber sido mucho peor'. Porque Japón es, de hecho, uno de los países del mundo mejor preparados ante un terremoto.
El esfuerzo, visto ahora, no ha sido en vano. El país ha invertido miles de millones de dólares en desarrollar de la tecnología más avanzada para afrontar los 'golpes' de los terremotos y los 'embates' de los tsunamis.
Ha sido una cuestión de previsión: acostumbrados como están a sufrir miles de sismos de escasa magnitud (de hecho la palabra tsunami nace allí), los japoneses han ido adecuando las zonas del país en función de que existiera mayor o menor riesgo de sufrir una catástrofe natural.
Por eso son las localidades ubicadas en la costa, más propensas a sufrir tsunamis, son las mejor preparadas: cada hogar dispone de un sistema de alarma que permite a las autoridades locales comunicarse con los inquilinos en caso de amenaza.
Además, los caminos y otras vías de escape que conducen a terrenos elevados, con menor riesgo, tienden a estar claramente señalizados.
Muchas zonas disponen también de diques para contener el agua y algunas ciudades costeras cuentan con sensores que, conectadas a las viviendas, cierran de forma automáticas las puertas para evitar que las olas penetren en el interior.
Desde el terremoto en la ciudad de Kobe de 1995 (poco menos de 6.500 muertos) las boyas cuentan con sensores para predecir con al menos 30 minutos de antelación las amenazas.
Mucho antes, en la década de los 50, los edificios se construyen cumpliendo determinados parámetros de seguridad en los que se tienen en cuenta factores como los cimientos que se utiliza o dónde se distribuye el peso. Los pisos bajos son los que aguantan más peso y deben estar separados para que en caso de terremoto no se golpeen entre si.
Incluso existen guías en los que detalla qué tareas concretas deben llevar a cabo cada uno de los miembros de la familia: apagar el gas y la calefacción, asegurar las entradas y salidas...
Con todo, los primeros cálculos apuntan ya a que la cifra de muertos podría superar sin demasiadas dificultades los mil. Pese a ser uno de los países más preparados ante terremotos y tsunamis.
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