Este artículo se publicó hace 3 años.
Disturbios en BelfastEl brexit y la pandemia tensan Irlanda del Norte
Las protestas comenzaron el pasado 29 de marzo en zonas protestantes de Belfast, pero se han extendido en los últimos días a barrios católicos. Las autoridades temen que los disturbios vayan a más en los próximos días y llama a la calma.
Belfast-
El brexit y la pandemia del coronavirus están avivando las tensiones en Irlanda del Norte, donde los disturbios de los últimos días en áreas protestantes de la provincia británica han causado cuantiosos daños y heridas a medio centenar de policías.
Las protestas comenzaron el pasado 29 de marzo en zonas protestantes –unionistas (probritánicas)– de Belfast, pero se han extendido en los últimos días a barrios católicos-nacionalistas (partidarios de la reunificación de Irlanda), hasta elevar a 74 el número de policías heridos.
Los actuales disturbios empezaron en parte por el descontento de la comunidad protestante con el protocolo para Irlanda del Norte del acuerdo del brexit (salida del Reino Unido de la Unión Europea), que impone controles comerciales fronterizos entre esa región, integrada en el mercado único comunitario, y el resto del Reino Unido, lo que perciben como una amenaza a la integridad territorial.
Pero los unionistas también están indignados asimismo por la decisión de la Fiscalía norirlandesa de no imputar a miembros del Sinn Féin, brazo político del ya inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA), que asistieron el pasado junio al funeral de un antiguo líder del IRA pese a las restricciones por la pandemia.
Los disturbios se han ido extendiendo hasta producirse en las calles limítrofes entre barrios protestantes y católicos, lo que causa preocupación política ante una posible escalada de los enfrentamientos entre las dos comunidades de Irlanda del Norte.
La violencia alcanzó en la noche del miércoles su punto álgido con el secuestro e incendio de un autobús urbano en Belfast y la agresión a un fotógrafo de prensa.
Dos personas fueron detenidas y otros 19 agentes de Policía resultaron heridos en los disturbios ocurridos el jueves por la noche en Belfast, cuando la Policía de Irlanda del Norte intentó dispersar a los manifestantes con cañones de agua por primera vez en siete años. Las fuerzas del orden trataban así de evitar que los dos bandos, unionistas y católicos, se enfrentaran directamente en una zona del oeste de Belfast, donde las llamadas "líneas de paz" separan barrios protestantes y católicos.
Los alborotadores buscan ahora, además del enfrentamiento con la Policía autónoma (PSNI), el choque con la comunidad católica-nacionalista en las zonas que dividen a ambos bandos en la capital norirlandesa, las llamadas eufemísticamente "líneas de paz".
Estos intentos por extender el conflicto ha hecho saltar las alarmas entre los partidos de la región y los Gobiernos de Belfast, Dublín y Londres. El Gobierno británico de Boris Johnson ya ha efectuado un llamamiento a la calma para evitar una escalada de la violencia. Además, el ministro británico para Irlanda del Norte, Brandon Lewis, prevé este viernes conversar con los líderes políticos y religiosos norirlandeses.
Pese a ello, todo indica que las protestas callejeras van a continuar durante este fin de semana. El número dos de la Policía norirlandesa, Jonathan Roberts, aseguró este viernes a la cadena de radio BBC que las fuerzas del orden tiene información sobre planes para organizar en los próximos días "más protestas" que "podrían desembocar en disturbios". En ese sentido, la presidenta del Sinn Féin, Mary Lou McDonald, coincide con el responsable policial: la política advirtió este viernes de que Irlanda del Norte afronta un fin de semana "muy difícil", ante la posibilidad de que extiendan por la provincia británica los disturbios que azotan Belfast desde hace más de una semana.
Crispación
A pesar de sus diferencias internas, el Gobierno norirlandés, integrado por protestantes y católicos, también emitió el jueves un comunicado para pedir el fin de los "deplorables" ataques contra los funcionarios y los vecindarios, en los que, según la PSNI, han estado implicados grupos paramilitares lealistas (leales a la corona británica).
El Gobierno autónomo adoptó esa posición conjunta después de reunirse con el máximo responsable policial de la provincia, Simon Byrne, quien ha sido duramente criticado estos días por la ministra principal y líder del probritánico Partido Democrático Unionista (DUP).
De hecho, algunos observadores atribuyen el rebrote de la violencia al enfrentamiento entre la policía autónoma y el DUP, molesto porque las autoridades decidieron la pasada semana no imputar a miembros del Sinn Féin, brazo político del ya inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA), que asistieron en junio al funeral de un antiguo líder paramilitar pese a las restricciones por la pandemia.
El problema es que llueve sobre mojado, porque el sentimiento de agravio que acusa la comunidad unionista-protestante también tiene sus raíces en el brexit y, en concreto, en el controvertido Protocolo Irlandés, incluido en el acuerdo de salida del Reino Unido de la Unión Europea.
En virtud de este mecanismo, Irlanda del Norte sigue vinculada al mercado único comunitario, por lo que las mercancías que cruzan entre ese territorio y el resto del Reino Unido deben pasar controles aduaneros, con una nueva carga burocrática que ha provocado escasez de productos y tensiones políticas.
Aunque esa solución fue diseñada para evitar el establecimiento de una frontera física entre las dos Irlandas, clave para sus economías y para el proceso de paz, la comunidad unionista cree que pone en peligro su relación con Londres, sobre todo ahora que los partidos nacionalistas han redoblado sus esfuerzos para avanzar en el objetivo histórico de la reunificación de la isla.
En este clima de creciente crispación, el ministro irlandés de Asuntos Exteriores, Simon Coveney, advirtió el jueves de que los disturbios "causarán muertes" si los políticos no trabajan juntos para "rebajar la tensión" y abordar "los desafíos" a través de la vía democrática. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, también se sumó a los llamamientos de calma lanzados por el primer ministro británico, Boris Johnson, y su homólogo irlandés, Micheál Martin, "guardianes" del proceso de paz de 1998, que puso fin a décadas de conflicto armado en Irlanda del Norte.
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