Este artículo se publicó hace 2 años.
¿Está Europa dispuesta a inmolarse en solidaridad con Ucrania?
Europa se juega su futuro en la batalla del gas con Rusia, que ha amenazado con cortar todo su suministro de este combustible como respuesta a la implicación occidental en la guerra de Ucrania.
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Europa depende, para calentar sus hogares y poner en marcha muchas industrias, del gas natural que le suministra Rusia. Y Moscú ya ha reducido los envíos y ha amenazado con cerrar definitivamente el grifo de combustible como respuesta a las sanciones impuestas por la invasión de Ucrania, y al envío de armas occidentales para sostener la resistencia ucraniana.
Solo parece cierta una cosa: en los próximos meses, esquivar el colapso europeo dependerá de facto de la voluntad de Moscú. Y no se espera piedad alguna por parte rusa. La recesión en ciernes y la inflación desencadenada recuerdan ya a la crisis del petróleo de 1973. Pero ahora, con el trasfondo de una contienda armada en el corazón de Europa y un conflicto geoeconómico entre Rusia y Occidente que sobrepasa los límites continentales.
Medidas poco ecológicas para atajar la recesión
Francia ya ha declarado una economía de guerra que permitiría al Gobierno intervenir las centrales de gas. El Parlamento Europeo ha dado su visto bueno para que el gas y energía nuclear sean consideradas "energías verdes". Se están reabriendo por toda la Unión las centrales de carbón, obviando aquí también el compromiso con la lucha contra el cambio climático. Compromiso igualmente ignorado con la compra del gas licuado a Estados Unidos, donde se extrae por medio del fracking, una de las técnicas extractoras que más daños produce al medio ambiente. España es uno de los países que más gas de ese tipo está adquiriendo a Estados Unidos.
Y, por encima de estos esfuerzos de sustitución energética que difícilmente le ganarán el pulso al tiempo, ronda el fantasma de la recesión económica.
La guerra lo ha cambiado todo
La guerra de Ucrania "lo ha cambiado todo" en un momento en que "las cadenas de suministro (con una China confinada ante la covid) están aún interrumpidas a consecuencia de la pandemia", ha reconocido el canciller alemán, Olaf Scholz. El político germano ha sido pesimista: "Esta crisis no va a pasar en unos pocos meses".
La conjunción entre la desmesurada inflación y la desaceleración económica "ya está aquí", ha afirmado el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos. "Estamos viendo que el consumo de las familias en Europa se está resintiendo y a eso hay que sumarle la incertidumbre de la guerra, que está parando muchos proyectos de inversión", ha subrayado el exministro español de Economía. De Guindos ha confirmado los peores temores: el corte del gas ruso podría paralizar la industria germana y sumir a Alemania en una recesión sin parangón que arrastre a toda la Eurozona.
Cierre del grifo ruso
Los países europeos están interconectados energéticamente y un fallo de sistema en uno de sus pilares, como es Alemania, podría desencadenar un efecto dominó en las cadenas de suministro, especialmente en Europa Central y Oriental. La reducción del bombeo de gas y petróleo rusos significará precios muy altos y, por tanto, un desajuste en los hogares que no podrán cubrir los costes. La bancarrota social es una amenaza creíble en Europa en estos momentos.
Rusia ha reducido ya el suministro por el gasoducto Nord Stream 1 hacia Alemania. También ha cerrado la espita del TurkStream con destino a Bulgaria y del Yamal, con dirección a Polonia. Pero la situación podría agravarse en unos días, como ha recordado el ministro de Economía alemán, Robert Habeck. Podría haber "un bloqueo total", ha explicado Habeck, si la compañía estatal rusa Gazprom cumple su palabra de cortar el gas del Nord Stream a partir del 11 de julio para un "mantenimiento rutinario". Alemania "está bajo ataque económico" de Rusia, ha insistido Habeck.
Una recesión imparable
Los datos son claros. Si el corte de energía rusa se produce ya, la economía de Alemania no crecería más allá del 1,9% este año. Y en 2023 se precipitaría y se contraería no menos del 2,2%, con pérdidas acumuladas del PIB de más de 200.000 millones de euros, es decir, más del 6,5% de la producción anual de la economía alemana.
