CARACAS
Llegar a final de mes es una batalla, porque nada alcanza”. Gerson Palacios tiene 43 años y es albañil. Calcula que gana unos 5 millones de bolívares al mes, algo menos del doble del salario mínimo en Venezuela. De ahí tiene que descontar millón y medio que paga a su ayudante. Así que tiene tres millones y medio para alimentarse él y sus cuatro hijos. Un paquete de arroz cuesta 700.000. Una caja de huevos, dos millones y medio. Una botella de aceite de oliva, ocho millones. Para pagar este último producto son necesarios tres salarios mínimos. Si no fuese por la bolsa de productos básicos que entrega el CLAP (acrónimo de Comité Local de Abastecimiento y Producción, una estructura gubernamental creada hace dos años), sería completamente imposible que este hombre de piel oscura y brazos enormes pudiese mantener a su familia. La hiperinflación se lo come todo. Palacios, sin embargo, es de los que considera que este es un momento para “aguantar” y mantiene su confianza en el Gobierno de Nicolás Maduro. Cree que esta es una ofensiva externa y que es responsabilidad del chavismo aguantar hasta tiempos mejores.
Venezuela acude hoy a las urnas marcada por la crisis económica. El actual presidente, Nicolás Maduro, se enfrenta a otros tres candidatos: Henri Falcón, Javier Bertucci y Reinaldo Quijada, a un sector duro de la oposición que pide no votar y al enemigo más fuerte, la grave situación monetaria que sufre el país y que castiga especialmente a las clases populares, tradicional soporte del chavismo.
La grave situación monetaria que sufre el país que castiga especialmente a las clases populares
Gerson Palacios reside en el plan Andrés Eloy Blanco, en lo alto de la parroquia 23 de enero, en el oeste de Caracas. Para acceder a este enclave hay que atravesar una sucesión de casas de ladrillo levantadas una encima de la otra, de forma desordenada, como buena parte de los barrios populares de la capital venezolana. Emigrantes procedentes del campo las construyeron a finales de los años 50, ocupando terrenos en los cerros que, en aquel momento, estaban vacíos. Ahora son parte del urbanismo caraqueño, a pesar de los intentos del Gobierno de reubicación a través de la Misión Vivienda.
Para llegar es casi imprescindible tomar un autobús. Hace no tanto había camionetas disponibles casi a cualquier hora. En estos momentos, los usuarios deben hacer colas interminables. No hay repuestos para los vehículos y, en caso de existir, se ofrecen a precios desorbitados. Un ejemplo: un litro de aceite para el coche cuesta 6 millones de bolívares. Una rueda de repuesto, 60 millones. Esto provoca que el parque de transporte disminuya progresivamente. Una de las tantas consecuencias de una inflación disparada.
Difícil situación económica
Existen dos tipos de cambios. Por un lado, el que determina el Gobierno, en el que por un dólar se pagan 70.000 bolívares. Por otro, el de la calle, el mercado paralelo. Ahí, el precio de un dólar puede superar a los 850.000 bolívares. En agosto del año pasado, cuando se celebraron las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente, estaba en 300.000. El Banco Central de Venezuela no ofrece cifras oficiales, así que los únicos datos existentes son los de la Asamblea Nacional, en manos opositoras, que afirma que el incremento de los precios llegó al 3000% en el último año.
¿Quién fija estas tarifas? Hasta ahora lo hacía una página web llamada Dólar Today, cuyo sitio se aloja en Miami y que está presidida por Gustavo Díez Vivas. Este es un antiguo general venezolano que en 2002 participó en el golpe de Estado contra Chávez y que reside en EEUU desde 2005. Hasta hace unos meses, Dólar Today era una especie de “bolsa paralela” que determinaba el cambio en la calle. Ahora han surgido nuevas páginas y es habitual que los cambistas establezcan una media. Cambiar moneda norteamericana en el mercado negro es delito, pero todo el mundo lo hace. El incremento de la emigración (la ONU sitúa su aumento en un 895% entre 2015 y 2017) ha provocado que las remesas, el dinero que envían los que se marchan, sea una fuente de ingresos para miles de familias. Con 100 dólares pueden obtenerse más de 80 millones bolívares. El cambio de divisa constituye también un negocio lucrativo. Quien tiene dólares puede vivir bien, incluso muy bien. Quien solo accede a bolívares, sufre para obtener bienes básicos, cuyos precios se establecen mirando hacia el cambio paralelo y no hacia lo que los venezolanos tienen en el bolsillo.
Es lo que le ocurre a Yajaira Elías, que supera la cincuentena y que realiza sus compras en el mercado que organiza el colectivo Alexis Vive, en la parroquia del 23 de enero. Con un salario mínimo, de 2 millones y medio de bolívares, reconoce pasar serias dificultades para llenar la canasta semanal. Por suerte para ella, reside en un barrio de gran tradición comunitaria y en el mercado popular puede comprar un kilo de tomate a 95.000 bolívares. En cualquier verdulería el mismo producto costaría 700.000. “El presidente lo intenta, pero no le dejan. Vas a Catia (es el nombre del barrio en el que se encuentra el 23 de enero) y te encuentras con todos los productos pero a precios altísimos”, asegura.
El efecto de la hiperinflación ha provocado que apenas haya dinero en efectivo en la calle
El efecto de la hiperinflación ha provocado que apenas haya dinero en efectivo en la calle. Los grandes fajos de billetes con los que se pagaba hasta antesdeayer han desaparecido, siendo sustituidos por las tarjetas de débito. Hasta en el kiosko más pequeño del barrio más remoto se encuentran carteles que dicen “hay punto”. Eso quiere decir que puede pagarse con tarjeta. La falta de líquido ha convertido el papel moneda en un bien codiciado. Un billete de 100 se paga al doble en transferencia. Muchos productos tienen precios diferentes dependiendo si se abona en efectivo o con tarjeta.
