Este artículo se publicó hace 2 años.
Carlos III, un monarca curtido en la excentricidad y el capricho
Más de seis décadas ejerciendo funciones de príncipe dan para mucho. El recién proclamado monarca guarda algunas extravagancias que algunos de sus asistentes se han afanado en airear.
Madrid-Actualizado a
Vivir a cuerpo de rey es lo que tiene. Nadie como un monarca para convertir los privilegios que da un linaje en meros caprichos, cuando no en extravagancias. Y es que la imagen real, esa que se afanan en mostrar en sus discursos y besamanos, no siempre es la verdadera. A nada que uno escarba, a nada que salimos un poco de esa pompa y de ese boato, nos topamos con seres que chapotean en el antojo y el desvarío.
Y es que no debe ser fácil tener los pies en el suelo cuando siglos de inviolabilidad te contemplan, en concreto desde que un señor, en algún monte perdido de la Historia, tuvo a bien levantar un dedico y esgrimir, providencial, me pido rey. Y ya estaría. Ahora es el turno de Carlos III, cuya proclamación –con trompetillas, cabalgatas y salvas– pone el foco en su rostro azafranado y en un leve gesto, apenas un ademán, que evidencia de qué pasta está hecho.
"Su pijama se plancha todas las mañanas, así como los cordones de sus zapatos"
Un tintero se interpuso en su camino. Lo justo como para que el monarca adoptara una mueca severa dirigida al sirviente más cercano. La viva imagen de un rey y su siervo, clasismo destilado, aquello que los actos protocolarios ocultan y que un desliz consigue desvelar. Apenas unos segundos que muestran la punta del iceberg de lo que es Carlos III intramuros, un monarca curtido en la excentricidad y el capricho.
Le viene de lejos. En el documental Serving the Royals: Inside the Firm, el exmayordomo de la Princesa Diana, Paul Burrell, desvela algunas curiosidades del por aquel entonces Príncipe de Gales. "Su pijama se plancha todas las mañanas, los cordones de sus zapatos se planchan también, el tapón del baño debe estar en una posición determinada, la temperatura del agua debe estar tibia y la bañera se llena sólo hasta la mitad", esgrime el tal Burrell.
Algunos de estos requerimientos responden a una clara lógica amo-siervo y –si me apuran– incluso podrían tener su razón de ser, no en vano por todos es sabido que un pijama bien planchado repercute muy positivamente en el descanso real. En cambio hay otras, como lo del tapón del baño, que lindan de forma unívoca con algún tipo de patología mental o, en su defecto, con una voluntad expresa por parte del monarca de minar la moral de sus criados.
"Hace que sus ayudantes pongan una pulgada de pasta de dientes"
Pero no acaba ahí la cosa. Para Carlos III, siempre según Burrell, la higiene bucodental es un tema muy serio. Tanto que no escatima en dentífrico. "Hace que sus ayudantes pongan una pulgada de pasta de dientes [unos 2.5 centímetros] en su cepillo de dientes todas las mañanas", apunta el exmayordomo.
Y a modo de coda, otra perla íntima del recién proclamado rey, en esta ocasión a cargo de Darren McGrady, chef real del Príncipe de Gales y otro de los subalternos reales que largan de lo lindo en Serving the Royals: Inside the Firm. Según McGrady, "la instrucción que teníamos era colocar dos ciruelas y un poco de zumo en un tazón. Él siempre se dejaba una en el plato, que volvía a mis manos y yo me encargaba de introducir de nuevo en el frasco. Una mañana pensé en ponerle sólo una en la bandeja. La envié al comedor pero el camarero, cuando regresó, me dijo: ¿Puede su alteza real tener dos, por favor?".
En efecto, dos ciruelas siempre mejor que una. Aunque la segunda en discordia quede permanentemente inmaculada. Con la única obligación de estar, de ser ciruela. Viajando de acá para allá, en bandeja de plata. Viendo la vida pasar. Según se mire, la viva imagen de un monarca.
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