Las pugnas europeas sobre Ucrania y la prisa de Trump para acabar la guerra refuerzan a Rusia ante una eventual negociación
La visita del eslovaco Fico a Moscú y la urgencia de Trump para concluir la guerra de Ucrania favorecen a Rusia a la hora de imponer sus condiciones en un armisticio.
Madrid--Actualizado a
Moscú bosqueja ya la hoja de ruta de unas posibles negociaciones sobre un alto el fuego en Ucrania. El Kremlin no solo mantiene la presión bélica con sus avances en el este de Ucrania y su destrucción del sistema energético ucraniano para obtener la mayor ventaja a la hora de abordar un armisticio. Su afilada diplomacia está ampliando la brecha existente entre los socios europeos sobre el apoyo a Kiev, mientras aprovecha las reiteradas promesas del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, para concluir cuanto antes la guerra.
Fruto de los movimientos del Kremlin fue este domingo la visita sorpresa a Moscú del primer ministro eslovaco, Robert Fico, uno de los políticos europeos más críticos con la línea de la Unión Europea de llevar la guerra de Ucrania hasta sus últimas consecuencias, obviando la situación en el campo de batalla, nada favorable para Kiev.
En Donetsk continúan los avances rusos y el repliegue ucraniano. De mantenerse la actual ofensiva del ejército ruso pronto podría quedar finiquitada la conquista total de esa región y despejado el camino para una eventual penetración rusa hacia el norte y centro de Ucrania, además de expandir el frente bélico meridional, en Zaporiyia.
La prolongación de la guerra durante uno o dos años más podría hacer irreversible la anexión rusa de hasta una cuarta parte de Ucrania. En estos momentos, los rusos han invadido casi el 20% de su vecino del sur. En tales circunstancias se contextualiza la posición del Kremlin, abierto a negociar, pero bajo sus reglas.
El propio presidente ruso, Vladímir Putin, ha reiterado que Rusia no busca una tregua temporal, sino una paz permanente y siempre bajo las condiciones que imponga Moscú.
Condiciones que implican no solo retener los territorios ocupados en 2014 (Crimea) y en la invasión de febrero de 2022, sino alcanzar los objetivos del Kremlin, que incluyen completar la conquista total (incluidas las zonas controladas por Kiev) de las regiones ya anexionadas de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón.
La jura por Trump de su cargo el 20 de enero podría traer un fin precipitado al suministro de ayuda militar estadounidense a Ucrania. En tal contexto, un eventual acuerdo entre Washington y Moscú aceleraría la convocatoria de negociaciones para detener la guerra, habida cuenta de que, sin las armas estadounidenses y con los reveses que está sufriendo el ejército ucraniano, no parece posible que Kiev aguante muchos meses más.
Este lunes se informó sobre la caída de dos nuevas localidades ucranianas en manos de las tropas rusas, una en Donetsk y otra en Járkov. Además, el Gobierno surcoreano indicó que Corea del Norte podría estar preparando el despacho de un nuevo contingente de soldados que se una a los 11.000 que ya operan en la región rusa de Kursk combatiendo a las fuerzas ucranianas allí desplegadas.
El espaldarazo a Putin del viaje de Fico a Moscú
Tan contundente como cualquiera de las últimas victorias rusas en el frente bélico ha sido el viaje de Fico a Moscú y su entrevista con Putin, quien ha recibido así el oportuno espaldarazo de un país miembro tanto de la OTAN como de la UE. Para Bruselas, en cambio, este viaje ha sido un jarro de agua fría que demuestra que la unidad en torno al apoyo a Kiev ya manifiesta fisuras muy profundas.
Eslovaquia, con un Gobierno de izquierdas nacionalista y populista, y Hungría, con el ultraderechismo del primer ministro, Viktor Orbán, son los dos países europeos que más problemas están dando a Bruselas por dejar abiertos los canales de diálogo con Rusia.
Ambos países han cuestionado (y bloqueado) el envío de armas a Ucrania para sostener la resistencia a la invasión rusa. Eslovaquia ha pasado en el último año, tras la victoria en las urnas de Fico, de ser uno de los mayores apoyos militares de Ucrania, con generosas entregas de misiles tierra-tierra, helicópteros de combate y todas sus escuadrillas de aviones Mig-29 retirados del servicio por la OTAN pero aún efectivos, a convertirse en uno de los países más reacios a ayudar militarmente a Kiev.
Las presiones del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se han intensificado en los últimos tiempos, especialmente tras la coordinación entre Eslovaquia y Hungría para criticar las sanciones contra Moscú, la prolongación de la guerra y a la entrada de Ucrania en la OTAN.
La visita de Fico a Moscú sigue a la que hizo el propio Orbán en juio. Sin embargo, el viaje del mandatario eslovaco se produce a menos de un mes de que Trump asuma la presidencia estadounidense y cuando la tensión en Bruselas es muy alta ante el callejón sin salida en que se ha convertido la relación de Ucrania con la OTAN y las crecientes dificultades militares en el frente ante Rusia.