Existe consenso a la hora de calificar como “muy grave” la situación. El chavismo responsabiliza a la “guerra económica”, el acaparamiento y las sanciones impuestas por EEUU. La oposición culpa al modelo bolivariano, pero se trata de un discurso que no ha variado desde que Hugo Chávez llegó al palacio de Miraflores, en 1999. Es decir, que lo mismo ha servido para los tiempos de bonanza económica que para la actual crisis.
No todos en los habituales bastiones chavistas mantienen la confianza en el Gobierno. En la Cañada, también en el 23 de Enero, en una oficina en la que funcionarios gubernamentales realizan el trámite para obtener la cédula de identidad, medio centenar de personas se arremolina con gesto de enfado. “Cada vez estamos peor, esto es un fraude. El socialismo no ha funcionado en ninguna parte del mundo, ni en Cuba. ¿Por qué iba a hacerlo aquí?”, dice un hombre de mediana edad que no quiere dar su nombre. La queja se convierte en una conversación de catarsis. Uno culpa al Gobierno. Otro dice que la situación de Venezuela es “la peor del mundo”. Un tercero intenta mediar y recuerda que la situación era bien distinta hace cinco años, con Chávez todavía en el poder. En este corrillo nadie va a votar por el chavismo. Se debaten entre Henri Falcón, Javier Bertucci o abstenerse. “Las elecciones son un fraude”, dice un funcionario del Gobierno que se aleja en una camioneta con logo bolivariano y grita a los que se mantienen en la cola: “¡sigan votando por Maduro!”.
Explicaciones económicas
La teoría económica clásica dice que la inflación está provocada por un gasto público excesivo que no viene sustentado por la producción.
Luis Enrique Gavazut, economista, niega esta premisa. Reconoce que Venezuela es “hiperdependiente”, tanto de la producción petrolera como de las importaciones. En tiempos de Chávez el barril estuvo a 140 dólares, lo que permitió un desarrollo de los programas sociales sin precedentes. Posteriormente bajó hasta acercarse a los 40, lo que supuso un terremoto para una economía que depende en más del 95% de su producción de crudo. En este contexto, como señala Gavazut, la actividad productiva “no estuvo a la altura”, lo que dejó al Estado sin divisas y vulnerable ante sectores privados y estrategias de sanción como la de EEUU. A esto se le suma una ineficiencia y corrupción crónicas. En este complejo panorama aparecen otros elementos como la fuga de capitales. Según Gavazut, existe 170.000 millones de dólares en cuentas extranjeras pertenecientes a venezolanos particulares. Las reservas del Estado son de 17.000. Sobre las páginas que marcan el valor del dólar paralelo, considera que “detrás de eso hay un negocio especulativo que genera ganancias a los que tienen divisas”.
La oposición ha aprovechado el contexto para intensificar su crítica al gobierno
La oposición ha aprovechado el contexto para intensificar su crítica al gobierno. En este caso, parte de una base real, las dificultades económicas que afrontan muchos venezolanos y que se ejemplifican, sobre todo, en la alimentación y la sanidad. Las colas, para cobrar en los bancos en el caso de los pensionistas, para hacerse con productos a un precio más reducido que las tarifas desorbitadas que se encuentran en muchos mercados o para acceder a un transporte, son parte del paisaje de Caracas.
Ante esta situación, muchos militantes chavistas reaccionan con resignación y lealtad hacia el Gobierno. Otros han dado un paso atrás, convirtiéndose en el target de candidatos como Falcón, que tiene difícil lograr apoyos en el núcleo duro de lo que antes fue la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y que ahora llama a no votar.
En el campo opositor, el discurso es claro. “Venezuela va de mal en peor. Sufrimos una crisis humanitaria. En 67 años no vi algo así. No hay comida y, si la hay, no la podemos comprar. Estamos pasando hambre”, afirma Seleny Guerra, una de las participantes en la marcha antichavista celebrada el miércoles ante la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA).
En los últimos tiempos, el gobierno de Maduro ha apostado por el petro, una criptomoneda apoyada por la producción petrolera, como estrategia para incrementar sus divisas. Gavazut añade varios elementos: los yacimientos de oro recién descubiertos, la confianza en que el precio del petróleo no vuelva a desplomarse y la producción de coltán, que ya se ha empezado a comercializar.
Maduro ha apostado por el petro, una criptomoneda apoyada por la producción petrolera, como estrategia para incrementar sus divisas
Mientras tanto, el chavismo apuesta por medidas paliativas como la bolsa del CLAP o los bonos. “Bonos de guerra”, los califica Yoel Capriles, un líder comunitario en la parroquia del 23 de enero. En opinión de Gavazut, estas medidas han permitido que no se produzca un “estallido social” ante la escasez. Un elemento que marca el discurso chavista ante la crisis: el contexto exterior. Las políticas aplicadas por Mauricio Macri en Argentina, que ha regresado a la senda marcada por el FMI, o el encarcelamiento de Lula da Silva en Brasil, les recuerda que la posibilidad de un retroceso en el proceso es real, lo que imprime mayor voluntad de “resistir”.
Gane quien gane las elecciones (aunque todo el mundo da por hecho que Maduro será el triunfador), reflotar la economía es la principal urgencia.
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