Este artículo se publicó hace 16 años.
Esperanzas para el estudiante afgano condenado a muerte por blasfemia
Un consejero del Ministerio de Cultura afgano ha manifestado que "el sistema judicial afgano encontrará el mejor modo de evitar la sentencia”.
Un claro de luz se abre en el horizonte de Sayed Pervez Kambaksh, el estudiante afgano de 23 años condenado a muerte por blasfemia.
Najib Manalai, un consejero del Ministerio de Cultura afgano, organismo del que depende el arbitraje de la libertad de expresión pública y los medios de comunicación, ha manifestado al diario británico The Independent que la vida de Pervez no corre peligro: “Estoy seguro de que el sistema judicial afgano encontrará el mejor modo de evitar la sentencia”.
Kambaksh fue detenido por repartir entre sus compañeros y profesores de la Universidad de Balkh un artículo como punto de partida para un debate. Es un artículo de una página web persa según el cual los fundamentalistas que utilizan el Corán para justificar la represión femenina malinterpretan las enseñanzas de Mahoma.
Algunos vieron en esta tesis no una ofensa a algunos creyentes –los fundamentalistas– sino al propio Mahoma y denunciaron a este estudiante, habitual colaborador del diario Jahan-i-Naw.
Una cuestión de orgullo
Los analistas creen que Pervez se encuentra atrapado en medio de los enfrentamientos entre el presidente, Hamid Karzai, quien puede librarle de la ejecución, y sus rivales políticos, en especial los clérigos y altos mandos militares, para quienes perdonar a Pervez implicaría rebajarse ante Occidente.
El caso Pervez pone a Karzai en un brete. “Somos representantes de un país islámico y nunca vamos a tolerar insultos hacia la religión islámica”, declaró el primer secretario del Parlamento hace una semana.
Lo mismo opina Najib Manalai: “Cada país tiene sus propios límites para restringir la libertad individual. En Afganistán, las leyes religiosas enmarcan las limitaciones para expresarnos en el espacio público. Al igual que los europeos también establecen límites y protegen a su sociedad de ideas peligrosas como la negación del Holocausto”.
“Nosotros también tenemos temas límite y los prescribe la sharia”, añade. Manalai piensa que Kambaksh ha ocasionado “muchos problemas” a su país, pero no teme por su vida. “Todavía quedan tres estancias dentro de la justicia afgana para conseguir su perdón”, explica confiado.
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