Si esto es un bosque
Es una verdad universalmente reconocida que toda persona nacida de gallegos se enfrentará alguna vez a la diatriba de qué hacer con el monte aquel que cuidaron sus ancestros.

Marta Veiga Izaguirre
Lugo--Actualizado a
Es una verdad universalmente reconocida que toda persona nacida de gallegos se enfrentará alguna vez a la diatriba de qué hacer con la chousa o con el nabal, con la vega o con las fincas, con el monte aquel que cavó la abuela, descanse en paz, que buena falta le hace. Si hasta ahora no te ha pasado es porque tienes la fortuna de que tus progenitores aún son capaces de encargarse del tema. Sin embargo, cuando la vejez les llega, la pregunta está ahí: "¿A ti te parece que venda el monte?".
Sucedió en la Terra do Medio. Pongamos por caso que un hombre, setenta y pocos, jubilado de algún empleo industrial en algún lugar de la cornisa cantábrica y que solo vive en la aldea unos pocos meses al año, se ha cansado de acercarse a pie por la senda de la orilla del río, de abrirse camino con el fouciño entre las zarzas, para tener un poco aseado el monte aquel que heredó de sus padres. A pesar de estar en una ribera, un pedazo del monte en cuestión se había plantado una vez de eucaliptos y se taló hace como 30 años. Después, la naturaleza hizo lo suyo: volvieron a rebrotar las hojas azuladas y hoy la propiedad es una selva con las caducifolias supervivientes —algún alisio, abedules, robles robur y de los otros— y el revoltijo de palos exfoliados de los eucaliptos infestados por los gorgojos. "Podría encargarle a alguien el trabajo de limpieza, pero para encontrarlo....".
Si quieres seguir leyendo este artículo en gallego, haz clic en este enlace.
Fue entonces cuando surgió la idea de vender. Primero, la madera; después, el monte. "Como sabía que por una parcela del tamaño de ésta ni se molestan los maderistas, llamé a las dos primas que tienen las dos colindantes". Imaginemos que una de ellas reside desde hace 60 años en la margen izquierda de la ría de Bilbao y que la otra emigró con 17 a Inglaterra y vio nacer allí hijas y nietos. Se pusieron las tres de acuerdo. Esto fue antes de la pandemia y aún están esperando que les vayan a ver el monte y les den un precio. En el trance tuvieron incluso que ir al funeral de la prima de Inglaterra, que falleció prematuramente.
El ideal de la Galicia verde se corresponde más con la actual que con la pretérita. Según el Inventario Forestal Continuo de Galicia de 2023, la mitad de la superficie del país, 1,5 millones de hectáreas, es arbolada. En el siglo XVIII era únicamente un 5%. Esto no quiere decir, necesariamente, que crezcan los bosques. Crecen, eso sí, las masas forestales. El reparto viene a ser 30/30/40: un 30% de plantaciones de coníferas, un 30% de plantación de eucaliptos y un 40% de frondosas, en las que se incluyen las caducifolias. Los montes gallegos de principios del siglo XX eran más pardos que verdes: maleza y terreno de labor. Los pinos del himno de Pondal –el himno gallego, Os Pinos, de Eduardo Pondal– ocupaban en 1900 solo 20.000 hectáreas en el país. En 1966 ya eran 770.000 hectáreas.
Lo que ocurrió por el camino desde ese ínfimo 5% de país arbolado hasta la floresta de nuestros días es una historia de migraciones, abandonos, autarquías, avaricia e ingenieros agrónomos y forestales. El cambio más profundo lo encontramos en los años 40 del siglo XX. Responde Ana Cabana Iglesia, profesora de Historia ambiental en la Universidade de Santiago de Compostela (USC) en el campus de Lugo, y especialista en la Galicia rural contemporánea.
Tras el triunfo en la guerra civil, el franquismo comienza una política masiva de repoblaciones forestales con especies alóctonas —he ahí los pinos de Pondal— que convierten los montes gallegos en forestales para uso industrial. "Las repoblaciones eran responsabilidad de un organismo estatal, el Patrimonio Forestal del Estado (PFE), refundado en 1941. El PFE demandaba de los ayuntamientos tierras para repoblar, que en el caso gallego fueron los montes vecinales, la única gran propiedad que existe en Galicia y que hasta entonces eran empleados bajo una lógica agrosilvopastoral: cultivo de cereales, pasto para el ganado, leña y madera y aprovechamiento de tojo y de frutos".
P. Si había tanto trabajo en ellas, ¿cómo es que llegamos a la idea de que dejar las tierras "a monte" es desaprovecharlas?
