La UE y Zelenski acallan las llamadas a un alto al fuego en Ucrania
El presidente ucraniano reconoce que necesita a la nueva Administración Trump de su lado y exige garantías de seguridad claras para el futuro.
Bruselas--Actualizado a
El escenario sobre un alto al fuego en Ucrania tras casi tres años de conflicto está tomando más fuerza que nunca ante el inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Pero en Bruselas y Kiev pisan el freno. Los ‘halcones europeos’ exigen no presionar a Kiev.
Mientras que el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha dibujado desde la capital comunitaria las preconcidiciones para sentarse a negociar con el “loco” de Putin: llegar en posición más fuerte, unidad transatlántica y, especialmente, garantías de seguridad reales y detalladas que les protejan de futuras agresiones.
Zelenski pide un paraguas protector real, detallado y a largo plazo. A su paso por la cumbre europea de invierno, rebajó las expectativas de un alto al fuego, una idea que ha ido tomando fuerza tras la victoria de Donald Trump, quien asegura poder poner fin a la guerra en “24 horas”. Aunque nunca ha detallado el cómo.
La gran máxima a evitar de Kiev es que el escenario del Donbás y el conflicto quede congelado. Que en “dos meses o dos años”, el inquilino del Kremlin vuelva a invadir el país vecino. “Cuando hablamos de un alto el fuego, en cualquier guerra la gente sabe lo que va a pasar después. Hay que tener en cuenta qué va a pasar mañana para poder crear un alto el fuego hoy. Si no, lo único que se conseguiría sería congelar el conflicto. Por eso Ucrania necesita garantías de seguridad. Claro que queremos la paz pero Rusia no está interesada en ella”, afirmó Zelenski en una concurrida rueda de prensa.
Los países europeos más halcones —bálticos y nórdicos— hacen suya estos alegatos de Kiev. “Creo que es demasiado pronto [para las negociaciones de paz]. Rusia ha tomado la ofensiva, se siente fuerte y eso no llevará a una paz justa y sostenible (...) Rusia no ha mostrado voluntad de negociar. Hay que hacer que Ucrania esté fuerte y negociar desde ahí. Y nosotros no estamos cumpliendo. La situación es complicada, no podemos mentirnos”, ha reconocido a su llegada al encuentro el presidente ucraniano Gitanas Nauseda.
Kaja Kallas, recién estrenada jefa de la diplomacia europea, también se suma a esta línea: “Cualquier presión para que las negociaciones se produzcan demasiado pronto serán un mal acuerdo para Ucrania. El resto de actores globales están mirando muy atentamente nuestros próximos pasos, por ello necesitamos ser fuertes”, ha asegurado la estonia, una de las voces más firmes con Rusia durante estos años.
El gran anhelo de Ucrania, su garantía de seguridad por excelencia, es formar parte de la OTAN y quedar cubierto bajo el paraguas del Artículo 5, la sagrada cláusula de defensa colectiva. A sabiendas de que ese escenario se antoja todavía muy lejano se está abriendo paso la solución intermedia, “parche”, de enviar una misión de mantenimiento de la paz a la línea de frente. Es una iniciativa de Emmanuel Macron que está todavía en pañales. El presidente ucraniano dice apoyarla y asegura que percibe cierta voluntad entre los europeos, pero exige concreciones: ¿dónde? ¿cuántos efectivos? ¿bajo qué control? Y sobre todo: ¿qué pasará si las tropas rusas rompen el alto al fuego? ¿estarían dispuestos los europeos a disparar una bala para defender a Ucrania?. “Apoyamos la iniciativa, pero necesitamos tener todos los detalles sobre este contingente militar, puede ser una garantía de seguridad pero la mejor es la OTAN. Esta podría ser considerada una alternativa hasta la entrada en la Alianza Atlántica”, ha explicado el líder ucraniano.
En paralelo, Bruselas ha sido testigo directo de la fría relación entre Zelenski y el primer ministro húngaro, Vítkor Orbán, que de forma unilateral ha puesto sobre la mesa un alto al fuego navideño y un intercambio de prisioneros: “No tiene mandato (...) Su relación con Putin es muy cercana. La propuesta no es seria. No estamos en mood navideño”, le ha respondido.
La otra lectura que deja la jornada es la asunción de Ucrania de que necesita a Donald Trump de su lado. Si EEUU frena el envío de armas, Europa no tiene la capacidad de asumir esa carga. Y tanto en Bruselas como en Kiev todos asumen y reconocen esta realidad. Además, para avanzar en cualquier paso hacia la OTAN es necesario contar con la unanimidad y con el aval del país más poderoso de la Alianza Atlántica. “Quiero que Trump me ayude a finalizar la guerra. Para el futuro necesitamos y queremos garantías. No podemos debatirlas sin unos u otros. Hay que tener a ambos [EEUU y la UE] a bordo”, ha zanjado.
Cumbre anti-inmigración
La presencia de Zelenski y el nerviosismo por el futuro de Ucrania tras el cercano regreso de Donald Trump a la Casa Blanca han eclipsado la última cumbre europea del año. Los debates migratorios y sobre el polvorín de Siria han quedado reducidos a varios párrafos de las conclusiones finales. Sin embargo, las cosas en Europa sí se mueven en la dimensión migratoria. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, calentó el Consejo con una carta previa en la que apelaba y apoyaba la creación de centros de refugiados fuera del territorio comunitario. La vía Meloni —que consiste en deportar a refugiados a Albania— ha venido para quedarse. Bruselas presentará una propuesta en los próximos meses llamada a externalizar el asilo. Consolida así la línea dura contra la inmigración que viene implementando en los últimos años tanto a través de discursos como de leyes pasando por el controvertido Pacto de Asilo y Migración.
Los países anti-inmigración, que incluyen a fuerzas tanto de derecha como de izquierda en el espectro político de la UE, son cada vez más numerosos. Antes del arranque oficial de la cumbre, una decena de ellos se han dado cita bajo la batuta de la ultra italiana Giorgia Meloni para debatir las “soluciones innovadoras” a la inmigración, el eufemismo empleado en los pasillos de Bruselas para referirse a la vía para deportar a personas que buscan protección internacional a países terceros. A la cita han asistido los mandatarios de Italia, Dinamarca, Países Bajos, Chipre, Grecia, Malta, la República Checa, Polonia, Suecia, Hungría y la propia Von der Leyen. El objetivo es claro: mantener a los refugiados e inmigrantes fuera de Europa.
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