Según el prestigioso banco de inversiones japonés Nomura, que opera en Londres, la economía europea se verá también muy afectada por una eventual caída en la demanda en Estados Unidos, su mayor mercado de exportación. La continuación de la guerra y los alzas en los precios de la energía y los alimentos (debido al bloqueo impuesto a los cereales ucranianos por Rusia) serán un torpedo bajo la línea de flotación de la economía europea.
Las expectativas de Nomura apuntan a que la economía europea se comenzará a contraer en la segunda mitad del año 2022 y que la recesión hará el resto hasta el verano de 2023, con una caída del PIB del 1,7%. Ya en junio la inflación alcanzó en la Eurozona una tasa anual del 8,6%, la más alta desde que se creó este bloque económico en 1999.
Y el gas procedente de Estados Unidos, Noruega o Qatar no llegará a tiempo, a pesar de que, por primera vez en la historia, la Unión Europea haya importado en junio más gas licuado estadounidense que el bombeado por Rusia. Ya sabemos quién sale, pues, beneficiado en esta desoladora coyuntura.
Un escenario apocalíptico
El Banco Central Europeo (BCE) habla de "un escenario casi apocalíptico", con precios del barril de petróleo superiores a los 180 dólares, el doble del precio actual, y con el metro cúbico de gas multiplicado también por tres. Los precios de los alimentos también se dispararían y el riesgo de inestabilidad social sería muy elevado ante un encarecimiento del coste de la vida con muy pocos precedentes en la historia de la Europa contemporánea.
La sustitución del gas por el carbón que ahora parece ponerse en marcha tampoco arreglaría mucho, pues el 46% de ese mineral que se importa en la UE procede de Rusia, con una dependencia del 40% respecto al gas y un 27% del petróleo. Por cierto, según las disposiciones europeas, que de nuevo se dan con esta decisión un tiro en el pie, desde el 10 de agosto no se podrá importar carbón de Rusia, lo que hará inviables algunas de esas centrales.
La dependencia energética de Rusia se extinguirá, al tiempo que crecerá la de Estados Unidos. En el caso de España ya se ha triplicado la importación de gas licuado estadounidense dadas también las dificultades de mantener el ritmo de compra de gas argelino.
¿Y la guerra?
Con estos nubarrones en el horizonte europeo, crecen las dudas sobre la necesidad de que la guerra de Ucrania se alargue mucho más.
La partición de Ucrania ya es un hecho. Evitar unas negociaciones de paz en estos momentos supone dar a Rusia la oportunidad de conquistar más territorio y consolidarse en él. Ciertamente, la capacidad militar de Moscú sufrirá un mayor desgaste si sigue la guerra. Tal desgaste beneficia a Estados Unidos. Le resulta necesaria una Rusia débil que, llegado el momento, no pueda ser una amenaza en un eventual conflicto con China.
El Kremlin, después de asegurarse la toma de las principales ciudades de Lugansk, puede ahora centrar su ofensiva en Donetsk y así concluir la toma de todo el Donbás. Y hay territorios cercanos suficientes como para alargar la guerra durante meses e incluso años. Europa tiembla ante esa posibilidad, que asestaría una puntilla a su economía durante décadas.
Pero el presidente ruso, Vladímir Putin, podría dar un golpe de mano en estos momentos en los que Europa ve las orejas al lobo de la recesión y crece la desconfianza en los pasos del líder de la OTAN, Estados Unidos, el único que parece beneficiarse de este desastre bélico, con sus ventas de gas, petróleo y armas.
Si Putin ofrece un alto el fuego y Europa lo ve como una salida antes de que la debacle económica sea mayor, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, podría sentirse traicionado por sus amigos europeos, pero el riesgo de tener que prescindir de su ayuda para reconstruir su país y la posibilidad de que se cierren las puertas de ingreso en la UE seguramente le hagan reconsiderar su frustración.
Es posible que Rusia no cumpla un eventual alto el fuego, pero las perspectivas de que continúe la guerra serán temibles sí o sí para todo el mundo. Y quizá en esta ocasión sean los hasta ahora amigos de Zelenski en Europa quienes le convenzan de que puede haber llegado el momento de ser "comprensivos" con el enemigo común.
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