R. La sensación de que el monte vecinal en Galicia era un espacio "a monte" y no "de monte", es decir, abandonado y mal trabajado, viene de antiguo. Contamos con pasajes escritos por viajeros desde el siglo XI que ya se hacen eco de que no saben la razón de que en Galicia mucha tierra no se trabaje, sino que esté "a tojos", lo que identifican con faltos de uso. No permanecían el tiempo suficiente para entender que ese tojo y el resto de usos agrosilvopastorales eran los que soportaban las tierras agrícolas.
La ciencia forestal se inició en el siglo XIX en Alemania; Johann Heinrich Cotta está considerado su padre. No hubo más escuelas que las alemanas durante mucho tiempo, por lo que todo aquel que quería ser ingeniero en el siglo XIX debía ir a Alemania a formarse. Allí los ingenieros aprendieron una noción, la alemana, sobre el monte ideal. Y éste era forestal; todo lo que no produjera madera y no respondiera a unos principios de manejos casi matemáticos no era "correcto". Los primeros ingenieros españoles que se formaron en Alemania llegaron y vieron los montes gallegos (y españoles) y entendieron que había que convertirlos en ese espacio forestal que era un ideal en altura.
La selva de Esmelle del Merlín e familia de Cunqueiro —y de la Morgana en Esmelle de Caamaño— la imaginamos como un bosque nativo. La publicidad institucional de la Xunta siempre es sobre fondo de frondosas. Fraga, además de ser una palabra que resuena a información (y turismo) y autonomismo camp, es una voz que el diccionario de la Academia Gallega define como "extensión de monte, por lo general aislado y de difícil acceso, poblado de distintas especies caducifolias, de hierbas, mohos y líquenes y en la que convive asimismo una gran diversidad de fauna".
En la segunda acepción se hace hincapié en que se trata de una vegetación que crece "espontáneamente". Como ejemplo acerca el Diccionario de la RAG los bosques del Eume, que fueron noticia hace unos meses porque el CSIC constató una pérdida de masa caducifolia y un incremento de la eucaliptización a pesar de haber sido declaradas parque natural en 1997, y a pesar de la moratoria autonómica que pesa sobre el eucalipto desde 2021.
Consulto con Eduardo Corbelle, profesor de ingeniería agroforestal en el Campus de Lugo de la USC, quien infiere que Galicia es un territorio antropizado desde muy antiguo. "La pervivencia del ecosistema prístino, inalterado por la acción humana, es casi inexistente en Europa". Si no ecosistemas prístinos, sí que encontramos en Galicia lo que Corbelle denomina agrosistemas naturales o seminaturales que mantienen parte de sus características originales y que los hacen merecedores de conservación.
P. ¿Sería correcto decir que creció la superficie de bosque en Galicia en el último siglo?
R. De acuerdo con la definición de ecosistema prístino, probablemente no. Las que sí parece que crecieron son las masas de especies nativas, a consecuencia de procesos espontáneos de revegetación. Muchas son aún jóvenes y carecen de la complejidad que merecería una calificación de bosque, aunque podrían llegar a tenerla en un futuro.
"Que un ecosistema muestre indicios de actividad humana no es necesariamente un indicador de bajo interés para su conservación. Muchos de los ecosistemas agrícolas en Europa tienen elevados valores ambientales y soy resultado de una coevolución que incorpora la actividad humana". Apunta Corbelle a continuación las nociones de paisaje cultural y high value nature farming, que podríamos traducir como agrosistemas de alto valor natural. "Las plantaciones forestales, por descontado, no forman parte de estos conceptos".

El oxímoron del desierto verde se emplea desde los años 70 del siglo XX en Brasil para referirse al monocultivo de especies —principalmente eucalipto, pero también pino o acacia— para la producción de celulosa. "Las masas continuas de eucaliptos tienen efectos sobre los suelos y sobre la diversidad de las especies", además de producir "alteración de los ciclos hidrológicos" y de acrecentar los riesgos de incendios de quinta y sexta generación en períodos de sequía extrema, según indica el informe del Consello da Cultura Galega sobre el proyecto de Altri y Greenalia para crear una macrocelulosa en la misma Terra do Medio en la que las tres primas no consiguen vender la madera.
Eduardo Corbelle, que coordina este trabajo junto a la arquitecta Teresa Nieto, admite que no tiene constancia de escuchar la metáfora del desierto verde en aplicación a Galicia. "Probablemente, por un tema de escala: aunque nosotros hablemos a veces de monocultivo, el tamaño que alcanzan las extensiones continuas de maíz o eucalipto está aún lejos del caso brasileño".
