La reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea en Luxemburgo este lunes ha evidenciado una realidad: la celeridad con la que los aliados europeos pueden abastecer con armas y municiones a Ucrania dista mucho de las necesidades bélicas inmediatas del ejército ucraniano.
Kiev no quiere perder la oportunidad, que no se repetirá posiblemente, de infligir graves daños a Rusia y poder sentarse con ventaja en una eventual mesa de negociación, pero sus abastecedores de armas europeos no se lo ponen fácil.
La respuesta del Gobierno de Kiev ha sido de un abierto nerviosismo. El tiempo se acaba y es necesario golpear a Rusia antes de que sea demasiado tarde y no se pueda abrir una brecha en la nueva línea Maginot, que blinda los territorios ocupados en Ucrania oriental en 2022, desde el Donbás hasta la península de Crimea, anexionada en 2014.
Rusia ha redoblado la fortificación de cientos de kilómetros de las cuatro regiones arrebatadas en buena parte a Ucrania. Crece además el temor de que se repita a lo largo de esa línea del frente el escenario de Bakhmut, esa ciudad de la región de Donetsk donde desde hace meses los ejércitos ucraniano y ruso combaten encarnizadamente, han perdido miles de efectivos y son incapaces de arrebatar al adversario unos míseros kilómetros de ruinas.
Ucrania sabe que no tiene todo el tiempo del mundo y que cuanto más se retrase la contraofensiva, Moscú se habrá fortalecido más tras sus líneas de defensa, podrá haber conquistado Bakhmut, con todo el significado simbólico que tal captura acarreará, y habrá podido emplazar en Ucrania las decenas de miles de nuevos reclutas que ya están siendo llamados a filas en la Federación Rusa.
Por si fuera poco, según el jefe de la Inteligencia Militar ucraniana, Kirilo Budanov, Rusia ha detenido sus ataques contra las infraestructuras energéticas de Ucrania porque está preservando esos misiles para emplearlos contra la contraofensiva. "Están guardando los misiles para desbaratar nuestra operación defensiva", ha explicado Budanov.
El ministro de Exteriores ucraniano se indigna con sus colegas europeos
Con este panorama, no es de extrañar el enfado manifestado ante el Consejo de Exteriores de la UE por el ministro de Exteriores ucraniano, Dmitro Kuleba, quien ha reclamado que se acelere el envío de armas, que se resuelva el taponamiento para el despacho de toda la munición de artillería prometida y que se incorporen misiles de largo alcance y modernos aviones de combate F-16 a las partidas de armamento destinadas ya a Ucrania.
"Solo la derrota de Rusia garantizará una vida normal en Europa. No hay en estos momentos una tarea más importante. Para lograrla, Ucrania necesita más armas y munición, y todo esto debe ser enviado lo más rápido posible", ha afirmado Kuleba, que además ha pedido "más vehículos blindados, tanques y sistemas de artillería, artillería de largo alcance y munición".
Borrell pide calma y que todo se andará
Sobre la entrega de municiones, "sigue habiendo cierto desacuerdo, pero estoy seguro de que todo el mundo comprenderá que nos encontramos en una situación de extrema urgencia", ha reconocido el alto representante de Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, incapaz de contentar al Gobierno de Kiev, cada día más inquieto por los retrasos en la llegada de armamento decisivo para dar un golpe de timón al curso de la guerra en los próximos meses.
Borrell es el artífice de la propuesta para enviar dos mil millones de euros en munición de artillería a Ucrania, arsenal imprescindible para acometer la contraofensiva prevista para esta primavera. Sin esa munición, sería difícil que Ucrania pudiera emprender semejante acción militar y tratar de romper la estrategia de hechos consumados y consolidación de conquistas de Rusia en el este ucraniano.
De este monto, hay mil millones de euros en munición sobre los que falta un acuerdo claro. Ese monto corresponde al dinero procedente del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (FEAP) para financiar compras conjuntas por parte de los 27 de munición destinada a Ucrania.
