Elon Musk, el hombre que no existe
Nacido en Pretoria, capital de la Sudáfrica del apartheid en 1971, Musk es el hombre más rico del mundo. Es también un referente de nuestro tiempo: el hombre hecho a sí mismo con el dinero de papá.

Diego E. Barros
Chicago-
Elon Musk solo existe en nuestra imaginación. También en esa ficción de la que no podemos salir, llamada X, y (re)creada a la imagen es semejanza del amado líder. En la primera secuencia de Succession (Jesse Armstrong, 2018) vemos a Kendall Roy (Jeremy Strong), el atormentado hijo y malogrado heredero del patriarca, en el asiento trasero de un coche mientras lo conducen a lo que cree será el momento de su coronación. Repite una rima de Beasty Boys que suena por los cascos mientras suelta puñetazos contra el reposacabezas delantero. Inmerso en su delirio (se cree el mejor rapero, el mejor boxeador y, claro, el mejor magnate), camina el heredero Roy hacia una autodestrucción patética y trágica que se extenderá durante cuatro temporadas. Kendall Roy no es un remedo de Musk, pero, como él, nuestro magnate tecnológico vive en un mundo que solo existe en su cabeza y en las de los cientos de miles de sus aduladores. Una suerte de universo expandido que cree suyo por derecho propio.
Si quieres seguir leyendo este texto en gallego, haz clic en este enlace.
Nacido en Pretoria, capital de la Sudáfrica del apartheid en 1971, Musk es el hombre más rico del mundo. Es también un referente de nuestro tiempo: el hombre hecho a sí mismo con el dinero de papá. De Sudáfrica se fue a Canadá para evitar el servicio militar. Una vez canadiense, cruzó la frontera y pasó por la Wharton School (algo que tiene en común con su nuevo mejor amigo, Donald Trump) y de ahí a Stanford, aunque nunca llegó a pisar el campus californiano. Con un diploma en Físicas y otro en Economía (en realidad se discute se se llegó a escalonar, aunque parece que sí), se dejó llevar por la nueva fiebre del oro que en los noventa se instaló en Palo Alto, California. El resto es historia por hacer.
Los cálculos de su fortuna personal varían según las fuentes, pero superan los 330.000 millones de dólares en un buen día en los mercados, cantidad que tampoco es de este mundo. Creador, dicen los más generosos hagiógrafos, de algunas de las compañías que determinan nuestra existencia (Tesla, SpaceX y una de las matrices de la hoy PayPal, las más conocidas), Musk anda embarcado ahora en una misión solo acorde a personajes de su estatura, Tony Stark/Iron Man y su reverso en DC, Lex Luthor: salvar a la humanidad, o más bien (de)construirla a su antojo. ¿Hasta qué punto vivimos en una simulación que un hombre con doce hijos de tres mujeres distintas es modelo de paternidad y hombre de familia? Hoy más norteamericano que las barras y las estrellas, Musk decidió comenzar por rehacer Estados Unidos. Le llevará tiempo. Hay mucho que rehacer.
Desde hace unos meses es el hombre al que todos miran (más, quiero decir), especialmente el nuevo presidente de los EE.UU., Donald Trump. Todas las diferencias que (en público) habían mantenido los dos ególatras supremos se disiparon el pasado verano cuando el Trump candidato sobrevivió a un intento de asesinato. En ese momento, Musk apostó todo al caballo ganador: le pagó parte de la campaña y puso el algoritmo a su disposición.
En el artista-antes-conocido-como-Twitter hay dos pestañas: la de "A quién sigues" y una llamada "Para ti". Cuando presionas la segunda, abres la puerta de MundoNazi2.0. Un universo poblado por centuriones romanos y superhéroes patrióticos marca ChatGPT con su cara. Ojalá alguien me quiera como Musk se quiere a sí mismo. Ojalá tener su ego o, en su defecto, su pelo, ambos resultados de una capacidad adquisitiva que no conoce fin.
Donald Trump le ha creado un Departamento de Eficiencia del Gobierno —DOGE, en sus siglas en inglés, y nombre de la criptomoeda preferida de Musk, dogecoin—. El cometido es buscar la "racionalidad en el gasto público". Musk quiere cortar un tercio del presupuesto federal, 7,3 billones de dólares para 2025. La eficiencia gubernamental comienza por un mismo y por eso el departamento tendrá dos jefes: el mencionado y otro millonario llamado Vivek Ramaswamy. Maldita genialidad la de todos aquellos para los que gastar nunca fue problema, pero que tan preocupados están por lo que gastan/mos (en)los demás.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.