Las únicas áreas en expansión en las cuatro Galicias (divididas en función del uso del suelo y cubierta vegetal) son las de edificaciones y las plantaciones forestales, en detrimento de las tierras agrícolas y de los bosques nativos
En otra investigación reciente, que Corbelle firma con el economista Edelmiro López Iglesias, se identifican para todo el territorio gallego cuatro agrupamientos diferenciados según el tipo de capa vegetal más predominante y los usos que se le dan al suelo. Distinguen aquí Corbelle y López Iglesias cuatro Galicias. Se trata de una urbana (agrupamiento 1), integrada por 32 municipios y en la que predominan las edificaciones, pero donde las plantaciones forestales cubren una cuarta parte del terreno. Comprende las autodenominadas grandes ciudades gallegas y sus áreas metropolitanas con la excepción de Lugo y el añadido de Burela.
En el agrupamiento 2 encontramos una Galicia de las plantaciones forestales que se extiende por 116 municipios, fundamentalmente costeros (A Mariña, Ortegal, Bergantiños, O Barbanza, Baixo Miño), pero también en otras comarcas interiores del norte. En este caso, las masas de pinos y eucaliptos abarcan cerca de la mitad de todo el territorio.
La Galicia del agrupamiento 3 es la de las vacas, los pastos y el maíz y de las patatas. Son en total 54 municipios —la Terra do Medio entera, la Terra Chá y también las tierras de Ordes, Santa Comba o Vimianzo y A Limia—, donde el terreno agroganadero es superior al 35% y los bosques seminaturales de árboles nativos, aunque en ligero declive, constituyen el 17% de su superficie.
La cuarta Galicia, la de los matorrales (44%) y los bosques (18%), es la más extensa de todas. Está elevada en las cotas más altas y orillada hacia el este y el sur del país, aunque encontramos también algunas masas en la Costa da Morte o en O Xistral.
Los resultados de este trabajo indican que las únicas áreas en expansión en las cuatro Galicias son las de edificaciones y las plantaciones forestales, en detrimento de las tierras agrícolas y de los bosques nativos. Con todo, la construcción se intensificó en lo que va de siglo XXI especialmente en la Galicia urbana; los forestales crecieron sobre todo en la Galicia forestal, y donde más aumentó la maleza fue en la Galicia del matorral y los bosques.
Se observa, por tanto, "una especialización territorial" que se hará más evidente "los próximos años". Sobre este aspecto, los autores subrayan que el área de tierras agrícolas actual es muy inferior a la potencialidad que ofrecen cada una de las cuatro Galicias, y esto es debido a la competencia tanto de edificaciones y de plantaciones forestales como de tojo, retamas, carpazas, helechos, uces y zarzas.
"El desarrollo reciente de los grandes problemas ambientales y sociales a nivel global hace que sea pertinente repensar críticamente lo que hasta el momento consideramos como la validez del conocimiento científico". Firman esta frase casi una docena de personas, científicas y académicas todas ellas. Acudo una vez más a Eduardo Corbelle.
P. En el ámbito de las ingenierías forestal y agrícola encontramos literatura científica muy divergente: hay quien considera que los cultivos forestales sólo trajeron progreso y beneficios y que limitarlos va contra las comunidades rurales, pero hay quien vincula precisamente esa reforestación intensiva a la sangría demográfica que se produce desde finales de los 50 por la competencia que supone para los usos agroganaderos. ¿Cómo podemos interpretar esto las personas legas?
R. En general, los cambios sociales y de paisaje tienden a retroalimentarse, de modo que es difícil afirmar si uno es consecuencia del otro, o al revés. En cualquier caso, desde la década de 1960 yo diría que primero fue la emigración hacia el exterior y luego la forestación de tierras ya no utilizadas para la agricultura. La competencia con otros usos existe, pero conviene ser cautos: a menudo, la forestación es parte de la estrategia familiar de explotaciones que planifican su salida del sector (y siembran, por lo tanto, aquellas tierras que van dejando de usar).
En Galicia, un tercio no del monte, sino del país entero, son montes vecinales en mano común, de propiedad privada y colectiva
Dos de las comarcas de la Galicia de las plantaciones, A Mariña y Ortegal, son las que presentan en la actualidad un mayor número de núcleos despoblados, incluso devorados por los eucaliptos, si hacemos la comparación con las fotos fijas del vuelo americano de 1956. Ana Cabana explica que se aborda la forestación como consecuencia incluso de la despoblación o de la desagrarización, "pero ningún estudio se pregunta si hay la relación al contrario, si las reforestaciones franquistas echaron a la gente".
