Este artículo se publicó hace 13 años.
Un búnker antinuclear sueco protege el tesoro de Wikileaks
La empresa sueca Bahnhof resiste en su cueva de Pionen las embestidas gubernamentales para censurar la red
El parque de la Montaña Blanca de Estocolmo ocultó durante la Guerra Fría un refugio nuclear de uso civil al que muy pocos tenían acceso. La puerta de entrada aún conserva parte de esa discreción. Sólo un pequeño cartel anuncia que bajo estas rocas de granito se halla el Pionen, probablemente el centro de datos más cool del mundo. Entreotra cosas, porque desde el pasado diciembre aloja los servidores de Wikileaks.
La discreción se acaba nada más traspasar el primer acceso. Jon Karlung, director ejecutivo de Bahnhof, la empresa propietaria, concibió una decoración inspirada a partes iguales en sus admiradas películas de ciencia-ficción y las de James Bond. Los dos motores de un submarino instalados en el vestíbulo tienen mucho que ver con esa pasión. También la pasarela de cristal que conduce a la sala de reuniones, una semiesfera transparente que parece flotar en medio del búnker y cuya moqueta reproduce la superficie lunar.
Karlung, el director ejecutivo, denuncia las presiones para otro Gran Hermano'
Las excentricidades incluyen plantas tropicales y varios tipos de enredaderas. Una gran pecera de agua salada con llamativas especies da color a la sala del café Melitta, toda una institución en las empresas suecas. "Los chicos tienen que relajarse", bromea Karlung. A continuación, argumenta que la parafernalia tiene su razón de ser. Se trata de contrarrestar la claustrofobia que podrían sufrir los diez trabajadores que se pasan el día dentro del búnker, a 30 metros bajo tierra, con el ensordecedor y constante ruido del sistema de refrigeración de los servidores, sin ventanas y tras una puerta blindada capaz de resistir un ataque con bombas de hidrógeno.
"Nuestros clientes necesitan ultra seguridad y, en ese sentido, un viejo búnker es el lugar perfecto. El ambiente de ciencia-ficción no es sólo marketing. Ha sido muy inspirador usarlo como tema. Muchos de los que trabajamos aquí somos geeks tecnológicos, así que nos encanta", explica Karlung.
Este periodista, que empezó a trabajar en Bahnhof en 1996, se divierte pulsando la alarma nuclear que aún cuelga del techo. También al mostrar las filas de armarios blancos donde están los ordenadores y esquivar los chorros de aire frío estratégicamente orientados. "Gastamos 50.000 euros mensuales en electricidad", añade. Y, a continuación, señala con mirada pícara un archivador con aspecto igual de neutral que el resto: "Son los servidores de Wikileaks". En la web de Bahnhof se asegura que los "dos" ordenadores de la organización fundada por Julian Assange se encuentran aislados para evitar un ataque que pudiera afectar a alguno de sus otros 100.000 usuarios.
Estocolmo reclamó todas las bases de datos y Bahnhof fue la única en negarse
La idea de alojar a la web de filtraciones que el año pasado logró poner en jaque a la Administración estadounidense partió de Bahnhof, después de ver cómo Wikileaks era dada de baja unilateralmente en empresas como Amazon, Paypal y Visa.
"Al ser un cliente de alto perfil, necesitaba cierto músculo tecnológico para protegerlo debidamente, pero lo tratamos como un cliente más y firmamos un acuerdo normal", explica Karlung. La mudanza de servidores se hizo el pasado diciembre. Desde entonces, Bahnhof ha visto notablemente incrementada la demanda de sus servicios, pero asegura que la decisión de ofrecérselos a Wikileaks no perseguía ese objetivo.
Nacida en 1994"Somos geeks' tecnológicos y nos encanta el ambiente de ciencia-ficción"
De hecho, la empresa nació en 1994 con el propósito de "dar un sistema más sencillo y barato de acceder a esa red desconocida, que vimos como un nuevo ágora para la libertad de expresión", recuerda su fundador, Oscar Swartz.
Esa defensa le ha valido algunos encontronazos con las autoridades. El caso más sonado tuvo lugar cuando la Administración sueca encargada de recaudar impuestos pidió a los proveedores de internet bases de datos de todos sus clientes: información sobre el uso de los dominios y horarios de conexión de cada una de las cuentas de usuario.
"Bahnhof fue el único proveedor que se negó a facilitar esa información y que llevó el caso a los tribunales. La empresa defendía que sólo se puede solicitar datos de cuentas individuales y siempre que estas fuesen sospechosas de estar evadiendo impuestos. En cambio, lo que ellos querían era información sobre toda la población, una vigilancia del tipo Gran Hermano. Bahnhof perdió el caso, pero lo elevó al más alto tribunal y lo convirtió en un asunto que caló en la opinión pública", recuerda Swartz.
La lucha por mantener la libertad de expresión en la red es cada vez mayor, según el creador de Bahnhof. "Los legisladores imponen cada vez más controles: filtros de contenidos, cortes de acceso, retención de datos... Y las grandes corporaciones parecen servir al Estado. Randi Zuckerberg, hermano de Marc y director de marketing de Facebook, acaba de proclamar que "el anonimato tiene que desaparecer", expone Swartz.
Precisamente, el último proyecto de Bahnhof consiste en impulsar centros de datos construidos a base de módulos que se van añadiendo a medida que crecen sus necesidades.
Los centros modulares, que serán presentados el próximo otoño en Kista, el Silicon Valley sueco, también destacan por su diseño. "En este caso, nos hemos inspirado en el planeta Marte", avanza Karlung. Las paredes resisten las balas de un Kalashnikov. Como prueba, muestra entre risas una lámina de acero cuajada de impactos.
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