Este artículo se publicó hace 11 años.
El exbailarín de milongas
“Habemus Papam”. La tercera fumata anunció al mundo católico a un nuevo Pontífice, tras la renuncia de Benedicto XVI. Su nombre cardenalicio no figuraba en la lista de los “papables”… ¡afortunadamente! Al parecer, el “Espíritu Santo” condujo a los 115 cardenales electores “hasta el fin del mundo”, según confesaba anoche en su saludo “Urbi et Orbi” el flamante nuevo Pontífice, cardenal Jorge Mario Bergoglio (76 años), arzobispo de Buenos Aires (Argentina), que ha tomado como nombre papal el de Francisco.
Dos hechos llaman la atención: ser el primer jesuita y el primer latinoamericano Papa. Juan Pablo II se encargó de ir eliminando de los puestos influyentes en la Iglesia a la Compañía de Jesús, para tristeza, pena y quizá muerte del General de la Orden fundada por San Ignacio de Loyola, el vasco Pedro Arrupe. Y se encargó también (con el asesoramiento, durante un cuarto de siglo, del propio Joseph Ratzinger) de fulminar a golpes de condena a los Teólogos de la Liberación, que nacieron, lucharon y hasta murieron (como el jesuita Ignacio Ellacuría) en su lucha pacífica y valiente contra la opresión, la injusticia y las dictaduras en América Latina, donde muchos sacerdotes, y algún obispo, fueron brutalmente asesinados en países como la misma Argentina, Chile, Guatemala, Colombia o El Salvador, país este donde murió a tiros monseñor Oscar Arnulfo Romero, por defender en sus homilías a los más pobres y oprimidos del Continente. El papa Francisco debería iniciar su Pontificado pidiendo perdón por la “crueldad dogmática” sufrida por numerosos teólogos de la liberación a causa de los dos últimos papas.
No puede ser casualidad que el nuevo papa haya resultado ser jesuita y latinoamericano. Su trayectoria es muy llamativa. Ya en el Cónclave del que salió elegido Benedicto XVI figuró segundo en la lista de los cardenales electores, y ya entonces él mismo confesó que “no se sentía como papa”. Según los datos que aparecen en numerosas biografías y perfiles de Bergoglio, es un tipo conocido por su sencillez, enemigo de los lujos, que vivía en una humilde “pieza” en el centro de Buenos Aires. Usaba el transporte público y cocinaba sus propias comidas.
El Papa Francisco: "Una ley sobre el matrimonio gay es una movida de Satanás"
En las cuestiones morales es otro cantar: en una carta dirigida a las monjas carmelitas a raíz del debate argentino sobre la Ley de Igualdad de Sexos, no sólo se manifestó defensor del matrimonio a ultranza (cosa explicable), sino que se permitió afirmar “dogmáticamente” que “una ley sobre el matrimonio gay es una movida de Satanás”. Al parecer, por esas fechas, el cardenal bonaerense –“príncipe de la Iglesia”- se codeaba con el “príncipe de las tinieblas”.
A este respecto se anunció en su diócesis el inicio de un juicio canónico al sacerdote Nicolás Alessio, líder de un grupo de curas católicos que apoyaron la Ley de la Igualdad públicamente, en vísperas del acto de los llamados –en Argentina- “naranjitas”. No obstante, y en su descargo, bendijo personalmente la edición de un libro escrito por Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti (Bergoglio desenmascarado) en el que aceptó un prólogo firmado por su amigo el rabino judío Abraham Skorka, conocido por su defensa de la homosexualidad y de los matrimonios del mismo sexo.
Otros temas polémicos pueden desvelar la personalidad del nuevo papa, que ha tomado el nombre de San Francisco (“Il poverello de Asís”, como le calificó en una conmovedora novela el extraordinario escritor griego, voluntario con los republicanos en la guerra civil española, Nikos Kazantzakis), para dirigir a una Iglesia llena de rivalidades, corrupciones, pederastia y luchas de poder - causas casi seguras de la dimisión de Benedicto XVI-. Por ejemplo, su defensa del bautismo de los hijos de madres solteras –cosa que muchos curas y obispos se niegan a realizar-, o su condena de la pena de muerte, en una Argentina que pasó por unas dictaduras terribles durante las cuales se llevaron a cabo miles de asesinatos y crímenes contra personas inocentes o comprometidas con la justicia, crímenes en muchos casos bendecidos por jerarcas y clérigos de la Iglesia.
Al parecer condenó en más de una ocasión el genocidio nazi de los judíos (cosa que no hizo Pio XII) y se atrevió a reconocer la infame conducta histórica del pasado de la Iglesia en este tema. Se le atribuye, a este respecto, esta afirmación: “Cómo no maldecir los tiempos eclesiales y sociales en los que la conciencia aún juzgaba que bajo determinadas condiciones, circunstancias y requisitos era legítima la aplicación del castigo capital!”.
El nuevo Papa bautiza a hijos de madres solteras y condena la pena de muerte
Hincha del “San Lorenzo”, exbailarín de milongas, forofo de Tita Merello (“”Che fiaca, salí de la catrera”), un poco “arrabalero”, el nuevo flamante papa argentino puede resultar una bocanada de aire fresco en una Iglesia descompuesta en su cúpula, retrógrada en su normativa moral, prepotente en sus aspiraciones y presiones políticas, corrompida en su conducta financiera, humilladora de la mujer, muda, hipócrita y cínica frente a los miles de sacerdotes pederastas y silenciadora de los teólogos progresistas, amén de creyentes, y de los sacerdotes defensores del celibato opcional.
En su saludo a los fieles presentes en la inmensa plaza vaticana, el nuevo papa Francisco ha tenido palabras que chocan con la tímida frialdad de Benedicto XVI y el pasmoso autoritarismo de Juan Pablo II: palabras donde desea ser “un obispo del pueblo, que hagamos juntos el camino de la fraternidad, del amor, de la confianza, camino que comenzaremos en esta bella ciudad de Roma”…"Qui potest capere, capiat”. Salió al balcón sin esclavina y en sus dedos no llevaba el anillo papal. ¿Olvido o mensaje subliminal?
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