Este artículo se publicó hace 15 años.
Bush, el ex alcohólico que no supo reinar
El peor presidente de la historia de EEUU quiso ser el ‘sheriff’ del mundo
Joan Garí
En ocho años, un presidente como George Walker Bush puede generar una cantidad infinita de anécdotas o situaciones susceptibles de representar el sentido de su mandato.
Para mí, sin embargo, siempre será el tipo desconcertado e incrédulo inmortalizado por una cámara de televisión en la mañana del 11 de septiembre de 2001. Ese día los secuaces de Bin Laden hirieron de muerte la confianza de Estados Unidos en su propia invulnerabilidad. A las 9.07, el jefe de Empleados de la Casa Blanca avisó a Bush de que las Torres Gemelas ardían. Ante su pueril auditorio en la escuela primaria de Sarasota (Florida) ante toda América y el mundo, el presidente no pudo reprimir un rictus que comenzaba siendo escéptico y terminaba con una ingobernable sensación de pánico.
Es probable que entonces pensase que no podría superar aquello sin un buen trago. Como todos los ex alcohólicos, a quien más temía era a sí mismo, pero se dispuso a dar la cara ocultando sus dudas y poniéndose la máscara de sheriff implacable dispuesto a combatir al enemigo por tierra, mar y aire.
Sin ese episodio que cambió el curso de la historia y de su presidencia, George Walker Bush hubiera pasado sin pena ni gloria. Sería recordado ahora como el hijo torpe de su padre, un conservador bobalicón que prolongó la herencia de Reagan y sus tics de populismo barato. El 11-S, sin embargo, le convirtió en un feroz belicista dispuesto a todo. Comenzó a oír voces y era Dios en persona quien le hablaba. No dejó de escuchar esa cantinela hasta el otro día, cuando le ingresaron la última nómina como presidente. Arrasó Afganistán, arrasó Irak, ajustició a Sadam y aunque todo esto no sirvió para sacar a los terroristas de Bin Laden de sus guaridas, él se presentó ante la opinión pública como el padre estricto armado con su Winchester que no dejaría a ningún indio penetrar en el círculo de caravanas.
Con eso consiguió su reelección en 2004 y con eso coronó el 2008 como el peor presidente de la historia de su país. Esa es su herencia.
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