Sin embargo, en Portugal sí que consiguieron probar que la repoblación de pinos durante el Estado Novo despobló los baldíos de personas. Igual que andar "a monte" es algo que asociamos al abandono, la palabra "baldío" vio modificado su campo semántico en el gallego contemporáneo .
Hoy "baldío" es sinónimo de inútil, que no da fruto, inculto, pero en Portugal aún conserva el significado que había tenido a esta orilla del Miño. Un baldío es un terreno poseído y gestionado por una comunidad vecinal. En Galicia, un tercio no del monte, sino del país entero, son montes vecinales en mano común, una forma de propiedad privada y colectiva de derecho germánico. Hay monte vecinal o procomún en más lugares, pero de titularidad pública, de los ayuntamientos o de las juntas vecinales. Sólo en Galicia —también en lugares de Zamora, occidente de Asturies o norte de Portugal— el monte vecinal es privado.
Al comenzar las repoblaciones forestales franquistas, la mayoría de los ayuntamientos gallegos acordaron sin problema "ceder" estos montes vecinales a Patrimonio Forestal del Estado. "Otras corporaciones municipales intentaron dilatar el proceso y algunas, las menos, se negaron a hacer la cesión, lo que les costó sus cargos", relata Ana Cabana. Las repoblaciones se ejecutaron a través de la fórmula de "consorcios", contratos que podían ser entre la PFE y los ayuntamientos, que repartían gastos y beneficios de las talas de la madera, o en los que entraban las diputaciones provinciales.
"La eucaliptización es un fenómeno de la democracia"
Al mito de la eucaliptización por suma de las voluntades individuales de los propietarios de la tierra, se le añade lo de que se aceptó sin resistencia. Las primeras repoblaciones del franquismo fueron de pinos en toda Galicia, pero la creación en 1939 de la Sociedad Nacional Industrias Aplicación Celulosa Española (SNIACE), con una factoría en Torrelavega (Cantabria); y de la Empresa Nacional de Celulosa (ENCE, hoy Ence), que abriría su primera planta en Lourizán (Pontevedra) en 1963, supusieron un giro hacia el eucalipto como especie pastera en las franjas atlántica y cantábrica. Con todo, Cabana incide en que la eucaliptización tal y como la conocemos es "un fenómeno de la democracia".
El 56% de las talas de madera son de eucalipto; sólo el 2% son frondosas. Nueve de cada diez se hacen en el norte de Galicia
Las primeras en oler lo que se les venía encima fueron las mariscadoras de a pie del fondo de la ría de Pontevedra, que articularon sabotajes contra las obras de construcción de Ence y protestas organizadas que no fueron escuchadas. Hubo acciones legales, con escritos administrativos y recurso a la justicia común, pero también ilegales, como destruir las repoblaciones o incendiarlas. Los montes comunales comenzaron a serles devueltos a sus legítimos propietarios, vía sentencias, a partir de la Ley de Montes de 1968, pero ni fueron reclamados todos los montes ni aquellos eran los mismos ni tampoco en muchos lugares quedaba quien se ocupara de ellos.
Consideran Corbelle y López Iglesias que, para garantizar el éxito de la reciente ley de recuperación de tierras agrarias de Galicia, haría falta no sólo tener en cuenta las diferencias de las cuatro Galicias, como una estrategia económica multifuncional, sino también como profilaxis contra los incendios. Ponen el foco en instrumentos como los bancos de tierras en la Galicia de las vacas y del maíz y reclaman medidas singulares para la Galicia de los matorrales, de las montañas del este y del sur, las de mayor declive poblacional y donde son más habituales los montes vecinales.
Por contra, nueve de cada diez talas de madera se hacen en el norte de Galicia por propietarios que viven, las más de las veces, en las ciudades de Lugo, A Coruña, Ferrol o Santiago. O en Bilbao e Inglaterra, si es que algún maderista acude a la llamada de las tres primas. Hay lugares en el septentrión donde el número de propietarios de plantaciones multiplica por cinco o por seis al de residentes. Lo que viene a ser una gestión absentista. Para los dueños, la mayoría jubilados, la tala de eucaliptos supone una media de 10.000 euros cada 12 años, según el catedrático Manuel Marey.