La semana pasada, Fico denunció que Zelenski le había llegado a prometer 500 millones de euros, procedentes de los activos rusos congelados por las sanciones occidentales a Moscú a cambio de su respaldo a la entrada de Ucrania en la OTAN.
El problema del gas ruso
Sobre Eslovaquia (y también sobre Hungría) pesa la amenaza ucraniana de cortar el tránsito hacia Europa de gas ruso por territorio ucraniano el próximo 31 de diciembre, cuando finaliza un contrato quinquenal que Zelenski ha decidido no prolongar.
Fico ya ha advertido de que Eslovaquia podría, por su parte, suspender el abastecimiento a Ucrania de electricidad, ayuda humanitaria o del propio gas ruso que, tras llegar a las refinerías eslovacas a través de Ucrania, el Gobierno de Bratislava reenvía de vuelta al desabastecido país en guerra en una muestra de generosidad que Zelenski ahora pretende ignorar.
El primer ministro eslovaco declaró tras reunirse con Putin que buena parte de la conversación con el jefe del Kremlin había oscilado sobre el suministro de gas ruso hacia Europa. Eslovaquia firmó en noviembre un contrato para recibir gas natural de Azerbaiyán y también para comprar gas licuado estadounidenses a través de Polonia.
Asimismo podría recibir gas distribuido por Alemania a través de Austria, Hungría y República Checa. Todas estas posibilidades supondrán un gasto mucho mayor a Eslovaquia, sobre todo por derechos de tránsito.
Trump consciente de que Putin quiere verlo
Fico indicó que también habló con Putin sobre las perspectivas de que se abra un proceso de alto el fuego en Ucrania. En este sentido, como bien sabe el líder eslovaco, son claves las decisiones que tome Trump al llegar a la Casa Blanca.
Precisamente, Trump desveló en la tarde del domingo en Phoenix, Arizona, que Putin quiere reunirse con él “lo antes posible”. Habrá que esperar, “pero tenemos que poner fin a esta guerra”, afirmó el político republicano, antes de subrayar que, de haber estado él en el poder, en Washington, nunca habría estallado la contienda.
Trump subrayó la matanza que estaba suponiendo la guerra de Ucrania y la necesidad de detenerla rápidamente. “Estamos viendo números (de muertos) que son una locura. Tengo que detenerlo”, dijo el futuro mandatario estadounidense.
Hace unas semanas, el 8 de diciembre, Trump ya insistió en lanzar un “proceso negociador” que permita parar la guerra de Ucrania. “Debería haber un alto el fuego inmediato y deberían comenzar las negociaciones”, dijo entonces. "Conozco bien a Vladimir (Putin). Este es su momento de actuar. China puede ayudar. ¡El mundo está esperando!", agregó.
La semana pasada fue el propio Putin, en su conferencia de prensa de fin de año, quien le propuso a Trump reunirse en “cualquier momento”. En esa comparecencia, Putin se mostró dispuesto a hacer concesiones, pero reclamó lo mismo de Ucrania y advirtió de que, en todo caso, el Kremlin está “cada vez más cerca de conseguir sus objetivos” militares.
Putin recordó entonces que la situación en el frente está cambiando “de forma radical”, en referencia a las nuevas armas puestas en juego por el ejército ruso, con sistemas de misiles como el Oréshnik, ya ensayado contra una importante fábrica de armamento ucraniana en Dnipro, o la múltiple ofensiva de las fuerzas rusas en Donetsk, Zaporiyia y Kursk.
Alarma europea ante un contubernio ruso-estadounidense
La respuesta de la Unión Europea al viaje de Fico, la creciente connivencia entre Trump y Putin, y el imparable avance militar ruso ha sido de alarma. Este lunes, la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y de Seguridad, Kaja Kallas, y los primeros ministros de Finlandia, Suecia, Italia y Grecia instaron a sus socios europeos a tomar en 2025 “rápidas decisiones” sobre defensa para contrarrestar las amenazas rusas.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, puso el grito en el cielo. La amenaza de Rusia “es mucho mayor de cuanto imaginamos”, pues, según explicó, se cierne sobre las democracias occidentales más allá de Ucrania.
“Tenemos que estar preparados”, proclamó la mandataria ultraderechista, que también tuvo unas palabras sobre Trump en las que evitó comentar el acercamiento a Putin. Meloni recomendó esperar a “comprender cuál será exactamente la voluntad” de Trump.
No parece que esa “voluntad” del mandatario estadounidense coincida con el toque de campanas a rebato lanzado por los líderes europeos sobre Ucrania. Para Trump esta guerra es un conflicto europeo, derivado incluso de los capítulos sin cerrar de la caída de la URSS, cada día más incomprensibles para sus votantes y más aún para los empresarios estadounidenses, el auténtico interés del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Lo que se tenía que ganar con la venta de armas para la guerra ya se ganó y ahora han de venir los pingües negocios de la reconstrucción de Ucrania e incluso de la recuperación de los lazos comerciales con Rusia con el objetivo de debilitar económicamente la relación entre Moscú y Pekín, el auténtico rival de Washington en la nueva era Trump.
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