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El canje de prisioneros entre EEUU y Rusia abre un posible camino para negociar el conflicto de Ucrania

El intercambio de prisioneros entre EEUU y Rusia muestra un cambio de estrategia de ambos países que podría abrir una ruta para negociar un alto el fuego en Ucrania.

El presidente ruso, Vladimir Putin recibe a los prisioneros liberados tras el intercambio en el Aeropuerto Internacional de Vnukovo en Moscú.
El presidente ruso, Vladimir Putin, recibe a los prisioneros liberados tras el intercambio en el Aeropuerto Internacional de Vnukovo en Moscú. KREMLIN / dpa / Europa press

Si hay negociaciones a puerta cerrada para alcanzar un alto el fuego en Ucrania, serán al mejor estilo de la Guerra Fría y quienes tendrán la última palabra serán Rusia y Estados Unidos. El intercambio de 24 prisioneros entre las dos superpotencias marca ese camino y evidencia que hay canales abiertos entre Moscú y Washington, mal que les pese a unos aliados europeos contrarios a negociar con el Kremlin y que se ven relegados a ser comparsas del espectáculo.

El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dio una idea de la importancia que este intercambio de prisioneros podría tener para el futuro de los contactos con EEUU sobre otros temas calientes. Cuando un periodista preguntó a Peskov si este canje era una señal de que el Kremlin podría estar listo para alcanzar un acuerdo sobre Ucrania, el portavoz dijo que se trataba de cosas distintas.

Sin embargo, reconoció que, aunque sobre "principios diferentes" a los que llevaron al intercambio, sí se estaba ya trabajando sobre una posible solución diplomática a la "operación militar especial", que es como Moscú denomina eufemísticamente a la invasión de Ucrania.

El intercambio de prisioneros no llevará al fin de la guerra de Ucrania, pero es un mensaje claro de Moscú para señalar que, pese a sus proclamas contra Rusia, EEUU está negociando con el Kremlin. Desvela que, desde el principio de la invasión, en febrero de 2022, existen cauces "subterráneos" que podrían abrir las puertas a negociaciones decisivas para buscar un armisticio.

Si en este canje de agosto fueron los servicios secretos de ambos países y los mediadores de la inteligencia turca los protagonistas de la operación, en una eventual negociación secreta sobre el fin de la guerra de Ucrania serán los diplomáticos quienes llevarán el peso de las conversaciones, como subrayó Peskov.

No es casualidad que el canje de prisioneros ocurra ahora

Por eso, no es baladí el momento en que se produjo el canje de esa variopinta mezcla de espías −uno de ellos un agente especial enviado por el Kremlin para acabar en Alemania con un antiguo combatiente chechén−, algún hácker, periodistas –como el estadounidense Evan Gershkovich o el ruso-español Pablo González, algún ex militar y sobre todo disidentes, como Vladímir Kara-Murza.

16 de vuelta a Occidente y ocho enviados a Rusia, una desproporción que no inclinó la balanza, dada la importancia que alguno de los prisioneros canjeados tenía para Moscú, como el ex agente del FSB Vadim Krasikov, autor del asesinato del georgiano-chechén en Berlín.

"Estados Unidos tiene demasiados frentes abiertos para su política exterior. Demasiados con el potencial de convertirse en el germen de una guerra mundial"

Este verano es evidente que la situación para el ejército ucraniano es insostenible y que crecen las dudas de que Estados Unidos, el mayor suministrador de armas de Ucrania, vaya a mantener el ritmo del apoyo después de las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre. Estados Unidos tiene demasiados frentes abiertos para su política exterior. Demasiados con el potencial de convertirse en el germen de una guerra mundial.

En la propia Ucrania, si el ejército ucraniano consigue el permiso occidental, y sobre todo de EEUU, para atacar con las armas donadas por Occidente objetivos en el corazón de Rusia, si sus nuevos aviones F-16 europeos golpearan blancos vitales dentro de la Federación Rusa, Bruselas y Moscú estarían a menos de un paso de enzarzarse en una confrontación directa de consecuencias inimaginables.

En Oriente Medio, el riesgo de una guerra regional que arrastre a EEUU para defender a su aliado Israel es altísimo. Allí el enemigo a abatir ya no son las milicias palestinas de Hamás, ni siquiera el ejército de los proiraníes de Hizbulá. No, el enemigo real a abatir es el propio Irán y semejante contienda requeriría un esfuerzo total estadounidense, especialmente si se quiere llevar la guerra a territorio iraní. El despliegue de barcos estadounidenses en la región esta semana muestra lo serio que Washington se está tomando el asunto.

La tensión con China en torno a Taiwán también crece día a día y el refuerzo de la alianza entre Pekín y Moscú derivada de los acontecimientos en el este de Europa ensombrece más si cabe el panorama. Esta semana tenían lugar unas importantes maniobras navales rusas, en las que participaron 300 navíos en el mar Báltico, el Ártico, el Caspio y el Pacífico noroccidental, con un mensaje muy claro: Rusia puede ocasionar problemas a EEUU y sus aliados más allá del teatro bélico ucraniano.

EEUU, obligado a elegir sus futuras guerras

Por eso, se oyen cada vez más fuerte las voces que animan a focalizar los intereses de seguridad estadounidenses y el eslabón prescindible en esta cadena es precisamente Ucrania. También el que tiene más posibilidades de convertirse en una conflagración entre superpotencias.

