Este artículo se publicó hace 2 años.
Colombia elige entre "vivir sabroso" y una derecha marcada por la violencia
Atropellada por la guerra, el narcotráfico, la corrupción, los conflictos ambientales y todas las desigualdades posibles, Colombia acude este domingo a las urnas con ilusión y, sobre todo, con una fuerte voluntad de cambio. El candidato progresista, Gustavo Petro, es el favorito en las encuestas.
Javier Sulé
Bogotá--Actualizado a
Miguel Botache Santillán, alias Gentil Duarte, fue asesinado esta semana al otro lado de la frontera venezolana, o al menos así lo anunciaron las autoridades colombianas. Gentil Duarte se movía como pez en el agua por las llanuras, selvas y montañas de las regiones del Guaviare, Meta y Caquetá. Lo llevaba haciendo desde hacía 30 años, cuando ingresó en la guerrilla de las FARC. Participó en las negociaciones de paz de La Habana y luego nunca más se volvió a saber de él. Fue uno de los primeros que decidió continuar en la lucha armada y no acogerse al proceso de paz. Hasta el día de su muerte fue uno de los hombres más buscados de Colombia, como cabecilla de una de las facciones más importantes de las llamadas disidencias, un fenómeno preocupante que podría contar con 800 exguerrilleros que retomaron el camino de las armas.
Duarte se apartó del proceso de paz que dio lugar a la firma de los acuerdos entre el Gobierno colombiano y la guerrilla en 2016, pero más del 90% de los exguerrilleros de las FARC que dejaron sus armas, cerca de 13.000, se mantienen en la legalidad. Casi todos y todas continúan su tránsito hacia la vida civil pese a lo tortuoso que les está resultando el camino de la reincorporación y el miedo a que los maten.
Arnoldo Medina, más conocido como Nelson, fue uno de ellos. Lo sacaron de su casa por la noche y lo mataron. Ingrid Paula Castro, también exguerrillera, vivía en la misma casa y lo vio todo con sus hijos pequeños. "Pensaba que nos matarían a todos. Había sentido miedo en mi vida de guerrillera pero nunca tanto como ahora en la vida civil", narra esta testigo.
Castro, como Medina, forma parte de la Cooperativa COMAMCE, beneficiaria de un proyecto productivo de gallinas ponedoras impulsado por la Associació Catalana per la Pau (ACP) en una vereda de la región del Cauca, al suroccidente de Colombia. La muerte de su compañero le llena de rabia y carga contra el proceso de paz: "Nos dijeron que que asumiríamos una nueva vida, que tendríamos garantías y que nos mantendríamos trabajando en proyectos productivos. Van cinco años y mírame. No tengo una vivienda digna y no tenemos garantías de vida".
320 excombatientes firmantes de paz han sido ya asesinados, según INDEPAZ
El fin de las FARC como grupo guerrillero no ha significado el final de la violencia en Colombia. Todo lo contrario. En muchas regiones, el conflicto armado se reconfiguró con viejos y nuevos actores que coparon los territorios dejados por las FARC para abonarse al control del narcotráfico o la minería ilegal. Las llamadas disidencias de las FARC, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) o las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, éstas últimas de carácter paramilitar, son sólo algunos de los grupos que mantienen viva la guerra.
Lo saben bien en Tumaco, un municipio de 200.000 habitantes, a orillas del Pacífico y fronterizo con Ecuador. Su población es indígena y mayoritariamente negra, descendiente de esclavos. Hace 30 años, la vida aquí era tranquila. Se vivía de la pesca, de recoger conchas o del cacao. Hoy es el lugar con más cultivos de coca del mundo, con casi 20.000 hectáreas, según la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC). Cristina Meza lleva 10 años sosteniendo a su familia gracias a la coca. "Cultivarla para mi significa un gran peligro y una forma de sobrevivir. Mi sueño es que mi hijo lo haga de otra forma. El plátano y el cacao no dan para vivir porque lo pagan muy mal", asegura.
