madrid
Actualizado:"Estamos cruzando la selva buscando un mejor futuro, no para que nos acaben la vida. Si no te acaba la vida una culebra, te acaban la vida los hombres que están adentro, que violan y matan". La que pronuncia estas palabras es una migrante venezolana que ha logrado atravesar el tapón del Darién, una franja de selva virgen de casi 6.000 kilómetros cuadrados y que corta la carretera Panamericana, que conecta el continente de norte a sur, desde Alaska hasta la Patagonia. Esta vía se interrumpe solo en la localidad de Necoclí, en el departamento colombiano de Antioquia. Ya no hay más asfalto hasta el municipio panameño de Yaviza, al otro lado de una reserva natural que en los últimos años se ha ganado el apelativo de "infierno verde" para los migrantes.
La mujer relataba a los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Panamá su particular infierno –el de casi medio millón de personas solo en 2023– a lo largo de este duro viaje por la selva. Además de los ríos, barrancos y lodazales del camino, de los mosquitos y animales peligrosos que lo habitan, en el tapón del Darién también acecha la violencia omnipresente del crimen organizado, que ha convertido este inhóspito territorio en un lucrativo negocio a costa de la desesperación de cientos de miles de personas que ya llevan a cuestas miles de kilómetros sin apenas ayuda humanitaria.
Casi 400 agresiones sexuales
"¿Cómo sobrevive una a cinco violaciones?", se lamentaba esta migrante, testigo de numerosos episodios de violencia sexual en su camino. Solo en 2023, el personal de MSF en Panamá ha atendido a 397 supervivientes de violencia sexual –107 solo en octubre– entre los que se cuentan varios niños. Según alerta, esta cifra solo muestra la punta de un iceberg, "ya que la violencia sexual a menudo no se denuncia debido al estigma y el miedo", señala Luis Eguiluz, coordinador general de la ONG para Colombia y Panamá.
"Mataron a un muchacho frente a nosotros con un tiro en la frente"
"¿Qué vi? Muchas cosas. Maltrato físico y verbal, violaciones, muertes. Nos quitan lo que tenemos, y al que no tiene lo golpean. Nos violan. Nos hacen daño. Matan a muchas personas, las tiran de arriba y nos dicen que nos callemos y, si no, seremos buscados por nuestra familia", añade en su testimonio esta mujer, similar al de muchos otros recogidos a lo largo de los últimos dos años en multitud de medios de comunicación internacionales.
"Prácticamente nos secuestraron, nos llevaron caminando y muchas de las compañeras fueron abusadas y maltratadas, porque a las personas que no tenían el dinero nos maltrataban. Muchas fueron violadas. Mataron a un muchacho frente a nosotros con un tiro en la frente", detalla la superviviente.
Las coberturas periodísticas sobre el drama inhumano del Darién han ganado premios y han ocupado portadas de los principales diarios, han llenado informativos y documentales, pero los cambios han sido pocos, salvo el número de migrantes que se ven obligados a exponerse huyendo de la pobreza, los conflictos o la violencia en Latinoamérica y otra zonas olvidadas del mundo. MSF y varias agencias de Naciones Unidas califican la situación como una "crisis humanitaria cada vez más profunda" y carente de un enfoque serio e internacional.
Más de 450.000 personas en 2023
El Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) de Panamá contabilizó el cruce de 133.000 personas en 2021. Se duplicó en 2022, con 248.000. A cierre de noviembre de 2023 ya habían atravesado 458.228. Son sobre todos venezolanos (294.598), aunque empiezan a despuntar ecuatorianos (51.129) y se disparan las cifras de haitianos (41.489).
Pero el éxodo no es solo americano. Hay decenas de miles de ciudadanos chinos, indios, bangladesíes e, incluso, refugiados afganos, migrantes de Camerún o Burkina Faso que aterrizan en Ecuador o Brasil para luego continuar la ruta por tierra. Casi un centenar de nacionalidades han pasado por este peligroso paso en 2023.
Según MSF, ha habido días en los que sus centros de atención en Panamá han recibido a 3.000 migrantes y los recursos, advierte, son absolutamente insuficientes. "La cifra de migrantes que han cruzado la selva equivale a más del 11% de la población de Panamá. Esta es una crisis sin precedentes a la que no se ha volcado la suficiente atención global ni regional; no se han garantizado rutas seguras a los migrantes ni suficientes recursos para las organizaciones que los atienden", lamenta Eguiluz.