En abril finalmente se pasó en el Congreso estadounidense una partida de 61.000 millones de dólares de ayuda a Ucrania, que estuvo paralizada medio año por la oposición de los republicanos y las reticencias también de muchos demócratas. Si venciera el expresidente Donald Trump en las elecciones de noviembre, es dudoso que vuelva a haber una ayuda semejante (y Ucrania necesita eso y mucho más dada la situación del frente bélico en estos momentos).

Pero es que incluso si ganara la actual vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, no está asegurada la continuación del apoyo, pues en el Congreso se tiene clara otra cosa: Ucrania no puede ganar esta guerra ni Rusia sufrirá sola el desgaste que la contienda está deparando.

Dos o tres años más de contienda desangrarán de armas y recursos a los aliados europeos de la OTAN, donde, pese a las consignas de los halcones belicistas de Bruselas de la Alianza y la Unión Europea, no hay dinero suficiente para una guerra de trincheras que se alargue durante años.

En Ucrania se acaba el tiempo

En Ucrania cada día que pasa es más evidente que Rusia ha blindado ya sus conquistas y que está creando un cortafuegos a costa de nuevos territorios, ganados aldea a aldea en el Donbás, mientras tiene la capacidad de amenazar otras regiones, como Járkov, que hoy quizá pueden ser defendidas por los ucranianos, pero no mañana, cuando falten los hombres suficientes para ser enviados al frente.

El avance ruso está ejerciendo una importante presión sobre el estratégico centro logístico de Pokrovsk, en la región oriental de Donetsk. Allí se han registrado en las últimas semanas las mayores conquistas de territorio por parte rusa desde la primavera.

El ejército ruso está utilizando su aviación para lanzar bombas guiadas, el arma más determinante de su nueva ofensiva. Con este bombardeo implacable y las oleadas de infantería lanzadas contra las posiciones ucranianas, los rusos están haciendo retroceder estas defensas.

Rusia tiene una superioridad aérea abismal sobre Ucrania y las docenas de cazas de combate F-16 prometidas por Occidente

Rusia tiene una superioridad aérea abismal sobre Ucrania y las docenas de cazas de combate F-16 prometidas por Occidente, que ahora empiezan a llegar a cuentagotas, no parece que vayan a invertir esa tendencia.

En estas circunstancias, hasta el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha dejado caer que posiblemente sea necesario empezar a buscar una salida al conflicto que no pase necesariamente por la guerra. En una entrevista publicada este miércoles por cuatro medios de prensa franceses, Zelenski indicó que la integridad territorial de Ucrania no se tiene que resolver "solo por medio de las armas" y que es posible encontrar soluciones "por la vía diplomática, si así Rusia lo desea".

En Estados Unidos se empieza también a pensar que quizá haya llegado el momento de empezar a ver el tablero del conflicto ucraniano desde otro punto de vista.

Otra mirada al tablero de Ucrania

Siendo ya imposible la postura inicial, planteada en 2014 con la revolución ucraniana del Maidán y la salida de los prorrusos de Kiev, de que Ucrania podría ser espolón de la OTAN contra Rusia, tal vez haya llegado el tiempo de reorganizar esa estrategia y al menos lograr un armisticio que corte el sangrado territorial, aunque implique paradójicamente ceder territorios.

Las negociaciones para intercambiar a los prisioneros muestran una ruta coronada por el éxito y el beneplácito de ambas partes. Y este término, el de "ambas partes" está muy acotado y se refiere a Estados Unidos y Rusia, con el resto de actores implicados en Ucrania relegados a un segundo término.

El canje de prisioneros entre Estados Unidos y Rusia ha causado reacciones negativas en Alemania y Polonia, y no es para menos. Dejando aparte la identidad de los liberados y que alguno de ellos, como el asesino del FSB Krasikov, jamás habrían sido puestos en libertad, el intercambio ha dejado claro quién manda en la negociación con Moscú.

Mientras que todo el mundo pensaba que las relaciones entre Washington y Moscú pasaban por su peor momento tras la invasión de Ucrania, en realidad siempre hubo movimientos de piezas en las sombras. Los imprescindibles para que, con todo lo ocurrido, no se haya declarado aún una conflagración mundial, posiblemente nuclear.

Comunicaciones abiertas

Esas negociaciones para intercambiar los 24 prisioneros, en preparación desde hace al menos dos años y en alguno de los casos mucho más, ponen de manifiesto que los canales de comunicación entre Washington y Moscú no se reducen al legendario teléfono rojo del uso de armas atómicas. Esos canales de diálogo siguen abiertos.

En ellos no solo participaron los servicios secretos, aunque llevaran el timón de los movimientos. Según la CNN, se pensaba incluir en el intercambio al líder opositor Alekséi Navalni, aunque su muerte en febrero en una prisión del Ártico ruso frustró ese intento. Y en esta negociación estaban participando figuras ajenas a la diplomacia, actualmente en funciones como el oligarca ruso Román Abramovich, muy cercano a Putin, y la ex secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton.

Hay muchas fichas en el tablero de juego entre Rusia y Estados Unidos, y la mayor parte no se ven. Tal y como ocurría en los tiempos más duros de la Guerra Fría y ahora, como entonces, el objetivo era el mismo: parar una "guerra caliente" de inciertas consecuencias.

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