bruselas
España asumirá el 1 de julio las riendas de la UE durante seis meses. El país acogerá por quinta vez la Presidencia del Consejo y lo hará inmerso en campaña electoral ante los comicios previstos para finales de este año. Una oportunidad que los de Pedro Sánchez quieren utilizar para proyectar su imagen de liderazgo internacional.
Fuentes diplomáticas asumen que es muy probable que para cuando España acoja este rol la guerra en Ucrania continuará su curso. Aunque los tambores de paz se han redoblado durante las últimas semanas con las palabras de un Vladimir Putin que se dice dispuesto al diálogo y con las intenciones de Ucrania de celebrar en febrero una cumbre por la paz, lo cierto es que el optimismo es más bien contenido. Así, la guerra y la paz en suelo ucraniano, junto a la recuperación y reconstrucción del país, estarán en el puesto alto de la tabla de prioridades españolas. El propio José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, ha reconocido recientemente que uno de los objetivos principales de la Presidencia española es "que la paz regrese a Ucrania".
La Presidencia del Consejo de la UE es una aventura que asumen de forma rotatoria los 27 países del club cada semestre del año. Pero su alcance es más bien simbólico. El país anfitrión es el encargado de marcar el paso del resto de socios comunitarios, de construir consensos adoptando un papel neutro y de dar forma a la agenda europea. Pero la toma de decisiones continúa pasando por el Berlaymont y por el consenso de los Veintisiete en el Justus Lipsius.
Óptica exterior
Una de las grandes obsesiones de Madrid será colocar a América Latina en la agenda. Por sus lazos históricos, por el contexto global con una China y Rusia cada vez más presentes en el continente y por el olvido de una relación con mucho potencial, los de Sánchez planean celebrar la primera cumbre UE-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) en ocho años. La cooperación energética, climática y el cierre de los acuerdos comerciales con México y Mercosur son algunas de las ambiciones de una Presidencia que dará mucha importancia al ámbito exterior.
El calendario será, eso sí, un caramelo envenenado para España. El último semestre de 2023 marca el principio del fin de la legislatura presente. Son muchos los dosieres, iniciativas legislativas y medidas que urgen sacar adelante antes de cerrar el ciclo vigente. El margen de acción será más estrecho con todas las energías puestas en las elecciones europeas de 2024.
Una de las asignaturas pendientes será la cuestión migratoria. La UE carece de una política de asilo y común desde 2015, cuando estalló la crisis de refugiados. Durante estos ocho años, las diferencias entre los Estados miembros del sur y el este han sido y son insalvables. Y uno de los puntos cardinales de la brújula española es cerrar su quinto periodo con la batuta europea consolidando un pacto de asilo que pone el acento en el control fronterizo y en los acuerdos con países terceros.
Mucha atención recaerá también sobre la relación con Marruecos. El considerado como socio estratégico y prioritario de Bruselas en la vecindad sur arranca el nuevo año manchado por la sombra del Catargate y a esperas de la sentencia clave de la Justicia europea sobre los acuerdos comerciales y de pesca que incluyen los recursos del Sáhara Occidental. El Tribunal de Justicia Europeo los ha desestimado en hasta cinco ocasiones, pero el contencioso espera el fallo definitivo después de que el Consejo de la UE recurriese la última sentencia. Grosso modo, el plan general de España es hacer de la UE una "más verde, más social y más digital".
Figura de Sánchez
Al igual que ocurrió en 2022 con Emmanuel Macron, la Presidencia española coincidirá con elecciones generales en el país. El galo salió el pasado abril victorioso, aunque recibió importantes críticas por capitalizar el escenario europeo en clave electoral. Una antesala que prevé trasladarse a nuestro país, donde las elecciones municipales de mayo serán un buen termómetro para la coalición de Gobierno y para los comicios generales de diciembre.
Pedro Sánchez ha hecho de su marca fuera uno de los activos clave para fortalecer su imagen dentro. Y durante el último año la apuesta le ha salido bien. La UE cerró 2021 dividida sobre el acuerdo energético. La guerra todavía no había estallado, pero los precios de la luz ya eran víctima de la recuperación post-pandémica y de la volatilidad de los mercados. España eligió la batalla energética como su principal lucha en Bruselas. Pedro Sánchez presionó en la capital comunitaria para emprender una reforma del mercado energético. En un primer momento fue calificado como "intervencionista" o un "Don Quijote". Y la guerra en Ucrania y sus consecuencias colaterales terminaron dándole la razón.
La Comisión Europea, pese a las reticencias iniciales, se vio obligada a reconocer que el mercado energético tal y como está diseñado ha quedado obsoleto. Y el resultado ha sido que Madrid se ha apuntado en Bruselas los tantos de la excepción ibérica, los impuestos a las compañías eléctricas y la batalla más complicada: el tope al precio del gas, fijado en 180€/MWh in extremis en el último Consejo de Energía.
Sánchez ha salido fortalecido en materia energética. Y la debilidad de liderazgos en la mesa del Consejo Europeo es un viento a favor. El alemán Olaf Scholz no termina de despegar en la principal economía de la Eurozona, Emmanuel Macron se muestra contenido mientras siente cada vez más el aliento de la extrema derecha, e Italia, la tercera economía, tiene al frente a su primera líder de ultraderecha. Pero los flecos sueltos en clave nacional amenazan con lastrar la figura del presidente español y su andanza con las riendas de la UE. A Bruselas se le está colmando la paciencia con el bloqueo para renovar el Consejo General del Poder Judicial. Y El Gobierno está llamado también a cerrar la segunda pata de la reforma de las pensiones, requisito sine qua non para recibir las próximas remesas del Plan de Recuperación Europeo.
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