La OIM confirma 42 muertes en el Darién este año, pero las cifras reales son mucho mayores
El Darién solo se cruza pagando, y no siempre. Los albergues de migrantes previos al tapón están vigilados por las mafias. Contratar un "guía" es prácticamente obligatorio para poder llegar a Panamá y continuar la ruta hacia EEUU. Aunque eso no garantiza el éxito al bordear un cerro o superar las violentas corrientes de los ríos que atraviesan los senderos, más aún si los que viajan son niños de corta edad. Más de 40.000 menores cruzaron el Darién en los primeros seis meses del año, según UNICEF. Es un 450% más que en el mismo periodo de 2022, y la mitad de ellos tenía menos de cinco años.
Según el programa Missing Migrants (Migrantes Desaparecidos), de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), desde 2016 han perdido la vida 342 personas en el Darién. Se confirmaron 141 víctimas en 2022, año récord, y 42 en lo que va de 2023. Aunque la agencia reconoce que la cifra real es muy superior, ya que hay muertes que nunca se reportan.
Cuatro días caminando entre la selva
Nehemías Gutiérrez, otro migrante venezolano entrevistado por el personal de MSF hace escasas semanas, confirma la dureza de una travesía que "no logra superar todo el mundo". Él, su mujer y su hija pequeña anduvieron durante cuatro días y medio por las trochas que separan Colombia de Panamá. "No paras de caminar durante 12 horas al día, subiendo lomas con lodo pantanoso que te llega a las rodillas, subidas de tres y cuatro horas. Vimos un señor mayor en el segundo día que no podía superar el río. Lo dejamos allá, debe de estar con Dios. Y vimos más muertos", narra.
Su familia, dice, es afortunada. El grupo que iba tras el suyo denunció ante las autoridades panameñas un asalto con robo a mano armada durante su viaje. "Robaron a más de 200 personas, les quitaron todo: mochilas, celulares, plata... y tocaron a todas las mujeres. Si alguien tenía plata escondida les golpeaban con la culata del arma en la nuca. Les dejaron solo la ropa que llevaban puesta", relata.
Emilady Rodríguez, migrante también venezolana, atravesó el Darién con sus hijas de siete y diez años. Su reato ante MSF sigue la misma tónica. "Se encuentran mujeres embarazadas flotando muertas. A un señor que venía en mi grupo le dio un ataque, murió y tuvieron que abandonarlo. Hay mucho robo en esa selva, secuestran. Están cobrando 100 dólares por persona y a la mujer que no paga, la violan".
El precio por este cruce, apunta Gutiérrez, ha sido de 1.300 dólares (casi 1.300 euros) entre cinco personas. "Hemos pagado solo la parte colombiana. Todavía nos quedan siete largos países por recorrer hasta EEUU y en todo el viaje no hemos recibido ayuda de ninguna organización", explica.
Falta de atención humanitaria en la ruta
Para Gutiérrez y su familia, el Darién ha sido solo una etapa más de un infierno que comenzó muchos kilómetros atrás. Durante 2023, MSF ha recorrido las principales rutas de tránsito de migrantes en Colombia.
"Lo que hemos evidenciado y escuchado es que quienes transitan por América están expuestos a una situación de extrema vulnerabilidad: hambre, ausencia de alojamientos y fuentes de agua, cobros excesivos, desinformación y estafas, xenofobia y violencia física, psicológica y sexual. Todo esto empieza mucho antes de que los migrantes lleguen a la selva del Darién, aunque sea allí donde se hace evidente", señala el portavoz de MSF en la región.
Comparten el diagnóstico la OIM o la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Estos organismos pidieron la semana pasada, en nombre de los países de acogida y tránsito de migrantes, "un mayor apoyo de parte de la comunidad internacional para fortalecer los servicios nacionales y brindar oportunidades de integración para que las personas puedan encontrar estabilidad y evitar embarcarse en viajes tan peligrosos".
"Ningún país puede con sus propias herramientas y de forma aislada abordar tales desafíos. Tan solo trabajando conjuntamente, con un enfoque colaborativo en cada instancia del viaje, podremos luchar contra estos desafíos de forma efectiva", aseguró el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi.
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