Alemania, recelosa de enviar misiles de largo alcance a Ucrania, opta por la negociación
La lentitud del contraataque ucraniano frena a quienes en Europa apuestan por una mayor implicación en la guerra y da alas a los partidarios de negociar, como el canciller Olaf Scholz.
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El canciller alemán, Olaf Scholz, ha vuelto a poner de los nervios al Gobierno ucraniano. En una entrevista televisiva, Scholz ha mostrado el interés de Berlín para ampliar las conversaciones internacionales de paz apuntadas tímidamente en Arabia Saudí. Al tiempo, Scholz ha mostrado sus reservas sobre el eventual suministro de misiles de largo alcance al ejército ucraniano, que ya se daba por hecho en el ámbito parlamentario alemán y en Kiev.
"Tiene sentido continuar estas conversaciones", pues "aumentan la presión sobre Rusia" para "retirar sus tropas y facilitar la paz", ha señalado Scholz en una entrevista al canal público ZDF. La conferencia de paz de Yeda, celebrada el 5 y 6 de agosto, aunque no llegó a ningún acuerdo, recibió el impulso de la inusitada presencia china.
Ucrania pensaba recibir en Yeda todo el apoyo a su propio plan de paz, que reclama la salida rusa de todos los territorios ocupados, incluida la península de Crimea, así como el enjuiciamiento de la cúpula del poder de Moscú por crímenes de guerra, entre otros puntos. Sin embargo, no consiguió el respaldo esperado, especialmente de los países emergentes, que desconfían de las sanciones impuestas a Rusia y ven en esta guerra demasiados intereses hegemónicos en conflicto.
Por eso, el respaldo de una figura occidental tan influyente como Scholz a un incipiente proceso de paz con protagonismo de actores de peso en ese "Sur Global" como Arabia Saudí y China, no acaba de gustar en Kiev, porque tampoco gusta nada a sus principales aliados en la guerra, Estados Unidos.
Alemania ha sido el país europeo que más armamento ha suministrado a la Ucrania en guerra, incluidos sus carros de combate pesados Leopard, que deberían haber sido decisivos en la contraofensiva, aunque no ha sucedido así. Ahora queda claro que se precisa también otro tipo de armamento.
Jarro de agua fría para Kiev
Por eso, lo que más ha preocupado al Gobierno del presidente Volodímir Zelenski de las palabras de Scholz es que haya dejado en el aire la entrega al ejército ucraniano de los misiles de largo alcance Taurus, con los que contaba Kiev para impulsar la contraofensiva que no acaba de cuajar.
En los últimos meses se ha incrementado el "juego de drones", sabotajes y bombardeos a infraestructuras clave entre las fuerzas combatientes. Pero también se ha reducido la capacidad de avances tácticos sobre el terreno.
La línea del frente permanece prácticamente inamovible, con los rusos atrincherados en los territorios capturados, mientras los ucranianos se ven incapaces de abrir una brecha que les permita recuperar todo lo perdido tras la invasión rusa de febrero de 2022.
Los ucranianos están atacando en diversos frentes a la vez, desde Jersón, con efímeros desembarcos en la orilla oriental del Dniéper controlada por los rusos, a los limitados avances en Zaporiyia, pasando con los interminables choques en torno a Bakhmut, en Donetsk, donde tratan de rodear a las fuerzas rusas allí instaladas tras su reciente captura de esta simbólica localidad.
Pero estos ataques ucranianos no logran consolidarse ni menos aún profundizar en el territorio controlado por el ejército ruso. Éste, a su vez, ha lanzado su propia ofensiva en el nordeste y amenaza la región de Járkov, que ya invadió en parte y después perdió en otoño pasado.
El temor de que fragüe la ofensiva rusa en Járkov
La viceministra de Defensa ucraniana, Hanna Maliar, ha advertido de que en Járkov se está viviendo una "pesadilla" y ha citado la evacuación de cerca de 12.000 civiles de 37 ciudades y aldeas en el distrito de Kupiansk, hacia donde se dirige el avance ruso.
"El Ejército ruso está reuniendo nuevas unidades y equipo, y va a continuar su ofensiva activa en los ejes de Kupiansk y Liman", ha admitido Maliar este lunes.
Al tiempo, los renovados bombardeos rusos sobre Odesa y sus instalaciones portuarias, o los crecientes incidentes en el Mar Negro evidencian la extensión de la guerra más allá de los límites del escenario bélico terrestre que querrían Ucrania y sus aliados, y suponen un paso más en el alargamiento sine die del conflicto.
Es cierto que la toma de Kupiansk demandaría un desgaste bélico muy grande para Rusia, incapaz por ahora de superar las defensas que ha construido el ejército ucraniano para cerrar el paso hacia Járkov. Sin embargo, la llegada del invierno puede cambiar las cosas: el terreno pantanoso se endurecería y facilitaría el avance ruso.
