Este artículo se publicó hace 2 años.
Por qué Israel va a celebrar sus quintas elecciones en tres años
El último gobierno israelí apenas ha podido funcionar durante un año. La crisis que le ha dado la puntilla es el resultado de un malestar endémico que afecta al Estado judío desde su fundación pero que se ha agravado en los últimos lustros.
Eugenio García Gascón
El lunes por la noche, mientras el primer ministro Naftalí Bennett y su asociado Yair Lapid anunciaban conjuntamente la crisis de gobierno, se fue la luz durante dos segundos. El Gobierno israelí decidía disolver el Parlamento israelí (la Knéset) y convocar elecciones anticipadas, las quintas en tres años. Lapid comentó en directo que era "algo simbólico", y unos instantes después, durante su breve alocución, recalcó la necesidad que Israel tiene de un tikun.
Tikun significa "corrección" o "arreglo" y es un vocablo muy relevante en el judaísmo. Se supone, entre otras cosas, que los judíos tienen la obligación de corregir y arreglar el mundo, que por su naturaleza es defectuoso. La mención de Lapid no podía ser más pertinente puesto que Israel precisa de un montón de correcciones, y con urgencia, antes de que pueda dedicarse a arreglar el resto del mundo, y no al revés.
¿A dónde va Israel?
Son innumerables los analistas, políticos e intelectuales que advierten desde hace tiempo que el país se halla en una situación particularmente delicada que se agrava día a día. Esta semana uno de ellos decía que Israel está en medio de un "proceso de combustión". Es posible que todavía no haya llegado a ese punto, aunque no parece encontrarse demasiado lejos.
¿Cuáles son los grandes problemas? Indudablemente hay dos. Por un lado está la terrible cuestión de un agresivo nacionalismo, y por otro lado un peculiar religionismo no menos exacerbado.
El problema del nacionalismo
El nacionalismo está en el ADN del estado, se inculca desde la más tierna infancia a todos los niveles, se fomenta por doquier y condiciona y aprisiona la existencia de cada uno de sus ciudadanos y del conjunto del estado, así como sus relaciones internas y externas. Es difícil que un país sometido al nacionalismo pueda considerarse democrático, y todavía es menos democrático cuando también se encuentra en la órbita del religionismo. No deja de ser sospechoso, y trágico, que quienes más alto hablan de democracia y dicen defenderla son los nacionalistas y religionistas, que efectivamente dominan el parlamento.
El problema del 'religionismo'
En el caso de Israel el religionismo está directamente asociado al nacionalismo. No estamos hablando de los judíos ultraortodoxos, aunque muchos se están acercando más y más al nacionalismo, sino de lo que en hebreo llaman el sionismo religioso, un sector a la vez nacionalista y religionista que es cada día más bollante y ejerce una influencia decisiva en la política y la sociedad en general, un sector del que ya no es posible prescindir y que dicta la política de Israel, tanto interna como externa.
¿Es posible revertir la tendencia?
Al contrario, las fuerzas vivas del nacionalismo y el religionismo están interesadas en acelerar el curso de la historia en esa dirección específica ignorando el abismo que tienen delante. Es la tendencia dominante, la que desde hace años cuenta con mayoría en el parlamento. Ha sido la corriente que ha causado el fin del gobierno de Bennett que ha durado un año y una semana, el mandato más corto desde la fundación del estado en 1948, a pesar de que el primer ministro Bennett pertenece a esa misma tendencia.
¿Cuál es la perspectiva?
Aquí es pertinente señalar que esa corriente no ha surgido de la nada, sino como consecuencia de aquellos alegres visionarios socialistas que crearon el estado y embaucaron a la Internacional Socialista con sonrisas como la de Shimon Peres. Entonces nadie reparó en que se trataba de una generación que no solo era socialista sino que también tenía una fuerte contaminación nacionalista. Aquellas generaciones amamantaron a los fanáticos nacionalistas y religionistas que ahora dominan la escena.
Procede la pregunta de qué ocurrirá con la siguiente generación, hasta dónde será capaz de llegar, y solo pensarlo causa estremecimiento. Ante este panorama, no parece insensato es reservar una plaza en el próximo vuelo espacial de Jeff Bezos, aunque sea un poco caro.
La cuestión palestina
Los palestinos no pueden hacer nada, pero desde luego la estrecha colaboración del presidente Mahmud Abás con el sionismo más extremo no va a resolver el problema de la brutal ocupación militar y la paulatina anexión de Cisjordania. De hecho, la colaboración de Abás durante más de tres lustros ha contribuido a agravar sensiblemente la situación de los palestinos.
Peligro para la región
Todo esto ocurre mientras Israel consolida su liderazgo en Oriente Próximo. Un liderazgo político dirigido desde esa deriva hipernacionalista e hiperreligiosa resulta peligroso para toda la región. Bien directamente, bien a través de terceros, como es el caso de los Emiratos Árabes Unidos, Israel está creando un Oriente Próximo a su medida que no responde a la realidad ni a las necesidades de la región, con un autoritarismo sin fisuras que fomenta el militarismo y que en algún momento se fracturará acarreando graves consecuencias.
¿Existe una solución?
Sí que existe, pero no es sencilla. Para arreglar las cosas se precisa con urgencia un tikun o corrección, o mejor varias correcciones radicales, que los israelíes no están en situación de facilitar. Por lo tanto es necesaria una intervención internacional enérgica, primero para obligar a Israel a cumplir el derecho internacional y después para revertir la terrible deriva nacionalista y religionista del país, que tiene una incidencia cada vez mayor fuera de sus fronteras.
Desgraciadamente, nada de esto va a ocurrir porque Estados Unidos, Berlín y París contribuyen a esa deriva con su pasividad y se sienten más cómodos lavándose las manos y sin pensar en el mañana.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.