Colombia es el mayor país productor de coca del mundo. Entre 130.000 y 180.000 familias cultivan su hoja. No son narcotraficantes sino campesinos pobres y víctimas de una gran violencia. Pero no ha sido la coca la que más daño ha hecho a estas comunidades, sino la guerra contra ella. Las y los cocaleros están expuestos permanentemente a que su fuente de sustento sea erradicado a la fuerza por el Ejército. Durante más de 20 años, el Gobierno colombiano se centró en destruir las matas de coca a través de la militarización de los territorios, la fumigación aérea y la erradicación forzada. Casi el 100% de las familias cocaleras quisieran salir de la coca y tener otras alternativas de vida. En el proceso de paz vieron una puerta de esperanza que hoy, cinco años después, se ha ido desvaneciendo.
Entre 130.000 y 180.000 familias campesinas cultivan hoja de coca en Colombia
Tumaco, como el Catatumbo, el norte del Cauca, Arauca o el Chocó, son algunas de esas regiones olvidadas de Colombia donde la guerra nunca se fue. Y es que el sueño de paz se ha seguido tiñendo de sangre tras la firma de los acuerdos de paz hace cinco años con el asesinato de más de 1.300 líderes y lideresas sociales. En Colombia siguen las masacres, el reclutamiento forzado o el desplazamiento de personas.
Mucho que cambiar
Reconducir el camino de la implementación de los acuerdos de paz, que el actual Gobierno de Iván Duque dijo que haría trizas, podría volver a ser una realidad si, como vaticinan las encuestas, el progresista Gustavo Petro gana las elecciones presidenciales y se convierte en el primer presidente alternativo del país junto a la lideresa social Francia Márquez como vicepresidenta. Una victoria que supondría no sólo el relanzamiento de los acuerdos de paz, sino también reactivar las negociaciones con la guerrilla del ELN y replantear la lucha contra las drogas, el modelo económico extractivo predominante o las relaciones con Venezuela.
Francia Márquez afirma que a Colombia le llegó la hora de "vivir sabroso" y acabar con la política de muerte que les condenó a vivir en medio del dolor, el hambre y la exclusión. "Las nadie y los nadie queremos ocupar el espacio para vivir en paz y con dignidad. Vivir sabroso es brindar oportunidades para que la gente no tenga miedo y pueda estar tranquila en los territorios que la guerra les arrebató", se le ha escuchado durante la campaña. Lo dice una mujer que pagó con el destierro enfrentarse a una poderosa empresa minera que la expulsó de su territorio tras declararla objetivo militar por grupos paramilitares. Una expresión más de la violencia que afecta a un país con cientos de conflictos ambientales por la extracción de recursos y que afecta principalmente a los territorios étnicos.
Katerine Arias está esperanzada con el cambio. Pertenece al Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) y lleva tres meses junto a su compañero y su hija en Barcelona, acogidos por el programa catalán de protección a defensores y defensoras de derechos humanos. Ella vivía con su familia en un vereda de la región del Cauca cercana a La Toma, donde nació y expulsaron a Francia Márquez . "Nos llena de orgullo saber que alguien que viene del mismo territorio y que le ha tocado luchar tanto pueda ser nuestra vicepresidenta. Pero el Pacto Histórico que Petro y ella lideran no son sólo ellos, es toda la gente indignada que salió a la calle en el paro nacional para decir ya no más", explica en alusión a las protestas de 2021, las más grandes de la historia republicana del país.
"Las nadie y los nadie queremos ocupar el espacio para vivir en paz y con dignidad"
Los nadie y las nadie de Francia Márquez confrontarán en las elecciones de este domingo con la "gente de bien", una expresión clasista colombiana que hace referencia a los que se hacen llamar así por tener más dinero, pertenecer a una familia distinguida, vivir en un sector privilegiado o disponer de poder e influencia. Es gente que desprecia a todos aquellos que no están a su nivel. Son los que consideran que una victoria de Petro convertiría a Colombia en Venezuela. Y son también aquellos a los que un día se refirió un corresponsal extranjero cuando dejó el país y le preguntaron que era lo mejor de Colombia. Contestó sin dudar: "Su gente". A continuación le preguntaron qué es lo peor y dio la misma respuesta: "Su gente".
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