Este artículo se publicó hace 7 años.
COLOMBIALos cinco retos para Colombia tras el desarme de las FARC
El Estado colombiano aún tiene conflictos que afrontar como la negociación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el modelo de desarrollo del medio rural y los nuevos conflictos que surgen en ciudades como Bogotá, Cali o Medellín.
Bogotá-
El 31 de julio es la fecha límite para que la ONU extraiga los últimos contenedores del armamento con el que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han combatido contra el Estado colombiano por cinco décadas. Aún sin las FARC, la mayor y más longeva guerrilla del país, el Estado seguirá combatiendo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y con una miríada de pequeños grupos armados surgidos de pasadas desmovilizaciones guerrilleras y paramilitares. Además, el país sudamericano tendrá que resolver el modelo de desarrollo del medio rural, histórica fuente de la violencia civil, y los nuevos conflictos que surgen en los cinturones de miseria de ciudades como Bogotá, Cali o Medellín. Estos son los cinco grandes retos del posconflicto colombiano:
1. La reincorporación de las FARC a la vida civil
Durante la X Conferencia de las FARC, en septiembre del año pasado, se acordó realizar el congreso fundacional del nuevo partido político para mayo de este año. Debido a los continuos atrasos del proceso de desarme, la fecha se ha pospuesto para agosto, aunque el delicado estado de salud del líder guerrillero Rodrigo Londoño, más conocido como ‘Timochenko’, podría provocar un nuevo aplazamiento.
En cualquier caso, es un hecho que la guerrilla se convertirá en un partido, aunque las alianzas con las que acudirá a las elecciones de 2018 son todavía una incógnita. La llegada de las FARC a la política legal ha provocado una división entre la izquierda parlamentaria entre quienes apuestan por acompañar a la nueva formación para reforzar los acuerdos de paz y los que la consideran un lastre, por su alta impopularidad en las grandes ciudades. Nada hace esperar que el partido de las FARC vaya a tener un papel relevante en la próxima legislatura y su mayor objetivo será que los acuerdos de La Habana se cumplan.
2. La negociación con el ELN y el fin del conflicto interno
Dirigido durante años por un cura español, el ELN tiene una tradición de lucha armada casi tan antigua como la de las FARC, aunque mucho más restringida territorialmente. El presidente Juan Manuel Santos anunció el inicio de la fase pública de las negociaciones en Ecuador hace nueve meses, aunque la tardía liberación de un secuestrado pospuso la instalación de la mesa a febrero de este año. Hasta la fecha, los avances han sido escasos.
Las conversaciones están enquistadas en torno al tema del secuestro, a cuyo fin el Gobierno condiciona la continuación de las negociaciones. El ELN, por su parte, ha propuesto un alto el fuego bilateral. Ninguna de las dos condiciones se ha cumplido por el momento y la guerra sigue vigente en regiones como Arauca y el Catatumbo, fronterizas con Venezuela.
3. El resurgir del paramilitarismo
A principios de julio, varios muros en el departamento de Nariño, fronterizo con Ecuador, aparecieron con pintadas que rezaban “De nuevo a las armas por la paz de Colombia”, firmadas por las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC). Grupos como las AGC, las Águilas Negras, o el Clan del Golfo, han venido reorganizándose y reforzando su presencia territorial desde la desmovilización de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en 2006.
Principalmente centrados en el narcotráfico, estos grupos han comenzado a recuperar una agenda política de extrema derecha en los últimos años, amenazando a miembros de movimientos sociales, guerrilleros desmovilizados y defensores de los derechos humanos. Los asesinatos selectivos contra estos grupos han venido en aumento, aunque no se ha podido establecer la responsabilidad sobre los mismos. Si bien el proceso de paz con las FARC parece ya irreversible, el asesinato selectivo de excombatientes de esta guerrilla podría ser el golpe de gracia para las conversaciones con el ELN. Aunque algunas voces están llamando a iniciar procesos de paz con estos grupos y con las disidencias aún activas de guerrillas desmovilizadas como el Ejército Popular de Liberación, la respuesta del Estado ha sido meramente militar hasta la fecha.
4. El desarrollo de un campo sin guerra
La guerra interna de Colombia se desarrolló fundamentalmente en el entorno rural. A los combates entre guerrillas y Ejército se unieron las masacres paramilitares a finales de los 90, que buscaban acabar con la base de apoyo de la guerrilla. Además de un aumento sustancial en el número de víctimas civiles, la intervención paramilitar trajo un desplazamiento masivo de un entorno rural en que el Estado ha permanecido prácticamente ausente hasta ahora. Cómo desarrollar económicamente estas zonas devastadas por la guerra es uno de los grandes debates del posconflicto.
Mientras que el Gobierno de Santos ha apostado por un desarrollo vinculado al extractivismo y al monocultivo agrícola, este modelo se ha encontrado con una fuerte oposición por buena parte de la población rural. La creación de megaproyectos mineros y petroleros ha sido rechazada en varias consultas populares. Modelos que preserven la economía campesina a pequeña escala, como las Zonas de Reserva Campesina, los resguardos indígenas y los territorios colectivos de comunidades negras, se han presentado como alternativas al latifundio. El camino que tome el próximo gobierno será clave, aunque todo parece indicar que la desigualdad en el campo seguirá siendo fruto de conflicto en Colombia.
5. El conflicto se traslada a la ciudad
El desplazamiento masivo del campo a la ciudad que generó el conflicto armado durante las últimas dos décadas ha supuesto el crecimiento descontrolado de las ciudades por todo el país. Si las grandes ciudades no han podido evitar la generación de enormes cinturones de miseria, los conocidos como “barrios de invasión”, ciudades intermedias como Barrancabermeja o Buenaventura se han visto completamente desbordadas. La extrema desigualdad y la ausencia de oportunidades han hecho que el crimen y la violencia de todo tipo se disparen en los centros urbanos.
El proceso de paz con las FARC no ha tenido ningún efecto en las ciudades y la llegada de miles de excombatientes, como ya ocurrió con la desmovilización paramilitar, probablemente no hará sino empeorar la situación. De la búsqueda de un modelo que dé oportunidades a los jóvenes urbanos dependerá que Colombia pueda desarrollarse finalmente en paz o que un nuevo conflicto, de otra naturaleza, vuelva a llevar al país por la vía de la violencia.
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