Tomás Fernández Couto, exdirector general de Defensa del Monte de la Xunta, que no es sospechoso de tener ninguna manía personal contra los eucaliptos, afirmaba en 2017 que los castaños multiplican por seis el retorno eucaliptal, pero hace falta tener algo más de paciencia y resulta más incompatible con vivir en A Coruña, en Santiago, en Lugo, en Bilbao o en Inglaterra: de 15 a 18 años, sólo las castañas rinden de 6.000 a 8.000 euros por hectárea, frente a los 1.000 o 2.000 de los eucaliptos.
"En el país del minifundio hay montes vecinales de 3.000 hectáreas"
Sostiene Mar Pérez Fra, profesora de economía agraria en el campus de Lugo, que el relato de los comunales es también una bofetada contra el estereotipo de que la gente de Galicia es, sobre todas las cosas, individualista. Es una narrativa que nos habla de siglos de cooperación y de gestión democrática. "En el país del minifundio hay montes vecinales de 3.000 hectáreas. Es un recurso maravilloso. Una herramienta contra la despoblación, pero muchos están en una situación de abandono y de subaprovechamiento".
Para esta profesora de la USC, los comunales representan una oportunidad para nuevas incorporaciones a la actividad agraria, ya que el principal problema suele ser el acceso a la tierra. "Ser vecina de una parroquia con monte vecinal en mano común supone un acceso automático a una propiedad que es indivisible, imprescritible, inalienable e inembargable".
"El forestal actual de Galicia nace con el franquismo, pero se consolida en la democracia" (Ana Cabana)
Según el clúster de la madera, el sector representa casi el 2% del PIB de Galicia y el 12% del empleo industrial. Con todo, casi la mitad de los 2.700 millones de facturación proceden de la industria de la pasta de papel y de tableros, cuestionada —también— por su escaso valor añadido. Se observa un desequilibrio en las talas por tipo de madera: el 56% es eucalipto y únicamente el 2% son frondosas.
"Existe una ausencia de la gestión de las masas de frondosas en Galicia", señala Corbelle, asociada al abandono. Sobre este aspecto, Pérez Fra argumenta que uno de los principales defectos está en los problemas de delimitaciones. La Ley de Montes de 1989 establecía que debía ser la Administración autonómica la que se encargara de los deslindes. La Xunta, con la Ley de Montes de Galicia de 2012, le pasa la patata caliente a las propias comunidades, "que en muchos casos no tienen ni pulso ni recursos para poderlo hacer". Por alusiones, de nuevo, le pregunto a Eduardo Corbelle:
P. Los ingenieros participan en el diseño de las políticas forestales en Galicia desde hace casi un siglo. ¿Existe algún tipo de reflexión profesional sobre el histórico y la pertinencia de los modelos escogidos?
R. El debate es relativamente escaso. En general, diría que la visión dominante es la que ve la expansión del modelo más productivista como un éxito. Las visiones más críticas hay que encontrarlas fuera de la profesión, aunque también existan dentro.
"El forestal actual de Galicia nace con el franquismo, pero se consolida debido a políticas forestales tomadas ya en democracia, con una ciudadanía con derechos de protesta y de voto. Nada que ver con los tiempos de la dictadura, claro. Eso sí, tampoco se incentivó la posibilidad de otros aprovechamientos que no fueran pinos y eucaliptos", afirma Ana Cabana.
La comunidad de montes de Mourente, en Pontevedra, a pocos kilómetros de Ence, acaba de anunciar que quiere sustituir el eucalipto por frondosas. "Se está revirtiendo en más de un sitio. Es un ejemplo la comunidad de montes de Froxán, en Lousame. En Quiroga, propietarios privados han vuelto a plantar olivos en espacios que se venían dedicando a forestal. El fenómeno de las brigadas deseucaliptadoras, que salieron de Verdegaia, es un indicador, al igual que la apuesta por la multifuncionalidad y la economía circular de algunas comunidades", enumera la historiadora.
Los beneficios de las comunidades de montes pagan actuaciones de la Orquesta Panorama y del Combo Dominicano en las fiestas parroquiales, pero también bolsas para estudios de las hijas de los habitantes del pueblo. La fábrica de larva de mosca para alimentación animal que funciona desde hace unos meses en Palas de Rei está construida en una parcela de 55.000 metros cuadrados de la parroquia de Berbetouros. Otros procomunes están ya obteniendo beneficios por los servicios ambientales que prestan gracias a los mercados de carbono, con unos precios que se marcan en función del CO2 que fijan los árboles.
"¿Qué hemos de hacer donde no hay comunidades?", se preguntaba Mar Pérez Fra en 2023 en unas jornadas sobre territorio organizadas por la delegación luguesa del Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia. Las tres primas del principio de esta historia tampoco han encontrado quien les dé una respuesta.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.