Quedan muchos flecos jurídicos para concretar esa decisión y hay países, alguno tan importante en el grueso de la Unión como Francia, que exigen garantías de que sean empresas europeas y no extranjeras las que fabriquen la munición en todas las etapas de su producción. Es muy fundado el temor galo de que la adquisición de ese armamento pueda acabar beneficiando de nuevo a los grandes fabricantes de armas estadounidenses, surcoreanos, israelíes y británicos.
Francia exige que la munición se fabrique en Europa
Según la propuesta inicial, aceptada por los 27, se compraría munición solo a las empresas europeas. Francia es el estado que abandera esta necesidad de preservar la "autonomía estratégica" de la UE, mientras que otros países abogan por anteponer la entrega de armas a Ucrania cuanto antes para intentar parar los pies a Rusia.
La posición de Francia, Grecia y Chipre al respecto, a favor de la identidad estratégica europea, no ha gustado a Ucrania, que además ve en estas diferencias una nueva grieta en la supuesta solidez del apoyo de la UE a la causa de Kiev. Además, la prolongación de la guerra y las crecientes voces críticas fuera del ámbito norteamericano y europeo preocupan mucho a los países de la UE, como Francia, con una proyección exterior (comercial, política y cultural) grande en esas regiones de América Latina, Asia y África.
Borrell ha sido conciliador al terminar la reunión. Ha apostado por "aumentar las entregas" de armamento para facilitar la contraofensiva ucraniana y como "única forma de contrarrestar los ataques rusos".
Y Kiev sigue reclamando escuadrillas de F-16
El ministro ucraniano de Exteriores ha aprovechado para quejarse de la negativa de sus aliados europeos (y también de Estados Unidos) a enviar a Ucrania aviones de combate F-16, en lugar del puñado de MiG-29 exsoviéticos que han despachado algunos países del este europeo. "No hay ningún argumento racional para que Ucrania no reciba aviones de combate modernos de tipo occidental", ha señalado Kuleba.
Pero lo cierto es que sí hay argumentos, si no racionales, al menos estratégicos, para que ni EEUU ni otros miembros de la OTAN envíen aviones de tan alta gama a Ucrania. En primer lugar, se precisaría una formación de pilotos a marchas forzadas. Si no se cumplieran los plazos de entrenamiento, la única solución para que esos F-16 sobrevivan un mínimo tiempo a los combates con la aviación rusa y las defensas antiaéreas del ejército del Kremlin es que sean pilotados por militares occidentales, un paso directo hacia la confrontación abierta con Moscú.
Rusia ya ha advertido de que el envío de aviones de combate modernos llevaría a Occidente a traspasar una línea roja. Este lunes, en el curso de la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, lo ha subrayado: "Igual que sucedió durante la Guerra Fría, se ha alcanzado un umbral peligroso, posiblemente aún más peligroso".
Una imparable carrera de armamento por la guerra
La apreciación de Lavrov va más allá de la entrega de armas a Ucrania por parte de Europa para tratar de derrotar a Rusia. La contienda ha desatado una carrera de armamento como no se veía desde esos tiempos de la Guerra Fría a los que se refería el ministro ruso.
Un estudio del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), indica que fue Europa la región del mundo donde se dio la mayor subida interanual en la compra de armamento, cerca de un 13%, y donde se espera que pueda aumentar aún más.
El pico de tensión en el este de Asia por el conflicto subyacente entre Estados Unidos y China en torno a Taiwán también ha ayudado a ese incremento en la adquisición de armas. El gasto mundial se ha situado así en una cantidad récord de dos billones de euros, es decir, un 3,7% interanual más. Equivale asimismo al 2,2% del PIB global.
El gasto militar de Ucrania ascendió un 640% en 2022, el mayor incremento registrado por SIPRI desde 1949. Y en ese monto no se incluyen los miles de millones de euros y dólares aportados por Occidente en concepto de asistencia militar a Ucrania.
En cambio, la subida del gasto militar en Rusia en ese año fue de un "humilde" 9,2%, según las cifras de SIPRI, que, no obstante, toma con pinzas este dato concreto dada la opacidad del sistema financiero ruso.
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