Entonces, Kiev se vería obligado a enviar a esta zona parte de las fuerzas que está utilizando en Bakhmut y otros escenarios, debilitando su contraofensiva.
La importancia de los misiles Taurus
En esta situación, la eventual llegada de misiles de largo alcance como los ATACMS estadounidenses o los referidos Taurus, que tienen un rango de hasta 500 kilómetros y pueden llevar media tonelada de explosivos, también nucleares, puede ser la diferencia entre la consolidación de la contraofensiva o su fracaso.
Sobre todo después de que la otra posibilidad de suministro de armas "definitivas" para los ucranianos se esté diluyendo. El entrenamiento en suelo europeo de los primeros pilotos ucranianos que podrían manejar los reclamados cazas F-16 se está retrasando mucho.
Según ha reconocido el alto mando de Kiev, esa avanzadilla de pilotos formados en el manejo de ese avión solo estaría lista para el verano próximo. El Pentágono podría meter mano en el asunto y entrenar los pilotos en Estados Unidos, pero aún así, los plazos serían excesivamente largos y se acercan las elecciones presidenciales de 2024.
La contraofensiva ucraniana lanzada a principios de junio está viendo cómo la carencia de apoyo aéreo se refleja en la lentitud del avance y en el dominio ruso en el aire.
Al muro ruso de minas y artillería que cubre los 1.200 kilómetros de la línea del frente, se une la pesadilla de los ataques de helicópteros contra las columnas de transporte de los soldados ucranianos, así como los misiles lanzados por aeronaves rusas desde fuera incluso del teatro de operaciones.
Por eso las esperanzas ucranianas a corto plazo están puestas en Alemania. Al contrario que los F-16, los misiles de largo alcance pueden ser operativos muy rápido. Ya han demostrado su eficacia los Storm Shadow británicos, misiles de largo alcance entregados ya con cuentagotas al ejército ucraniano.
El riesgo de más implicación europea en la guerra
El único problema es que este tipo de armamento, crucial para imprimir un vuelco al conflicto, sin duda dispararía la percepción rusa de una mayor implicación europea en la guerra. Más aún si a los Taurus se unen los misiles de crucero franceses Scalp, cuya transferencia a Ucrania se está negociando también.
Y esto no gusta a Scholz ni a quienes en el viejo continente desagrada el belicismo y la rusofobia sin límites manifestada por dirigentes de la Unión Europea, como la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, o el alto representante de la UE para Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell.
Los Taurus no solo pueden alcanzar objetivos de la retaguardia rusa en Ucrania. También pueden destruir blancos en el corazón de la Federación Rusa y eso se lo ha recordado Moscú a Berlín numerosas veces. El ataque con estos misiles alemanes al territorio ruso equivaldría para el Kremlin una implicación directa de Berlín en la guerra.
De ahí las nuevas dudas alemanas, a pesar de que parecía ya despejado el camino para su suministro a corto plazo. El Gobierno alemán había pensado reprogramar los misiles para que no puedan alcanzar el territorio ruso. Pero esta alternativa les dejaría sin la efectividad y, sobre todo, sin la capacidad de disuasión que buscan los ucranianos.
Scholz se distancia del Parlamento
Incluso miembros del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) de Scholz, alineados en este asunto con liberales, cristianodemócratas o verdes, han presionado a la Cancillería para entregar los misiles Taurus a Ucrania, pero el dirigente germano no da su brazo a torcer aún.
No le vale la petición que le hicieron los cristianodemócratas de tener "confianza" en los ucranianos. No, Scholz no confía en Zelenski ni en sus intenciones manifiestas de arrastrar al resto del continente a una confrontación directa con Moscú.
"La contraofensiva está tambaleándose, los ucranianos no tienen una fuerza aérea que la apoye. Solo quedan los misiles de crucero como los Taurus, capaces de superar los campos de minas plantadas por los rusos y recapturar territorio", dijo hace unos días el diputado Andreas Schwarz, del SPD.
Con la misma opinión se manifestó Nils Schmid, portavoz del SPD para política exterior. Sin embargo, Schmid fue también cauto: existe un riesgo evidente de que Berlín "se aproxime peligrosamente a una participación directa en la guerra".
Por eso, Scholz ha vuelto a mostrar sus reservas sobre la entrega de los Taurus a Ucrania. "Como en el pasado, vamos a revisar cada decisión con mucho cuidado, qué es posible, qué tiene sentido y cuál puede ser nuestra contribución", ha acotado el canciller germano. Traducido al ucraniano: los Taurus alemanes no entrarán en combate de momento.
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